«Los seres humanos hemos llegado a superar lo que nos dicen los ojos e incluso la propia luz. El viaje que nos ha traído hasta aquí comenzó con un primer tipo mirando el cielo con el ojo desnudo y quienes le siguieron. [Provistos] de un cerebro que navega a oscuras en el interior de la caja craneal y cuyos receptores han evolucionado para percibir una estrecha rendija del espectro, el tesón y curiosidad humanas nos han llevado a poder detectar una realidad que permanecía oculta a nuestros sentidos y que podía haber seguido en la oscuridad de no ser por los hombres y mujeres que se hicieron las preguntas necesarias. [La] tarea se antojaba inabarcable pero, como anticipaba John Dalton, bastaba con plantearse los retos uno a uno».
Una historia de nuestra forma de mirar el mundo escrita con una prosa que te agarra y no te suelta. He disfrutado mucho con el nuevo libro de mi amigo Antonio Martínez Ron, @aberron, «El ojo desnudo. Si no lo ven, ¿cómo saben que está ahí? El fascinante viaje de la ciencia más allá de lo aparente», Crítica, Editorial Planeta (2016) [300 pp]. «No es un relato escrito por un sabio que tiene muchas respuestas, sino por un periodista que ha hecho muchas preguntas y ha ido a muchos sitios.»
Hay una gran diferencia entre la divulgación en español y en inglés. Faltan libros escritos por comunicadores y periodistas científicos profesionales. Hacen falta muchos más libros de divulgación como el de Antonio. Su contacto con las noticias más recientes, su capacidad para engatusar al lector y la posibilidad, ante cualquier duda, de consultar a científicos expertos, permiten lograr obras de enorme valor. Traductores de la ciencia de los científicos para el beneficio del público general, que además disfrutan buceando cual ratones de biblioteca en las fuentes originales. Por todo ello, y por mucho más, he disfrutado mucho de «El ojo desnudo» y te lo recomiendo de forma encarecida. Lo sé, Antonio es amigo, pero también es un profesional como la copa de un pino. Se disfruta cada página. Una obra imprescindible. De verdad. ¡A qué esperas para hacerte con tu copia!
Tras un breve prólogo del Dr. Juan Ignacio Pérez Iglesias, @Uhandrea, director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, nos encontramos con una breve introducción del autor. «Buena parte de la historia del conocimiento humano puede resumirse como una carrera de los hombres por ir más allá de lo que dicen sus ojos. [Este] libro es un viaje para ver la realidad con nuevos ojos y comprender cómo hemos llegado a descubrir lo que ahora sabemos».
El libro está dividido en cuatro capítulos: Visiones, Artefactos, Colores y Espectros. El primero, «Visiones» [19-57], se inicia con una caja de cristal en los sótanos del Museo de Ciencia e Industria de Manchester. Los globos oculares de John Dalton nos recuerdan que somos «Monos visuales». «Cada ojo [tiene] unos 105 millones de fotorreceptores, lo que en un cámara digital [serían] 105 megapíxeles. [A] los bastones (las células más sensibles a la luz de la retina) les basta un solo fotón para activar la señal químico-eléctrica que viaja hasta el cerebro y produce una imagen».
Antonio recorre la historia de la ciencia desde Aristóteles hasta la actualidad, decorada con anéctodas personales. «Aún recuerdo el impacto que me causaba ver los rayos de sol pasando a través de una lupa hasta convertirse en un poderoso punto capaz de quemar la madera de un banco o achicharrar a una pobre hormiga. [La] sensación de dirigir un chorro de luz a tu antojo te hacía sentir poderoso. [Y] si uno tiene un poco de suerte y sabe dónde mirar, hay pocas experiencias tan emocionantes como caminar sobre un suelo de medias lunas bajo los árboles de un parque en un eclipse parcial de sol. Mientras la gente mira al cielo con filtros especiales, tú estás viendo el eclipse reproducido centenares de veces en el suelo».
