Imagina un maestro de escuela dando clase a un grupo de niños utilizando la pizarra, la tiza y el borrador. Niños «obsesos» con la «tele» y con grandes dotes para la «Game Boy» o sus variantes. ¡Pobre hombre! ¡Qué iluso! Pizarra, tiza y borrador. ¿Cómo va a incentivar a sus alumnos para que le sigan en clase? ¡Los hay inútiles!
Las escuelas deben tener laboratorios de ordenadores y los maestros deben utilizar programas de ordenador de apoyo a la docencia. Gracias a los ordenadores los alumnos aprenderán mucho más fácilmente. Se sentirán incentivados a usar y a aprender con esos programas de ordenador «maravillosos» que los maestros seleccionarán entre la «amplia» oferta disponible para ello.
Hace ya unos años se me quejaba un profesor de informática de una Universidad cubana. «Fidel quiere que toda escuela de primaria cubana tenga al menos un ordenador» para que todo niño cubano pueda «tocarlo» alguna vez en la vida. Sin embargo, en las aulas de informática de las universidades cubanas muchos alumnos se pegaban entre sí por «tocar» un ordenador. Esto ya ha cambiado. Algunos contribuimos con un pequeño granito de arena luchando porque los ordenadores obsoletos en las universidades españolas, en lugar de ir directos al almacén o al museo, fueran enviados en barcos con bandera de conveniencia hacia la Isla. No siempre llegaron esos ordenadores a su destino (muchos se quedaron en la Aduana cubana). No siempre fueron bien recibidos en la Isla. Esperaban ordenadores de «primera mano» y no les agradaban los ordenadores de «segunda mano» que eran los únicos que podíamos enviarles. Aún así, algunos contribuimos con un pequeñito grano de arena.
¿Sirven de algo los ordenadores en enseñanza primaria? Sí. No. Sí. No… ¿cuántos pétalos tiene una margarita?
La única manera de saberlo es realizar un estudio. ¿Pero quién lo pagará? Pudiendo gastar el dinero en comprar ordenadores, ¿quién se lo gastará en saber si sirven para algo?
Si en algo he de quitarme el sombrero ante los norteamericanos, es que se gastan el dinero «alegremente» donde a los demás nos «duele.» El Deparmento de Educación de EE.UU. se gastó 14.5 millones de dólares en este estudio. Los encargados de realizarlo fueron de la empresa Mathematica Policy Research Inc. (MPRI), de Princeton, New Jersey. Los resultados preliminares publicados en abril de 2007 fueron claros. Usados en la enseñanza de inglés («lengua») en primer y cuarto año de primaria y en la enseñanza de matemáticas en el sexto y noveno año, sirven para … nada. No sirven para nada. Los alumnos que no utilizan los ordenadores para aprender estas materias obtienen mejores resultados en las encuestas realizadas en este estudio que los que los utilizan. Nos lo cuenta Jeffrey Mervis, «Study Questions Value of School Software for Students,» Science 323: 1277, 6 March 2009 .
¿Cómo es posible? ¡Imposible! Seguro que hicieron mal el estudio. ¡Estos norteamericanos! ¿Cuándo aprenderán a hacer bien los estudios? Los ordenadores en la enseñanza primaria tienen que ser claves para una enseñanza primaria de calidad. ¡Faltaría más! ¿Por qué perderán los norteamericanos el tiempo en estos estudios? Piensa un poco. ¿Sabes cuántas escuelas primarias hay en EE.UU.? ¿Sabes cuánto dinero cuesta poner ordenadores disponibles a todos los alumnos e enseñanza primaria en EE.UU.? Si sabes estimar, estímalo, si no, busca en internet. Compara el resultado con el coste del estudio…
Muchos criticaron el resultado del estudio. Faltaría más. ¡Habían usado los software de docencia equivocados! ¡Habían mezclado resultados de software diferentes! Todo el mundo sabe que hay software educativos «buenos» y «malos». Han mezclado «churras con merinas.» El estudio está mal hecho. Entre los críticos se encontraban los desarrolladores de «Cognitive Tutor» (un software para aprender Álgebra I desarrollado en la prestigiosa Universidad de Carnegie Mellon). A la empresa de Princeton le importaba un «comino» que software evaluar. Que hay que evaluar «Cognitive Tutor,» pues se evalúa (mientras el gobierno pague). El 17 de febrero de 2009 han publicado los datos del nuevo estudio, que incluye resultados para varios software estudiados de forma separada, no sólo de «Cognitive Tutor.» Si las cosas hay que hacerlas bien, se hacen bien.
El resultado… por supuesto, el esperado.
El nuevo resultado era el que tenía que ser. Faltaría más, como iba a ser de otra manera. Se confirma completamente los resultados del estudio ya realizado con anterioridad. ¿Cómo? Como lees. ¿Cómo no van a ser mejores los resultados para los alumnos que utilizan los ordenadores? Mula Francis, estarás de broma. La Mula Francis se hace eco de lo que han publicado en la prestigiosa revista internacional Science. ¿Es el 6 de marzo el día de los inocentes en EE.UU.? ¡Qué bromistas los editores de Science!
Como afirma el autor del artículo algo tiene que estar mal. «Education research is rarely definitive, however, and this study is no exception.» Los resultados del estudio son los que son. Pero no pueden ser los que son. Algo habrán hecho mal. El autor del artículo nos destaca lo que afirma el especialista en software docente en primaria de la empresa MPRI, Mark Dynarski, quien reconoce que «the students and teachers were not randomly assigned to the products. Everyone began at different starting points. So we can only say how this product works at a particular school.» Lo dejo en inglés. Perdón. Esta claro que el estudio tiene que estar mal. ¡Faltaría más!
El autor nos lo deja claro. El estudio está mal porque se basa en encuestas (exámenes) de conocimiento a los alumnos que usan o no usan los ordenadores. El estudio «bien hecho» requiere más dinero para que los investigadores de la empresa puedan estudiar en vivo y en directo «cómo usan los alumnos y profesores los ordenadores». Literalmente, en inglés, «researchers didn’t have enough money to continue observing teachers in their classrooms or surveying them about how they used the product. That makes it difficult to interpret large fluctuations from one year to the next in the amount of time spent using particular software.» Esta claro. Si el estudio no da lo que tiene que dar, es que el estudio está mal hecho.
El autor acaba el artículo con la frase lapidaria «There might be a lot of positive things going on in the classroom, such as greater fluency with computers. But it’s not leading to the kind of results that people want, which are better test scores.»
En resumen, es analfabeto el que no sabe usar un ordenador. Los ordenadores en la escuela «corrigen» este analfabetismo. No le busquemos 5 pies al gato. Aunque los alumnos aprendan menos «otras cosas» por tener clases con ordenadores, no importa. Lo importante es que no sean «ordenanalfabetos.» Ya tendrán tiempo de aprender «lengua» o «matemáticas» más adelante. ¡Y lo que disfrutan con la consola!