Reseña: «El gran cuadro» de Sean Carroll

Por Francisco R. Villatoro, el 25 marzo, 2017. Categoría(s): Biología • Ciencia • Física • Libros • Physics • Recomendación • Science ✎ 44

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«Somos colecciones de campos cuánticos vibrantes, unidos en patrones persistentes que se alimentan de la energía libre del ambiente, de acuerdo con las leyes impersonales e indiferentes de la naturaleza, pero también somos seres humanos que tomamos decisiones, y nos preocupamos por lo que nos pasa a nosotros mismos y a los demás. [El] naturalismo poético sostiene que no existe más que un mundo, el natural, [pero] hay más de una forma de hablar del mundo. [Las] «experiencias internas» son parte de una forma de hablar acerca de lo que ocurre en nuestros cerebros».

El famoso físico teórico Sean Carroll se viste de filósofo y nos describe su visión sobre la vida del hombre en «El gran cuadro. Los orígenes de la vida, su sentido y el universo entero», Pasado y Presente (2017) [519 pp.]. El libro trata de compatibilizar nuestro mundo interior, para muchas personas asociado a un sentido religioso, con una versión moderna del naturalismo de Hume, próximo al ateismo del propio autor, bautizado naturalismo poético. De hecho, la recurrencia del debate religioso en todo el libro sugiere que Carroll busca un Premio Templeton, dotado con 1,5 millones de libras, como intuye mi amigo César Tomé, @EDocet.

El libro es de lectura fácil, aunque no ágil, estando muy bien escrito. Creo que se nota mucho la mano de Jennifer Ouelette, compañera del autor con quien comparte sus latidos de corazón y excelente profesora de escritura. He leído la edición en rústica, por gentileza de Pasado y Presente, una edición muy cuidada. Un libro que, en mi opinión, reivindica la compatibilidad entre la ciencia y la religión, aunque el autor se declara ateo. De hecho, muchos lectores descubrirán buenos argumentos para aceptar ambas concepciones de la realidad como compatibles. Recomiendo este libro a todos los interesados en estas cuestiones.

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El libro, tras el prólogo, está dividido en seis partes (Cosmos, Comprender, Esencia, Complejidad, Pensar y Preocuparse), con un total de 50 capítulos. El prólogo [pp. 9-14] se inicia con «tan solo una vez he estado de verdad a punto de morir. [Una] persona es una cosa diminuta y efímera. [No] importa lo listos que lleguen a ser los biólogos, en realidad nunca podremos vivir eternamente. Todo el mundo muere».

La primera parte del libro, «Cosmos» [pp. 15-79], se inicia con el capítulo 1, «La naturaleza fundamental de la realidad» [pp. 17-24]. Nos recuerda que «la ontología más amplia que se asocia típicamente con el ateísmo es el naturalismo: solo existe un mundo, el mundo natural, que muestra unos patrones que llamamos «leyes de la naturaleza», y que es aprehensible mediante los métodos de la ciencia y la investigación empírica. [La] «vida» y la «conciencia» no denotan esencias distintas de la materia: son maneras de hablar de fenómenos que emergen de la interacción de sistemas extraordinariamente complejos. [Frente] a toda nuestra experiencia basada en el sentido común, supone todo un salto».

El objetivo del libro se presenta en el capítulo 2, «Naturalismo poético» [pp. 25-32], la estrategia que el autor recomienda para entenderlo todo. Su objetivo es reconciliar la imagen manifiesta sugerida por nuestra experiencia cotidiana y la imagen científica establecida por la ciencia. Siguiendo a «la poeta Muriel Rukeyser: El universo está hecho de historias, no de átomos». Tras el tercer capítulo, «El mundo se mueve por sí mismo» [pp. 33-39], pasamos al cuarto, «¿Qué determina lo que va a suceder?» [pp. 41-48], alrededor de Laplace, su famosa anécdota con Napoleón y el determinismo (con mención al caos determinista).

El capítulo 5, «Razones por las cuales» [pp. 49-57], se nos presentan la deducción, la inducción y la abducción, o «inferencia a la mejor explicación». Como padre del naturalismo poético se señala al filósofo escocés David Hume. «En las leyes fundamentales de la física no hay referencia a «causas», tampoco existe una flecha del tiempo. [Las] «razones» y las «causas» por las que ocurren las cosas no son fundamentales: son emergentes». Se aclaran estas ideas en los siguientes capítulos, «Nuestro universo» [pp. 59-66] y «La flecha del tiempo» [pp. 67-72]. «El origen de la flecha del tiempo es equinesiológico: surge de una condición especial en el pasado remoto. [Un] universo temprano [de] tan baja entropía». Finaliza la primera parte con el capítulo 8, «Recuerdos y causas» [pp. 73-82]. «La vida de todas las personas está atrapada en las inexorables garras del tiempo».

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La segunda parte, «Comprender» [pp. 83-174], se inicia con el capítulo 9, «Aprender qué es el mundo» [pp. 83-88]. «¿Hasta qué punto conocemos lo que creemos conocer?» Carroll se decanta por el enfoque bayesiano y «los grados de creencia, lo que los estadísticos profesionales llaman credibilidades. [El] Teorema de Bayes puede verse como una versión cuantitativa del método de inferencia que anteriormente llamamos «abducción»». Las probabilidades a posteriori surgen de las probabilidades a priori gracias a las verosimilitudes.

