Famosos con prestigio y famosos sin prestigio (o «to be popular or not to be, that’s the question!»)

Por Francisco R. Villatoro, el 6 febrero, 2008. Categoría(s): Bibliometría • Ciencia • Índice-h de Hirsch • Noticias • Personajes • Prensa rosa • Televisión

Muchos «famosillos» de prensa rosa televisiva tienen una vida efímera en los medios. ¿Quién se acordará de Belén Esteban, de «cachuli» o del niño de la Pantoja dentro de 50 años? ¿Quién se acuerda de Tórtola Valencia, La Fornarina, o La Chelito (grandes cupletistas de la segunda mitad del s. XIX)? Benavente y Baroja (a quienes seguramente sí recordarás), tan seducidos por ellas como el resto de los españolitos de a pié, les escribieron poemas proclamando «sus virtudes».

El género del denominado “corazón”, o prensa rosa, se introdujo en España en 1944 con la revista “Hola” (nació el 2 de septiembre), seguida en 1950 por “Diez Minutos”. La idea venía de Gran Bretaña y el contenido estaba orientado a la información centrada en personajes «famosos» y noticias de interés «humano», sobre todo la que provenía del legendario Hollywood. En la década de los cuarenta la gran mayoría de las páginas las ocupaban actrices de gran talento y encanto, mientras que en los cincuenta lo interesante eran las bodas reales europeas. Estas revistas se caracterizaban por el trato que se les daba a los personajes, con todo el respeto del mundo y con preguntas más que correctas, aunque a veces se repetían bastante los personajes. ¡ Cómo han cambiado los tiempos !

 

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Hay personajes que son populares, pero no tienen prestigio, y al contrario. Corín Tellado es la autora más vendida en lengua castellana (Libro Guinness, 1994), sin embargo, carece del respeto de los críticos literarios. Doris Lessing (Nobel de Literatura, 2007) puede ser muy respetada entre los críticos literarios pero ser una desconocida para la mayoría de nosotros. La calificación de una obra como «obra de arte» requiere que tenga lectores que la consideren como tal, y mientras más lectores «eruditos» y críticas favorables tenga, más prestigio tendrá su autor.

 

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Estos ejemplos muestran la existencia de dos factores que contribuyen al estatus de, por ejemplo, un investigador: el número total de citas que reciben sus artículos de otros investigadores, y el prestigio de los investigadores que lo citan. El primer concepto se denomina popularidad (fama) y el segundo prestigio. Ambos conceptos se pueden aplicar a la hora de clasificar revistas de investigación. Por ejemplo, un revista que publica artículos de revisión puede ser frecuentemente citada por investigadores jóvenes, pero ignorada por los expertos. El índice de impacto de una revista, el número de citas a artículos publicados en la revista en los dos últimos años, no tiene en cuenta el factor del prestigio, como estudian Johan Bollen, Marko A. Rodriguez, t Herbert Van de Sompel, «Journal StatusScientometrics, vol. 69, pp. 669-687, 2006. Los autores introducen una variante ponderada del algoritmo PageRank de Google como medida del prestigio de una revista de investigación (llamada factor-Y)

El mayor índice de impacto de una revista publicada en el JCR de 2003 es para «Annual Review of Immunology» (>52), seguido de «Annual Review of Biochemistry» (>37) y «Physiological Reviews» (>36). Estas revistas, altamente citadas, no pueden ser consideradas las de mayor prestigio (entre quienes leen este blog quién ha leído algún artículo de alguna de ellas, o a visto que alguna de ellas haya sido citada en El País o El Mundo). Sin embargo, el índice de prestigio es otra historia. La revista en 2003 con mayor prestigio es «Nature» (>51), seguida por «Science» (>48) y «New England Journal of Medicine» (>19). Revistas como Nature y Science, altamente referenciadas en la prensa nacional, son obviamente las de más prestigio en la actualidad.

La lectura del artículo «Journal Status» merece la pena. La recomiendo. Pero me ha hecho preguntarme, ¿para cuándo se aplicarán este tipo de índices a los «famosillos» de la prensa rosa o a los «grandes intelectuales» de nuestro país?



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