Varias opiniones sobre el estado de la universidad y de la investigación en España

Por Francisco R. Villatoro, el 31 enero, 2013. Categoría(s): Ciencia • Política • Science ✎ 1

Twitter combina la inmediatez con la reflexión, pues a veces lo que se le quiere decir a alguien no cabe en 140 caracteres y hay que reflexionar cómo cortarlo, lo que no es lo mismo que reflexionar sobre cómo contarlo. Ayer tuve una curiosa conversación con @eulez sobre el estado actual de la universidad española que finalizó con un lacónico «es muy fácil posicionarse en un discurso teórico sobre «lo que hay que hacer».» Obviamente.

Ana Ripoll, que fue rectora de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos cuenta en «Hacia un nuevo modelo de Universidad pública,» El País, 31 ene 2013, que «debemos aprovechar la crisis para dar un salto cualitativo hacia la excelencia. Si la Universidad española quiere destacar en el ámbito internacional necesita mejorar. (…) Las universidades deben apelar a sus valores y utilizar sus fortalezas para (…) construir un nuevo modelo de Universidad. (…) Si queremos tener universidades intensivas en investigación, hay que ser más selectivos en la oferta de estudios, primar los grupos de máxima excelencia e iniciar políticas activas de captación de investigadores excelentes. Es imprescindible redimensionar las universidades.» Hay que «avanzar hacia un nuevo modelo con un sistema propio, no burocratizado, de captación, selección y promoción del profesorado, acorde con las necesidades docentes y de investigación estratégica; un sistema que permita ganar adaptabilidad, mediante contrataciones y retribuciones más flexibles y adaptadas a los resultados académicos. (…) Para huir de la mediocridad [hay que] reconocer las singularidades y apostar por estructuras descentralizadas en las que cada centro llegue a ser motor y protagonista de su actividad académica.» Se requiere «una estructura corporativa menos numerosa en los rectorados y una estructura fuertemente operativa en los centros capaz de desarrollar sus objetivos estratégicos.» En resumen, «un cambio en el marco normativo y en la legislación vigente. (…) Mantener y preservar el carácter de servicio público de las universidades está fuera de duda, pero, a su vez, es trascendental una acción proactiva de las universidades en la búsqueda de fondos privados, que les permita ganar autonomía financiera e incorporar estabilidad en su financiación.»

Juan Hernández Armenteros (Universidad de Jaén) y José Antonio Pérez García (Univ. Politécnica de Valencia), expertos en financiación universitaria, nos cuentan en «Universidades públicas, financiación, recortes y productividad,» El País, 27 ene 2013, que «la Universidad española -amén de sus problemas- es francamente productiva (por sus resultados en relación con sus recursos): No hay exceso de universidades, tenemos una universidad cada 582.000 habitantes, por una cada 283.000 habitantes del Reino Unido y una por cada 94.000 habitantes de Estados Unidos; estamos a la cabeza de tasa de titulación (79%) de nuestros estudiantes de los países europeos, solo por detrás de Gran Bretaña y Dinamarca en rendimiento académico; los universitarios tienen una tasa de paro del 10%, frente al 26% del mercado de trabajo; la Universidad española produce el 3,3% de la producción científica mundial y el 4% de las citas científicas, cuando el tamaño de nuestra economía es el 2,2% de la mundial y nuestro comercio exterior el 1,9% del mundial; las universidades públicas proporcionan formación superior por un curso completo a sus estudiantes con el 76% de los recursos totales que cobran a sus alumnos las universidades privadas.» Pero «el tsunami de la consolidación fiscal casi nos ha retrotraído a los años noventa en recursos y, sobre todo, en costumbres. Los modelos de financiación han sido borrados del mapa. Si era necesario el ajuste (que no lo era), era posible recortar de otra manera, con mas finura, más inteligencia, más criterio. No es este el camino que requiere la mejora de la excelencia. (…) Nos jugamos el futuro.»

Alonso Rodríguez Navarro (profesor emérito, Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas, Universidad Politécnica de Madrid), nos cuenta en «Las causas del fracaso de la investigación en España,» El País, 30 ene 2013, que «el número de publicaciones científicas de siete universidades estadounidenses: MIT, Columbia, California-Berkeley, Harvard, Princeton, Stanford y CALTECH, más el Instituto Howard Hughes es, aproximadamente, igual que el de España [en los últimos 12 años], pero en ese tiempo esas instituciones han obtenido 29 premios Nobel en ciencias. Estas publicaciones sirven igual para 29 premios Nobel o para ninguno, depende de quien las haga. Otro ejemplo, (…) en el “Global Ranking” el CSIC está en noveno lugar, el MIT está en el puesto ¡46! (…) A principios de los ochenta, la presencia de la ciencia española en los foros internacionales era mucho menor que su potencial. Por ello, había que estimular a los investigadores a publicar en revistas internacionales prestigiosas, la llamada «década prodigiosa» de 1985 a 1994; el crecimiento en el número de publicaciones fue espectacular en comparación con la inversión económica. Pero esa era una política coyuntural, con fecha de caducidad, (…) si se mantenía mucho tiempo, sería mortífera para la investigación. (...) Nuestras autoridades científicas no entienden que si se financia poco y se exigen muchas publicaciones, lo que se obtiene son muchas publicaciones y poco o ningún progreso importante del conocimiento. (…) España ocupa el noveno lugar en el mundo atendiendo a su posición en los Essential Science Indicators del ISI, Alemania es tercera, Japón es cuarto y Francia es sexta. (…) España adelantó a Japón en 2001, a Francia en 2009, a Alemania en 2011 y en 2011 hemos duplicado a Japón. ¿Puede alguien creér[selo]? (…) Estamos como con la burbuja inmobiliaria.»



1 Comentario

  1. Cuando las 11 personas que forman el Comité de Expertos den a conocer sus recomendaciones, valdrá la pena comentarlas. Mientras tanto, todo lo que diga el personal en «El País» (o en cualquier otro medio) son opiniones respetables, pero ¿tienen influencia política?.

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