Nos lo aclara con algunos ejemplos y cálculos sencillos el siguiente capítulo, «Actualizar nuestro conocimiento» [pp. 89-97]. «A alguna gente no le gusta el énfasis bayesiano en las probabilidades a priori porque parecen más subjetivas que objetivas. Y es cierto: lo son. [Todo] el mundo tiene derecho a sus propias probabilidades a priori, pero no a sus propias verosimilitudes. [TODAS] LAS PRUEBAS CUENTAN. [Todo] aquello que sea relevante debería ser tenido en cuenta».

«¿Está bien dudar de todo?» [99-108], tras Descartes nos lleva al escenario del «Cerebro de Boltzmann» (uno de los sellos de identidad de Carroll como divulgador científico). «Que quede claro: nadie cree que el universo sea así en realidad. [Pero] ¿está seguro de no ser un Cerebro de Boltzmann? ¿Cómo sabe que no es un cerebro metido en un tarro? [Lo] que nos queda es nuestra elección de probabilidades a priori«. Porque «La realidad emerge» [pp. 109-121], lo que «nos lleva a la parte «poética» del naturalismo poético. Mientras que hay un solo mundo, hay muchas maneras de hablar de él. [Una] palabra crucial permite reconciliar todas las diferentes historias: emergencia«.

Tras esta incursión de Carroll el físico, vuelve Carroll el filósofo en «¿Qué existe, y qué es ilusión?» [pp. 123-132]. «¿Los fenómenos emergentes son reales, o meramente ilusorios? [Para] el naturalista poético [una] cosa es «real» si desempeña un papel central en alguna historia determinada de la realidad que, por lo que se puede decir, proporciona una descripción exacta del mundo dentro de su dominio de aplicabilidad. Los átomos son reales; las mesas son reales; la conciencia es indudablemente real. (Stephen Hawking y Leonard Mlodinow propusieron una interpretación similar bajo la etiqueta de «realismo dependiente del modelo».)»

«El naturalismo poético es coherente con sus propias normas: intenta ofrecer la forma más útil de hablar del mundo que tenemos». El capítulo 14, «Planetas de creencias» [pp. 133-140], nos habla de disonancias cognitivas y del «teorema del acuerdo» del premio Nobel de Economía en 2005, Robert Aumann. Tras «Aceptar la incertidumbre» [pp. 141-148], en «¿Qué podemos saber del mundo sin mirar?» [pp. 149-157], se afirma que «la ciencia es una técnica, no un conjunto de conclusiones. La técnica consiste en imaginar cuantas más maneras distintas de ser del mundo (teorías, modelos, formas de hablar) podamos, y luego en observar el mundo con el mayor cuidado posible». El capítulo 17, «¿Quién soy?» [pp. 159-164], nos lleva a «Abducir a Dios» [pp. 165-171], «uno de los rasgos más importantes de una ontología personal es si incluye o no a Dios».

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La tercera parte, «Esencia» [pp. 173-249], se inicia con el capítulo 19, «Cuánto sabemos» [pp. 175-180]. El autor pasa de la física a la filosofía y viceversa. «El reino cuántico» [pp. 181-188], decorado con la ecuación de Schrödinger dependiente del tiempo, nos lleva a «Interpretar la mecánica cuántica» [pp. 189-194], donde se afirma que «lo que de verdad nos molesta de la mecánica cuántica es que aparezca el término «observador»  en la teoría». La verdad, a mí me molesta más esta afirmación: ««¿Qué es realmente el mundo?». Es una función de onda cuántica. Al menos, hasta que aparezca una teoría mejor».

El capítulo 22, «La teoría del núcleo» [pp. 195-201], término que Carroll prefiere a modelo estándar de la física de las partículas, nos lleva a «La materia de la que estamos hechos» [pp. 203-211], que incluye un par de diagramas de Feynman. «La teoría efectiva del mundo cotidiano» [pp. 213-221], nos recuerda que el modelo estándar es una teoría efectiva, en el sentido de Wilson. «La teoría del núcleo nunca desaparecerá. Ese es el poder de las teorías efectivas».

Tras el físico, «¿Por qué existe el universo?» [pp. 223-232], «¿podría el universo existir por sí solo, o necesita algo que lo haga existir?», aparece el filósofo en «Cuerpo y alma» [pp. 233-242], con Elisabeth del Palatinado, como protagonista. Finaliza esta parte con «La muerte es el final» [pp. 243-249]. «Aceptar la teoría del núcleo [implica] que no hay vida después de la muerte. [La] vida [es] un proceso en vez de una sustancia. [Un] conjunto de cosas que pasan. Cuando ese proceso se detiene, la vida se acaba».

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La cuarta parte, «Complejidad» [pp. 251-349], se inicia con el interesante capítulo 28, «El universo en una taza de café» [pp. 253-265]. Entropía, complejidad y emergencia nos llevan a «esos somos nosotros. Efímeros patrones de complejidad, arrastrados por una ola de entropía creciente desde un principio simple a un final asimismo simple. Deberíamos disfrutar del viaje».

