Publicado en Nature: Sarkozy, Aznar, la universidad y los rankings internacionales

Por Francisco R. Villatoro, el 4 marzo, 2010. Categoría(s): Ciencia • Docencia • General • Noticias ✎ 3

El ex-presidente Aznar estaba obsesionado con la pobre actuación de las universidades españolas en las clasificaciones (rankings) internacionales. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, también lo está. Aznar buscó con la LOU arreglar los problemas de la universidad española, pero no lo logró. Sarko tiene «el objetivo de tener dos instituciones francesas en el top 20, y 10 entre las 100 mejores.» Apuntar, apunta alto. ¿Será capaz de lograrlo? ¿Le pasará lo mismo que a Aznar en España? Nos lo comentan en «International university rankings need to be improved — and interpreted more wisely,» Editorial, Nature 464: 7-8, 4 March 2010, y en el interesante artículo de Declan Butler, «University rankings smarten up. Systems for ranking the world’s higher-education and research institutions are about to become more sophisticated,» News, Nature 464: 16-17, 4 March 2010.

Cada ranking tiene sus pros y sus contras. Los dos más famosos son el que la Universidad Jiao Tong de Shanghai, en un intento de comparar las universidades chinas con sus contrapartes en otros lugares del mundo, puso en marcha en 2003, y el que puso en marcha con fines comerciales en 2004 el editor en Londres de la revista Times. Estas clasificaciones se basan en indicadores ponderados, como la producción de publicaciones de una universidad y su reputación. Estos rankings se pueden criticar desde muchísimos puntos de vista. Por un lado, tienden a centrarse demasiado en la investigación y no prestan suficiente atención a otros factores clave, como otras formas del saber, como lo bien que la universidad enseña a sus estudiantes a pensar críticamente y a innovar. Además, premian las investigaciones de alto impacto, como las biomédicas, penalizando las de menor impacto como las de ingeniería o ciencias sociales. Por otro lado, comparar instituciones tan diversas como las universidades no parece apropiado, más bien habría que comparar departamentos o laboratorios concretos.

Sin embargo, las universidades que ocupan los primeros lugares en ambas clasificaciones (que son prácticamente las mismas, sólo cambia el orden) están muy felices de anunciar a los cuatro vientos su posición y no están nada interesadas en cuestionarse la calidad y credibilidad de la clasificación. La Universidad de Harvard es la número uno en ambos rankings. Una universidad con una financiación «galáctica.» Como en el fútbol, nadie cuestiona al Real Madrid o al Barcelona, tenga el puesto que tengan. Son los mejores equipos y normalmente están en los primeros puestos. Y punto. Nadie cuestiona su autoridad en el campo. Igual que en el fútbol las universidades que ocupan los primeros puestos muestran presupuestos abultados que marcan claramente la diferencia.

Nos guste o no, las clasificaciones de universidades han venido para quedarse. El desafío para los especialistas en bibliometría es explicar sus limitaciones y apoyar los esfuerzos para proporcionar una visión más holística de la universidad. La universidad, la cuna del saber, debe demostrar su sabiduría y mostrar cómo evitar el uso abusivo de los rankings. Como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha advertido recientemente [1] la educación superior no puede «reducirse a un puñado de criterios que dejan fuera más de lo que incluyen.» Lo ha hecho en el marco del proyecto AHELO (Assessment of Higher Education Learning Outcomes) que ha recibido 12’5 millones de dólares para desarrollar nuevas métricas que permitan medir la enseñanza y el aprendizaje que podrán ser utilizadas para clasificar las universidades del mundo en función de su componente docente (no necesariamente relacionada con su componente investigadora). La Asociación Europea de Universidades, que representa a más de 800 universidades, cree que dichas métricas ayudarán a colocar a la universidad europea en el lugar que le corresponde en el mundo globalizado en el que vivimos. Esperemos que sea para bien, tanto de los alumnos como del resto de los miembros de la comunidad universitaria europea.



3 Comentarios

  1. Está bien la crítica a los baremos. Los criterios siempre son discutibles y no son ajenos a la subjetividad. Lo que más me ha llamado la atención ha sido el párrafo «lo bien que la universidad enseña a sus estudiantes a pensar críticamente y a innovar». Si a las universidades españolas les aplican ese criterio, con lo aficionados que somos a las clases magistrales con nula participación por parte del alumnado, no es que acabaran en los últimos puestos, acabarían por debajo de la corteza terrestre.

    1. Se agradecen siempre las entradas en este blog. Pero al igual que Encarna me ha chocado mucho el mismo comentario que a ella. La universidad española NO enseña a sus estudiantes a pensar criticamente y a innovar. Es más bien lo contrario, enseña a memorizar y a no pensar.

      Las clasificaciones de las universidades son ciertamente muy discutidas, lo que siempre echo de menos en ellas, es una ponderación de su posición en función del dinero que manejan. Puede que lo tengan en cuenta, ¿Sabes si lo hacen?

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