La historia que nos cuenta Antonio está decorada con muchas curiosidades. «Rara vez, incluso entre personas bien formadas científicamente, se habla del papel [de Kepler] al describir las leyes de la óptica y descifrar el enigma del funcionamiento del ojo». Pero además usa una máquina del tiempo virtual para transitar por el hilo de la historia hacia adelante y hacia atrás. De La Dioptrique (1637) de Descartes, en una página pasa a describir experimentos del año 2003, e incluso de 2015, para retornar en la siguiente a Galileo en 1609 y finalizar el capítulo en 1616.
El segundo capítulo, «Artefactos» [pp. 59-97], comienza en los canales del planeta Marte, y una errata menor, que Antonio habrá incluido para garantizar que el lector esté siempre atento, y nos lleva a Schiaparelli, muy de actualidad gracias a la ESA. Nos engaña nuestro ojo y nos engañan nuestros instrumentos. El «efecto por el que unos objetos aparecían de distintos tamaños según se miraran a simple vista o con el telescopio se achacó a una característica del propio ojo. [No] sería hasta cuatro siglos después, en febrero de 2014, cuando [se] ofreció una explicación desde la neurociencia». Artefactos múltiples y anécdotas tan curiosas como que «cuando observaba los espermatozoides, a Leeuwenhoek le preocupaba que pudieran pensar que eran los suyos propios y que hubieran sido obtenidos de manera «pecaminosa»».
«Colores» [pp. 99-185], el tercer capítulo, se inicia con el arcoíris, y «el experimento principal, con el que demostró la verdadera naturaleza de la luz, [que] se puede reproducir hoy día con pocos medios y cierta dosis de paciencia». Antonio ha disfrutado de muchos de estos experimentos en el Centro Principia de Málaga (un lugar muy recomendable para visitar en mi ciudad) y nos los cuenta con igual dosis de asombro y de pasión. Su participación en el programa de televisión Órbita Laika (La2, TVE) ha sido clave para muchos pasajes de este libro. «El divulgador británico Steve Mould [aprovecha] para explicar algo que a veces nos cuesta interiorizar: que los colores son una recreación del cerebro. Por eso afirma que el rosa no existe y que es fruto de una interpolación de nuestros receptores». Antonio nos explica también el error de Richard Dawkins y otros biólogos para combatir a los creacionistas usando el ojo humano. Para ello sigue un argumento de nuestro amigo el neurofisiólogo Xurxo Mariño.
Dalton y su daltonismo vertebran el libro. En este capítulo aprendemos «la prueba creada por el japonés Shibou Ishihara en 1917 [basado] en una serie de hasta 38 cartas con círculos formados de puntos de colores que esconden un patrón en su interior». Y avances recientes como las «gafas que permiten a cierto tipo de «daltónicos» tener una impresión de cómo sería percibir los colores que habitualmente confunden (en ningún caso «cura» esta condición)». Antonio tuvo oportunidad de probar estas gafas de EnChroma con dos voluntarios en Móstoles, Madrid. La historia es realmente emocionante. «Diego y Miguel se pasaban las gafas ensimismados ante un espectáculo nuevo en el que el atardecer era un crisol de tonalidades y gradaciones que hasta aquel día habían visto en un tono mortecino y sin grandes contrastes».
En 1995 se descubrió que «Dalton no era protanope sino deuteranope, un tipo de ceguera al color igual de infrecuente, pero insospechado cuando se hablaba de la visión del físico inglés». En 1885, Ewald Hering concluyó «que la percepción del color no era uniforme y presentaba gran variabilidad entre sujetos». Sorprende que «psicólogos y antropólogos han reunido suficientes pruebas experimentales para mostrar que tener un nombre para determinar un color influye en la capacidad para distinguir ese color». La reciente anécdota en redes sociales sobre el vestido que se veía azul o amarillo en función de la iluminación ambiental es un buen ejemplo.