¿Qué es la vida? Responde el capítulo 29, «La luz y la vida» [pp. 267-273], recurriendo a «la energía libre, [la que] se puede usar para lo que los físicos llamamos trabajo. [Lo] que importa para la vida es que nuestro entorno aquí en la tierra está muy lejos del equilibrio, y lo seguirá estando durante miles de millones de años. El sol es un punto caliente en un cielo frío. Debido a eso, la energía que recibimos en forma de fotones solares es casi toda energía libre, lista para transformarse en trabajo útil».

Carroll se adentra en la biología en «Transferir energía», [pp. 275-280]. Los capítulos 31 y 32, «Organización espontánea» [pp. 281-290], y «El origen y propósito de la vida» [pp. 291-304], presentan varias hipótesis interesantes sobre el posible origen de la vida (algunas muy atractivas). «El arranque de la evolución» [pp. 305-310] nos lleva, a través del mundo de Robby de la informática Melanie Mitchell, a «Buscando en el paisaje» [pp. 311-323], y a «Propósito emergente» [pp. 325-335]. Como estarás imaginando, tanto la física como la biología nos llevan al principio antrópico, discutido en «¿Somos lo que importa?» [pp. 337-349].

«En el ámbito de la cosmología moderna, el mutiverso no es en absoluto una teoría. Es más bien una predicción hecha por otras teorías; teorías inventadas con fines completamente distintos. [Son] dos en particular: la teoría de cuerdas y la inflación cósmica». Eso sí, no me gusta el final de esta parte, discutiendo «¿y qué hay de la probabilidad de que un universo como el nuestro aparezca bajo el teísmo?» Que finaliza con Giordano Bruno y el consabido «lo quemaron en la hoguera».

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La quinta parte, «Pensar» [pp. 351-427], discute la consciencia humana. El capítulo 37 «Reptar hacia la conciencia» [pp. 353-363], nos lleva a «El cerebro locuaz» [pp. 365-373]. ¿Conseguiremos algún día leer la mente de un nemátodo? «C. elegans tiene 959 células, 302 de las cuales son neuronas». El capítulo 39, «¿Qué piensa?» [pp. 375-387], nos presenta el argumento de la conciencia de Turing. El test de Turing, la Habitación China, y «el único sistema para el que existe acuerdo general de que es consciente, [el] ser humano».

Por cierto, «una persona con una neurona sustituida por un neuristor de comportamiento equivalente, ¿sigue siendo consciente? ¿Y si reemplazamos dos neuronas? ¿O unos cuantos cientos de millones?» Me gusta la mención al trabajo de «Cynthia Breazeal, robotista del MIT, [y] el experimento de falsa creencia con Leonardo, [robot capaz] de tener expresiones faciales».

El capítulo 40, «El problema difícil» [pp. 389-396], pasa de Thomas Nagel a David Chalmers, alrededor de la cuestión de los qualia (plural de quale). «¿Es mi color rojo el mismo que el tuyo? No las longitudes de onda, ¿pero es la experiencia de lo rojo igual para ti que para mí?» En «Zombis e historias» [pp. 397-404], vuelve a Chalmers, pero aclarando que «según el naturalismo poético, los zombis filosóficos resultan simplemente inconcebibles, porque la «conciencia» es una forma particular de hablar del comportamiento de los sistemas físicos».

«La mejor forma que tenemos de hablar acerca de la gente y sus comportamientos es haciendo referencia a sus estados mentales internos». No me gusta el capítulo 42, «¿Son conscientes los fotones?» [pp. 405-413], con afirmaciones como «La consciencia, o al menos la protoconsciencia, podría ser análoga al «espín» o «carga eléctrica»: una de las propiedades básicas que caracterizan a cada fragmento de materia del universo». Las referencias obvias a Matthew Fisher y a Roger Penrose creo que desvían la atención del lector más que ayudar en la discusión.

«¿Qué actúa sobre qué?» [pp. 415-420], y «Libertad de elección» [pp. 421-427], presentan la cuestión del libre albedrío, ««la capacidad de haber actuado de forma diferente»». El naturalismo poético acepta su existencia, aunque no sin ciertas «zonas grises: la drogadicción es un caso evidente en el que la voluntad puede verse minada».

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La sexta y última parte, «Preocuparse» [pp. 429-482], se inicia con el capítulo 45, «Tres mil millones de latidos» [pp. 431-438], donde se usa la ley de escala de West para estimar el número medio de latidos de una vida humana. Pasamos a «Lo que es y lo que debería ser» [pp. 439- 447] sobre silogismos correctos e incorrectos en lógica. «No se puede derivar el ‘deber ser’ del ‘ser’: resulta lógicamente imposible. [Aquí] hay un problema aparente para el naturalismo: si no podemos derivar «deber ser» de «ser», estamos en apuros, porque «ser» es todo lo que hay».

El capítulo 47, «Reglas y consecuencias» [pp. 449-458], nos recuerda el famoso problema del tranvía, introducido por la filósofa Philippa Foot, y sus variantes. «Los filósofos encuentran útil distinguir entre ética y metaética. [El] naturalismo poético tiene poco que decir sobre ética. Pero sí tiene algo que decir sobre metaética, a saber: nuestros sistemas éticos son cosas construidas por seres humanos, no algo descubierto ahí en el mundo, y deberían ser valorados en consecuencia». Carroll tiene querencia por las filósofas y finaliza este capítulo con una mención a Sharon Street.

