Actimel® es un preparado de leche fermentada con Lactobacillus casei que está de moda. Mi hijo le llama Actimel a cualquier cosa que parezca un yogurt líquido. Hace años le hubiéramos llamado Yoplait. La publicidad dice que el Actimel mejora las defensas, luego los niños que lo toman asíduamente tendrán menos incidencia de enfermedades respiratorias (vías respiratorias altas y bajas) y enfermedades gastrointestinales (diarrea, vómitos, dolor de estómago y estreñimiento). ¿Es verdad? Un estudio nutricional con 251 niños barceloneses entre 3 y 12 años de ambos sexos, de los que 142 recibieron 2 Actimel diarios y 109 recibieron dos dosis de un placebo, no ha encontrado diferencias significativas entre ambos grupos (Actimel logra reducir sólo en 1 día la duración e incidencia de procesos infecciosos durante las 20 semanas estudiadas). El estudio es J. M.ª Cobo Sanz et al., «Efecto de Lactobacillus casei sobre la incidencia de procesos infecciosos en niños/as,» Nutrición Hospitalaria 21: 547-551, 2006 .
Todos somos una colonia de microorganismos (el llamado «superorganismo humano»). En nuestro intestino se encuentran más de 100 billones de microbios de más 1000 especies diferentes, la flora intestinal, que nos permite digerir lo que comemos, incluidas vitaminas, fibras y azúcares. «Sin ellos, no seríamos lo que somos.» («Microbioma: científicos estadounidenses descifran genoma de la flora intestinal humana,» diariosalud.net, 05 de junio de 2006). En total, el número de genes que habitan en nuestro cuerpo es 100 veces superior al que contiene nuestro propio ADN. Bacterias intestinales de géneros como Bacteroides, Bifidobacterium, Eubacterium, Clostridium, Lactobacillus, Peptostreptococus, Peptococcus, Propionibacterium, y Escherichia. Actimel contiene L. casei pero otros productos contienen bífidos y otros tipos de bacterias. ¿Puede la ingesta de estos productos probióticos alterar la composición y actividad de la flora intestinal?
El ecosistema microbiano intestinal es extremadamente complejo. Todos sabemos lo que ha pasado cuando los humanos hemos intervenido introduciendo especies en ecosistemas (los conejos en Australia o las tortugas americanas en nuestros ríos ibéricos). Sin embargo, hasta donde yo sé, los estudios sobre los efectos de alimentos probióticos (con lactobacilos o bifidobacterias) no nos clarifican el asunto. Algunos estudios indican que aumentar artificialmente el número de una especia (p.ej. L. casei) afecta negativamente a otras bacterias y reduce la variabilidad de la flora intestinal. Otros estudios, por el contrario, no observan efectos adversos y hasta recomiendan estos productos (aunque siempre con cierta moderación). Algunos ejemplos (para los interesados con acceso a ScienceDirect) «Bacterial interference for the prevention and treatment of infections» o «The commensal microflora of human milk: new perspectives for food bacteriotherapy and probiotics» o «The Human Microbiome and Probiotics: Implications for Pediatrics» o «Probiotics and immunology: separating the wheat from the chaff.»
Siempre nos han dicho que automedicarse es malo. ¿Es malo automedicarse? La bacterioterapia alimentaria, consumir alimentos con bacterias con fines terapéuticos, es una forma de automedicarse. Mi opinión es sencilla. Yo prefiero no automedicarme conscientemente y no automedicar a mi hijo.
Por cierto, en la página web de Actimel nos aclaran sobre la «noticia falsa sobre Actimel» que corre por la web, incluyendo un Comunicado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). ¿Cuánto habrá cobrado el CSIC por este comunicado? El País considera el caso Actimel un «ciberbulo.» ¿Conocéis el caso de la Talidomida y las embarazadas?
PS (05 ene. 2010): Muy interesante y recomendable la entrada de Shora «Aprendiendo ciencia con Actimel,» Blog de Medicina, 4 Enero, 2010, en la que se comenta en detalle el artículo que abre esta entrada [visto en la portada de Menéame]. Como nos comenta Shora, «ciencia mercenaria, quién paga, manda.» Discute las tres trampas de este artículo: (1) exagerar los resultados de una publicación científica para hacerla publicitaria (la diferencia estadística entre los que tomaron Actimel y los que no lo tomaron es probablemente debida al azar); (2) omitir los resultados negativos de una publicación científica de cara a la publicidad (los niños que recibieron Actimel padecieron más episodios de faringoamigdalitis que los niños del grupo de placebo); y (3) diseñar un estudio que respalde tu publicidad aunque sea una chapuza metodológica (según Shora es un estudio «mal» diseñado con resultados muy engañosos).
PS (05 nov. 2011): Recomiendo la lectura de Ed Yong, «Las bacterias beneficiosas se mueven de manera misteriosa» («Friendly bacteria move in mysterious ways«) que nos indica que «los yogures probióticos parecen tener poco efecto en la población de bacterias en el intestino humano.» Así lo afirman Nathan P. McNulty et al., «The Impact of a Consortium of Fermented Milk Strains on the Gut Microbiome of Gnotobiotic Mice and Monozygotic Twins,» Science Translational Medicine 3: 106ra106, 26 October 2011. También merece la pena leer Jordan E. Bisanz, Gregor Reid, «Unraveling How Probiotic Yogurt Works,» Science Translational Medicine 3: 106ps41, 26 October 2011.