El último y cuarto capítulo, «Espectros» [pp. 187-278], se inicia recordando que «la idea de que la Tierra es esférica y se desplaza a gran velocidad alrededor del Sol y dando vueltas sobre sí misma no es nada intuitiva. [El] astrónomo Javier Armentia hace a veces una divertida prueba con niños. [Los] junta en grupos de tres o cuatro y les pide que pongan un palo y coloquen un dedo en el extremo de la sombra, sobre la tierra, y que no se muevan. Al cabo de un rato los niños empiezan a discutir sobre quién ha movido el dedo porque la sombra ya no está en el punto que ellos señalaban».
Dalton es el padre de la teoría atómica, lo que nos lleva a la estructura de los átomos que se descubrió gracias a los espectros. Antonio ha profundizado tanto en el tema que «en el invierno de 2013 [descendió] hasta el túnel del Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra (LHC), a 100 metros de profundidad bajo territorio franco-suizo». Pero sobre todo en documentos originales, como no podía ser menos para un gran periodista como él. «Muchos de los documentos de Dalton estaban en una caja de metal en el sótano que los protegió parcialmente. [Durante] casi dos horas curioseamos entre los papeles de Dalton en busca de información y descubrimos, por ejemplo, sus anotaciones sobre las ondas de sonido y varias partituras».
Sorpresas, muchas sorpresas, como «un mechón de pelo blanco del propio Dalton» en un documento. «Le habían cortado el pelo a traición y para conservar un recuerdo del científico, algo que era bastante habitual con los personajes célebres en aquella época». Pero siempre sin olvidar el hilo, cómo «las líneas del Sol» gracias a los «chorros de electrones» y la «lluvia de partículas», entre «catástrofes y gin-tonics» lograron resolver «el rompecabezas invisible» de la estructura del átomo. Antonio es uno de los padres del famoso podcast Catástrofe Ultravioleta, nos cuenta que «la luz ultravioleta no solo daba quebraderos de cabeza en el plano experimental, sino que también provocaba un colapso de las predicciones en el plano teórico. Los físicos llamaron a este problema «catástrofe ultravioleta», porque cuando hacían las ecuaciones sobre el papel les salía un resultado que no tenía nada que ver con los experimentos».
Antonio nos cuenta que «en el Centro Principia de Málaga me enseñan un divertido y sencillo experimento con el que suelen explicar [la] capacidad de la luz ultravioleta para interaccionar con la materia gracias a su mayor energía». Pero además nos cuenta el efecto de la «luz negra» de la discoteca sobre el gin-tonic. Y cosas tan curiosas como que el divulgador británico Brian Clegg lanza una imagen poética: «Cada átomo, cada objeto físico, cada uno de nosotros, contiene una luminosa bola de fuego, ocupada en asegurarse de que la materia permanece intacta. No es visible, pero está dentro de nosotros: somos verdaderos seres de luz».
Un libro que derrocha pasión y asombro que finaliza con una predicción: «está más cerca el día en que seremos capaces de construir nuestros propios ojos». Tras los agradecimientos, la bibliografía y el índice analítico, a uno le queda un buen retrogusto en boca. Un deseo incontrolable. Volver a disfrutar de este gran libro de mi amigo Antonio. Ahora que lo acabo de reseñar, lo voy a volver a retomar. ¡Gracias, Antonio!
Francis, cuando sale tu libro. no crees que ya es hora. todos tus colegas y amigos ya tienen en promedio màs de 3 libros. Y, usted, aun no tiene ninguno. Muchos de nosotros tus lectores estamos esperando. Y, no tenemos duda que será un gran libro, pero estas demorando mucho.