«La construcción de la bondad» [pp. 459-466], y «Escuchar al mundo» [pp. 467-476], nos llevan al capítulo final «Terapia existencial» [pp. 477-482]. No me gusta este final para el libro, más poético que naturalista. Quizás, intuyendo que a muchos físicos tampoco les guste, encontramos un agradable apéndice «La ecuación subyacente a todos nosotros» [pp. 483-493] que resume el modelo estándar (bueno, la teoría del núcleo). Breve, pero cuidado, deja un buen regusto.

Finaliza el libro con las «Referencias» [pp. 495-504], todas ellas citadas en el texto, así como unas «Lecturas recomendadas» [pp. 505-508]. Muchas son muy recientes, algo siempre de agradecer. En resumen, un libro que me ha gustado, aunque algunas partes más que otras. El teísmo permea todo el libro y sugiere que Carroll busca un Templeton. Su naturalismo poético permite la poesía del teísmo más allá de lo que permite el naturalismo metodológico. Aún así, el libro merece la pena y lo recomiendo a todos.



44 Comentarios

  1. Gracias por la reseña. Raro será que la fundación Templeton conceda el premio a un defensor del determinismo y del emergentismo débil. Eso es lo que defiende su naturalismo poético, que la emergencia es una forma de hablar. Stuart Kauffman o Terrence Deacon, tambíen ateos, pero defensores de un emergentismo fuerte ( https://www.youtube.com/watch?v=GVL2Y5z2jLU ), son candidatos más probables. Especialmente el primero, con su absurda propuesta de llamar Dios a la creatividad impersonal de la naturaleza.

  2. ¿Qué tendrá el teísmo, que lo lleva a uno a intentar desesperadamente ganar adeptos? Antes a la fuerza, ahora con dinero…¿Por qué?

  3. En la wiki y respecto al Premio Templeton figura entre sus criticas la siguiente:

    «Sean M. Carroll, investigador del California Institute of Technology, ha criticado a sus colegas por recibir las becas de investigación Templeton, a pesar de que no apoyaban las creencias Templeton».

    Si es la misma persona y ahora es cierto que busca tal premio, muy poco bueno se puede decir de el. Puede estar influenciado pero eso no le disculparía; en fin, lo que hace el dinero y el ansia por recibir premios.

  4. No he leído el libro pero voy a dar mi opinión basándome en la reseña de Francis. En primer lugar no se que co***** puede significar «naturalismo poético» pero parece que el término tiene que ver más con algún concepto filosófico inventado para «fardar» que con la ciencia. En segundo lugar ya está bien de vender esa estúpida idea de que Ciencia y religión son compatibles: CIENCIA y religión son COMPLETAMENTE ANTAGÓNICAS. Por supuesto, en su vida personal cada uno es libre de creer lo que quiera, sin embargo, la única forma de explicar el mundo que nos rodea es con la Ciencia y es evidente que en Ciencia no existen cosas como «energías divinas o fuerzas todopoderosas». En tercer lugar, si te declaras ateo ¿por que escribes un libro sobre ciencia repleto de guiños al teismo? Aparte de incoherente habla muy mal de alguien que pretende divulgar ciencia de calidad y si su objetivo real es ganar un premio en lugar de enseñar conceptos Físicos entonces no eres más que un parásito embaucador que usa la ciencia mintiendo y confundiendo para enriquecerse (espero que no sea el caso de Carroll).
    En cuanto al contenido científico de verdad también parece decepcionante. Un Físico que se adentra en los misterios de la vida y la conciencia debería hablar sobre neurociencias, genética, evolución, teoría de la información, matemáticas y no mezclar conceptos que no vienen al caso. Lo de la consciencia de los fotones es una majadería superlativa de orden superior, si otro escritor que no fuese Sean Carroll se atreve a poner algo así en un libro se le tacharía (correctamente) como «crackpot» por sus colegas científicos. Resumiendo: en mi opinión el libro tiene una pinta penosa.
    La Física moderna es absolutamente fascinante, tiene que existir algún libro de divulgación para un público no iniciado que refleje esto. Yo no se si este libro existe pero estoy convencido de que tiene que ser posible escribirlo. Por cierto hay unas páginas del impresionante libro Nick Lane «La cuestión vital» en el que se fusiona la biología , la vida y la Física fundamental (la mecánica cuántica): en el interior de las Mitocondrias, dentro de las moléculas que forman las cadenas respiratorias, grupos de hierro-azufre se encuentran espaciados a distancias regulares de unos 14 angstroms o menos. Los electrones saltan de un grupo a otro por efecto túnel cuántico ya que cada grupo tiene una afinidad por el e- mayor que el anterior hasta que llega a su objetivo: el Oxígeno. Este proceso de reducción-oxidación es la clave de la generación de la energía de los seres vivos, es la clave de la vida. La vida es «Un electrón en busca de un sitio donde descansar» Esto si es poesía y ciencia de calidad.

    1. Ja, ja, la vida es un electrón excitado en busca de un sitio donde descansar. Excitación y descanso, creo que algo así ya lo dijo Schopenhauer… Ah, que me estoy metiendo en filosofía y te da repelús.
      PD: Voy a acabar por comprarme el libro de la cuestión vital

    2. Me apunto el libro; sobre el origen de la vida lo único que he leído es «El fenómeno de la vida» del geoquímico E. M. Galímov, donde defiende una formación de ATP en una atmósfera primitiva reductora (pocos geoquímicos defienden una atmósfera primitiva de estas características, cosa que Galímov (muy de las ideas de Oparin) reconoce)

    3. Estoy muy aecuerdo con Planck.

      He leído otros libros de Carroll con mucho entusiasmo, además le guardo mucho cariño pues su libro de relatividad fue muy importante para mi en un momento de mi vida. Pero el libro de me da muy mala espina. Aún cuando leí y disfruté (y recomiendo) los libros de Penrose «la mente nueva del emperador» y «sombras de la mente» de nuevo: algo no anda bien con el libro.

      De cualquier forma supongo Caroll es un tipo muy inteligente y con un gran estilo de escritura que seguro tendrá mucho que decir

    4. Muy buen comentario. La verdad, nunca entenderé esa manía de intentar colar la religión o la idea de Dios en la ciencia por parte de científicos (sólo esta palabra basta para alejarla de Religión) que encima se declaran ateos. Como ya dijo LaPlace a Napoleón, Dios no es una hipótesis. ¿Y es que cuesta tanto decir alto y claro que NO existe? Yo me atrevería a decir que, si Dios existe, sea éste lo que sea, es que es NATURAL, despojándolo así de todo manto sobrenatural, pero claro, ya no podría ser Dios…en fin, un diálogo de besugos en el que muchos pretenden seguir inmersos.

    5. Hace mucho de este comentario pero no podía dejar de contestarlo. La verdad es que me sorprende que se haga una critica tan contundente contra un libro que no se ha leído. Lo de compatibilizar ciencia y religión la verdad es que no lo veo, si que hace un ejercicio muy sano de intentar encajar la religión con la ciencia sin prejuicios, que pocos autores hacen, para ver como avanza la hipótesis. Según mi opinión se ve que llega a que no llegan a encajar o que hay que hacer muchos malabares para hacerlo, cosa que hace sino debilitar la posición religiosa y de manera muy profunda, no de una manera superficial. Y en los demás comentarios te basas en opiniones de Francis, que ya están simplificadas ya que es una reseña, y las simplificas aún mas tirando para el lado que crees que va el libro, mostrando en todo momento una sensación de que desde la primera letra ya tienes una opinión muy fuerte del libro, repito que, sin ni haberlo leído y que solo recalcas y recalcas eso. La verdad te recomiendo que leas el libro con una visión abierta y objetiva, seguramente algunos puntos seguirás pensado lo mismo, pero creo que otros podrías cambiar de opinión. Saludos!

  5. Como a tantos otros científicos estadounidenses, desde pequeños les han metido religión «típicamente americana» hasta la médula, y necesitan estar toda la vida justificándose para dejarla, como si eso fuera un problema universal para los demás.
    En cuanto a la «Cuestión vital», que menciona Planck, en mi opinión, es un libro totalmente recomendable, de alto contenido científico, sobre el «origen de la vida».

    1. Factor X

      Yo pienso que Planck tiene toda la razón cuando señala que un libro «serio» de divulgación sobre el origen de la vida requiere otro tipo de formación y aptitudes. Siempre es referescante ver lo que piensa un Cosmólogo (y más de la talla de Caroll) pero hay cosas que de verdad no me gusta como suenan.

      Tal vez estoy sobre reaccionando, no he leído el libro. Tal vez merezca la pena…

  6. El capítulo 36 contiene una pregunta crucial: “¿y qué hay de la probabilidad de que un universo como el nuestro aparezca bajo el teísmo?”. Por desgracia, Francis no menciona qué responde Carroll a esa pregunta.

    Si Carroll es un ateo naturalista coherente, entonces él tiene que responder necesariamente que la probabilidad es bajísima, con lo cual también se vuelve bajísima su probabilidad de ganar el Premio Templeton.

    1. Pero fíjate Rawandi, que esa pregunta tiene trampa “templenton”, y además delata cierta ignorancia; porque si atendemos por probabilidad de estar bajo teísmo, el hecho de que por ejemplo nuestro universo sea una simulación informática o un diseño tal como nosotros definimos un diseño, tiene sentido hablar de probabilidad, pero si se trata del hecho de que haya sido creado por un dios que está fuera del alcance de las ciencias naturales NO tiene sentido hablar de probabilidades; no se puede dar probabilidades a elementos que están fuera del alcance de las ciencias naturales porque no se puede demostrar ni refutar.

      Es más; un diseño perfecto es aquel tal que sus partes constituyentes no sufren el diseño traducido a elementos conscientes integrantes del diseño, sus partes constituyentes no pueden jamás demostrar que es un diseño ¿por qué? Por que la única forma de demostrar un diseño es encontrar parches, es decir, elementos puestos apriori que no se justifican con los demás elementos, es decir, encontrar que no es autoconsistente.

      1. Errata; falta una coma: «Es más; un diseño perfecto es aquel tal que sus partes constituyentes no sufren el diseño, traducido a elementos conscientes integrantes del diseño, sus partes constituyentes no pueden jamás demostrar que es un diseño

      2. «si [nuestro universo] ha sido creado por un dios que está fuera del alcance de las ciencias naturales NO tiene sentido hablar de probabilidades»

        Sí tiene sentido. Un dios indetectable (es decir, la apática divinidad del deísmo, caracterizada por poner en marcha el mundo y no volver a intervenir en él) es similar al dragón indetectable del garaje, cuya existencia debemos negar provisionalmente, como explicaba Carl Sagan en ‘El mundo y sus demonios’.