Cierto, estoy con joão , estaría genial un libro donde aprovecharas todo tu conocimiento multidisciplinar para ver tu punto de vista sobre la naturaleza y la filosofía de la ciencia, ¿hilo conductor? , yo lo tengo clarísimo, viendo tus puntos fuertes, debería ser «Energía, tiempo e información»
La reseña nos indica que este es un buen libro que muestra ejemplos de lo apasionante y «contraintuitivo» que es el mundo que nos rodea. Aunque suene un poco friki, el argumento principal de la película «Matrix» está mucho más cerca de la realidad de lo que la gente piensa. Los colores, las emociones, los sabores o los sentimientos no existen ahí afuera, son creadas por nuestro cerebro. Por supuesto, para nosotros, en nuestro mundo cotidiano «Matrix» es absolutamente real, nadie va al trabajo pensando que las emociones de su jefe cuando llegues tarde no son reales 🙂 Por si esto fuera poco la Física fundamental nos está mostrando un mundo aún más extraño y fascinante todavía, un mundo donde distintas funciones de onda interfieren y «evaluan» 0 y 1 «simultáneamente», donde los posibles estados de las partículas se mezclan en una sola entidad, donde las magnitudes de las partículas viven en espacios matemáticos abstractos, donde la rotación de 360º no vuelve al punto inicial, donde el espacio y el tiempo se curvan y se mezclan en una entidad de 4 dimensiones mayores ¿y 6 dimensiones compactadas?… Un mundo donde sistemas físicos completamente diferentes se describen mediante las mismas leyes fundamentales, donde las redundancias gauge y las dualidades nos muestran una realidad ambigua y borrosa… Quizás pronto podamos ver el paisaje completo de este enorme puzzle que es la Física fundamental, quizás todos estos fenómenos extraños y contraintuitivos se deban a la existencia de una «realidad de orden superior»: ¿Nuevas dimensiones o una realidad tipo Multiverso? Una cosa está clara: sea como sea, el viaje será apasionante y unos pocos afortunados tendrán el privilegio de disfrutarlo (quizás esos pocos aumenten gracias al trabajo de personas como Francis, ojalá sea así)
Son admirables los periodistas como @Aberron, que sin una titulación superior científica comprenden y dominan a la perfección la actitud científica. En una entrevista comentaba que le gustaría estudiar físicas. Corazón de físico ya tiene, sin duda.
Me parece muy interesante NAUKAS. Me identifico con tus intereses y dimensión de tu proyecto de vida. Soy ingeniero electrónico, especialista en Gerencia de Empresas y laboralmente en las telecomunicaciones. Actualmente estoy en el proceso de desarrollo de la tesis de grado de la maestría en Estudios Artísticos en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá, DC, capital de Colombia.
La motivación y proyección hacia una nueva etapa donde la interrupción de la vida laboral activa pasa a otro plano, nos impulsa a crear otras alternativas en donde aplicamos nuestra experiencia, dominio y conocimientos adquiridos, y ponerlas al servicio de nuestro hobby y actividades placenteras que llenan nuestro espíritu y entregamos con gusto a los demás como aporte a la Humanidad.
He desarrollado en el transcurso de cuatro décadas entre mis tiempos de descanso, pasión y soledad y durante mis labores profesionales, la práctica artística. Hoy día estoy tratando de abrir y recorrer el camino hacia la interactividad del arte, la ciencia y la tecnología; como forma de incursionar con el otro en la transdisciplinariedad con nuestros saberes y haceres, aún más como lo planteas, opinando y cuestionando con humor para generar conocimiento.
Acabo de leer el libro de Antonio y acabo también de decubrir que habías hecho esta reseña, (ni comparación a la que tenía pensado hacer) Aunque sea con unos cuantos años de retraso, no puedo estar más de acuerdo contigo Francis, es un libro que te deja ahíto y al mismo tiempo con ganas de más. La forma en que Antonio ha planteado el texto que se va expandiendo en círculos cada vez más amplios a modo de un diagrama de Venn con campos que se van añadiendo y superponiendo. En particular he encontrado la mejor explicación acerca de cómo surge la mecánica cuántica y qué significa, grosso modo, que cualquiera puede comprender de manera natural a partir de la progresión del libro. Un abrazo a ambos