        Pero además Carroll no está hablando de ‘deísmo’ sino de ‘teísmo’, es decir, de la deidad metomentodo que obra milagros y en consecuencia se pone al alcance de la ciencia empírica. La existencia de la divinidad teísta es más improbable aún que la de la divinidad deísta.

        1. Ahí discrepamos; el dragón indetectable es indetectable. Punto. Si no, no se le puede llamar así. No hay más vuelta de hoja, Rawandi, y ahí está la trampa…El creyente dice tener señales de dios, el cual obra milagros, o habla a su corazón o lo que fuere, pero conforme se le acorrala, lo va alejando hasta introducirlo en un lugar epistomológico de seguridad fuera de las ciencias naturales…y eso es una paradoja. O es indetectable o no lo es, no hay término medio. O realiza cambios en las ciencias naturales o no las realiza. EL dragón indetectable no puede dejarse para más tarde ni para nunca, como es indetectable no entra dentro de reglas probabilísticas, no está dentro de las ciencias naturales, y por lo tanto, no debería entrar dentro de nuestras preocupaciones.

          El dragón del garaje es una brillante enseñanza de que no es lo mismo refutar que demostrar.

          1. «como [el dragón] es indetectable no entra dentro de reglas probabilísticas»

            Sí que entra. Lo razonable es negar provisionalmente la existencia del dragón indetectable, y dicha negación se hace porque se considera que su existencia es improbable.

          2. ¿Por qué provisionalmente?

            1) Porque esperas que deje de ser indetectable en el futuro; entonces no lo es por naturaleza, hablamos de otro dragón.

            2) Porque esperas que se agoten todas las demás causas probables. Pero si se agotan ¿por qué el dragón? ¿por qué no los enanos indetectables, o los espíritus de los árboles, o wantú rey de la montaña etc…?

          3. En rigor no se puede hablar de probabilidades cuando la cuestión no es cuantificable. Y la ausencia de pruebas no es lo mismo que pruebas de ausencia.

            La naturaleza del dragón es tal que no hay ni puede haber pruebas ni a favor ni en contra de la existencia del dragón. Y negar sin pruebas es como afirmar sin pruebas, es una cuestión de fe.

            La ciencia no trabaja en base a fe. La ciencia observa, hipotetiza, teoriza, vuelve a observar… y resulta que el mundo funciona exactamente igual tanto si el dragón existe como si no.

            Entonces la idea del dragón no se niega porque no se puede negar, simplemente se desecha porque no es necesaria tenerla en cuenta en nuestras teorías, como le dijo Laplace a Napoleón.

            No es cuestión de probabilidades sino de economía, simplicidad. La famosa navaja 🙂

            Saludos.

          4. El vocablo «provisionalmente» no indica que se esté «esperando» (presumiendo, creyendo) que vaya a ocurrir nada concreto; simplemente denota que se está dispuesto a analizar nuevas pruebas si estas aparecieran.

            En consecuencia, da lo mismo que el dragón (o el duende, o el hada, o el fantasma, o cualquier otro ser incorpóreo) sea indetectable «por naturaleza» o que no lo sea. Y también da lo mismo que «se agoten todas las demás causas probables» o que no lo se agoten.

          5. Es indetectable Rawandi, no van a aparecer nuevas pruebas…pero entiendo por donde vas, es una cuestión de método.

            Yo opino como Pelau, queda fuera ipsofacto.

          6. «Yo opino como Pelau»

            Pedro, ten en cuenta que Pelau ha confesado en un comentario de arriba ser «agnóstico». Como buen agnóstico, él no niega ni la existencia del dragón ni la existencia de Dios. ¿De verdad estás dispuesto a abrazar el agnosticismo?

          7. Jajajaja El agnóstico no pertenece al conjunto de teístas, así que se ponga como se ponga, es ateo.

      1. Ramiro, obviamente, no la calcula, su pregunta es retórica. Realiza afirmaciones como «resulta razonable aceptar que el teísmo predice la existencia de la vida con una probabilidad elevada», y discute argumentos en contra de que «el ajuste fino supone una prueba a favor del teísmo». Pera calcular, no calcula nada.

        1. Gracias Francis.

          Estaba haciendo un comentario con un poco de sarcasmo, reitero que mi impresión del libro es viceral y ni siquiera lo he leído.

          Agradezco mucho su reseña y su comentario.

  7. Discrepo, googlea la palabra ateísmo y verás…

    Tu discurso te define como un agnóstico militante, esto es, antidogmático. Bienvenido al club 🙂

    1. La wikipedia, siempre brillante, nos muestra hacia donde a derivado la palabra ateo…pero sinceramente es una desgracia de derivación, llevada a cabo por cobardicas que tenían miedo que se les confundiera con anti creyentes o en EEUU con comunistas; pero un agnóstico antidogmático no tiene fe, no es teísta y sabe que la duda no tiene sentido donde no hay probabilidades. ¿Eres agnóstico con las hadas en nuestros bosques? Deberías de serlo, pero estoy seguro de que no es así.

      1. Claro que no, pero reconozco los límites que por definición tiene la ciencia.

        Admito no poder descartar totalmente la posible existencia de un «dios» que desde otro plano de realidad observa (o no) cómo evoluciona su pequeño experimento (nuestro universo).

        De ser así, si las leyes a las que estamos sujetos y que llamamos naturales en realidad fueran emanadas de una entidad superior, ¿cuál es la diferencia? Ninguna. No podríamos hacer absolutamente nada al respecto excepto seguir viviendo de acuerdo a los parámetros del «experimento».

        O sea que la idea no debería quitarle el sueño a nadie. Y como dije, no es más que una posibilidad que no puedo descartar totalmente. De ahí a creer que ese es el auténtico estatus del mundo… hay un abismo.

        Ahora bien, lo que decididamente NO puede ser es el bíblico Dios intervencionista, ése que si le rezas lo suficiente te deja un Lamborghini Aventador en la puerta, favorece al Real Madrid (pese a que el equipo contrario también rezó lo suyo), resucita a los muertos y demás cuentos chinos para obligar a los niños a acostarse temprano (que luego crecen resentidos y plantan bombas en su nombre, lindo negocio). Un cáncer, como todas las supersticiones.

        Por eso digo que no soy ateo (por no poder descartar totalmente la posible existencia de cierto tipo de «dios») sino agnóstico militante (en contraste a «pasivo»), esto es, antidogmático (tampoco es que esté abocado a una cruzada antireligiosa, simplemente rebato sus «argumentos» y «adoctrinamientos» cuando se presenta la oportunidad, con tolerancia y hasta respeto pero con firmeza).

        Saludos.

  8. «La naturaleza del dragón es tal que no hay ni puede haber pruebas ni a favor ni en contra de la existencia del dragón. »

    Pelau, sí que hay pruebas en contra de su existencia. Por ejemplo, se supone que el dragón es un ser vivo inmaterial; sin embargo, la ciencia ha descubierto que la vida es una propiedad emergente de la materia, y en consecuencia esto cuenta como una prueba que nos obliga a excluir (descartar, negar) la existencia del dragón, al menos mientras no aparezcan nuevas pruebas.

    «No es cuestión de probabilidades sino de economía, simplicidad. La famosa navaja»

    El principio de simplicidad (navaja de Occam) es de hecho una cuestión de probabilidades, ya que nos indica cuál es la hipótesis con mayor probabilidad de ser verdadera.

    1. ¿Acaso estamos hablando de dos dragones distintos? No creo. Por como surgió este hilo estamos hablando metafóricamente de Dios, el ser sobrenatural por antonomasia. Así pues, sigues sin ver la trampa.

      Sigues intentando aplicar la ciencia, cuyo objeto de estudio es la fenomenología natural, para buscar pruebas en contra de la existencia de un ser sobrenatural, un ser que por definición está por encima de la naturaleza.

      Un ser así no puede explicarse por las leyes de la naturaleza, supera sus límites, por lo tanto no puede ser refutado científicamente porque está más allá del alcance de la ciencia.

      Para refutar a un ser sobrenatural habría que refutar la guarida donde se esconde. O sea que el problema de fondo pasa por demostrar que la realidad no tiene un nivel superior, sobrenatural, incognoscible.

      Y ahí está la trampa, si el Creador hizo bien su trabajo no hay modo alguno de probar irrefutablemente qué tan real es nuestra realidad o si es o no la única que hay… excepto que haya dejado evidencias deliberadamente… o que sea un programador chapucero como el Arquitecto de The Matrix (elegidos, gatos negros y demás glitches por doquier).

      ¿Ves por qué en este caso la navaja de Ockham no sirve como guía de probabilidad? Pero vaya si sirve como indicador económico de indispensabilidad o utilidad.

      Por ejemplo, si «Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos» pues… gracias, pero como que el sujeto de la oración viene sobrando. ¡Shwiiinnn! La navaja a lo suyo. Sospecho que a Ockham le hubiera gustado ser director de cine. ¡Corte!

      Y si «los designios de Señor son inescrutables» pues que se los meta en el… culto, que viene sobrando, vamos, pues «lo que tiene que pasar» pasará nos guste o no y sin importar cuánto nos deslomemos rezando. ¡Shwiiinnn!

      En amenas palabras, ¿es indispensable la idea de Dios en un universo que funciona exactamente igual con o sin Él (o Ella)? La respuesta es NO. Pues entonces… ¡Shwiiinnn!

      No podemos demostrar que Dios no existe, pero no importa porque da lo mismo, si el tío existe es a todos los efectos un perfecto cero a la izquierda, igual que si no existiera. Ninguna diferencia, o en todo caso ninguna que podamos controlar, predecir o siquiera percibir. ¿Para qué complicarnos la vida, pues? Colorín colorado, la navaja ha hablado.

      Saludos.

      1. ¡Amén! Efectivamente Pelau, esa es la cosa.

        ¿Y que tendría que hacer nuestro dios indetectable, en su diseño perfecto, para que creyéramos en él? Lo único que podría hacer es chapucear el universo, lo único, es decir, que éste no fuera perfecto; Y una vez chapuceado el universo ¿qué debería de hacer?, ¿hacernos chantaje con el infierno + chantaje emocional?, ¿construir un enemigo maligno común a todos del que él solo nos puede salvar? ¿adueñarse de la moral de la sociedad y las fiestas?, ¿hacer milagros? No, esta mierda solo sirve para mantener religiones, cuya finalidad es mantenerse a ellas mismas.
        Lo que tendría que hacer, simple y llanamente es mostrarnos el parche, ya está, eso solo.

        Si ahora viniera alguien y nos dijera que es dios o hijo de dios, no le creeríamos, y si hiciera milagros, pues aplaudiríamos y le preguntaríamos cómo lo hace; y si nos llevara volando y nos enseñara el reino de los cielos, nos maravillaríamos, aplaudiríamos de nuevo y le preguntaríamos de qué planeta o universo viene con una tecnología tan brutal…etc…no tendría más opción que dejarse de gilipolleces e ir directo al grano, «pues mirad chicos, aquí la física funciona así, pero como veréis, en este punto esto de acá es arbitrario y sin explicación dentro del espacio tiempo ¿veis?, es un parche de fuera del vuestro contexto y no lo vais a entender» Entonces sí, diríamos, «uaaaauuu, muy bueno….éste….oye…puestos a parchear y tal….eeeehhh ¿qué tal una lotería?»

        1. JoJo, ésa sí que estaría buena.

          Pero cuidado, si todos fuéramos multimillonarios podría implicar mayor carga de trabajo para el «server». Mira si se llega a «caer el sistema» por culpa de tanta felicidad… XD

          ¿Reboot? 🙂

      2. «¿Acaso estamos hablando de dos dragones distintos? No creo. Por como surgió este hilo estamos hablando metafóricamente de Dios»

        El dragón indetectable (sobrenatural) es una analogía de Dios, no una «metáfora» de Dios. Una hada sobrenatural también sirve como analogía de Dios. Por cierto, en otro comentario niegas ser agnóstico respecto a las hadas. ¿Por qué eres agnóstico respecto al dragón y a Dios pero no respecto a las hadas?

        «Un ser sobrenatural […] no puede ser refutado científicamente porque está más allá del alcance de la ciencia.»

        Mi refutación de la existencia del dragón demuestra que los seres sobrenaturales no están «más allá del alcance de la ciencia».
        La refutación del dragón, aplicada a Dios, quedaría como sigue: se supone que Dios es un intelecto inmaterial; sin embargo, la ciencia ha descubierto que la inteligencia es una propiedad emergente de la materia, y en consecuencia esto cuenta como una prueba que nos obliga a excluir (descartar, negar) la existencia de Dios, al menos mientras no aparezcan nuevas pruebas.

        «¿Ves por qué en este caso la navaja de Ockham no sirve como guía de probabilidad?»

        Me temo que no entiendes cómo funciona la navaja. La navaja es necesariamente una guía de probabilidad, pues señala cuál de las hipótesis conocidas es probablemente la verdadera. Además, cualquier hipótesis «cortada» por la navaja es negada provisionalmente, lo cual significa que la navaja funciona siempre socavando el agnosticismo, nunca fomentándolo.

  9. No deseo responder a, ni polemizar con, los comentaristas. Simplemente deseo manifestar mi alegría, contento y satisfacción con el elevado nivel alcanzado en esta polémica. Gracias a FRANCIS y a todos los polemistas.
    P.D.: ¿Sobra? decir que tengo mi personal posición, antigua (tengo 77años) y firme sobre este asunto.

  10. Dice el final de la reseña:

    «El teísmo permea todo el libro y sugiere que Carroll busca un Templeton. Su naturalismo poético permite la poesía del teísmo más allá de lo que permite el naturalismo metodológico. Aún así, el libro merece la pena y lo recomiendo a todos.»

    ¿Teista Sean Carroll? ¡Qué disparate!

    Por si se le hubiera olvidado o ignorara el autor de la reseña:

    teísmo.
    Der. del gr. θεός theós ‘dios’ e -ismo.

    1. m. Creencia en un dios como ser superior, creador del mundo.

    Real Academia Española © Todos los derechos reservados

    Por lo detallado y descriptiva — en exceso; parece un resumen del texto — se puede dar el beneficio de la duda a su autor y admitir que se ha kleído el libro. De lo que no cabe duda es que no se ha debido enterar de mucho, dada su absurda y ridícula conclusión

  11. Nada nuevo, cuando leí La estructura de la realidad y el comienzo del infinito , se llega a la misma conclusión destila Teísmo pero no un Dios teísta tradicional de las religiones , más bien diría Hugo de Garis un Deísmo-Artilect, conclusión de todas las religiones simpatizo con el Budismo, y me inclino también por el Punto Omega de Tipler y de Michio Kaku las «deidades» de la escala Kardashov, en fin, ateísmo es una posición racional , pero si nos ponemos filosóficos hasta el ateísmo está en un callejón sin salida, al fin y al cabo la antigua escuela de materialismo ateo Lokayata fundada por Carvaka , fue rechazada por otro filósofo muy cercano y vagamente afiliado a esa escuela Jayarasi Bhatta, concluyó que no hay una verdad difinitiva que los humanos pudieran comprender, aún con la ciencia , el conocimiento es incompleto , y estoy de acuerdo Marcelo Gleiser.

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