La Traca #8 Luciérnagas: La memoria del agua

Por Francisco R. Villatoro, el 8 febrero, 2018. Categoría(s): Ciencia • Colaboración externa • Medicina • Personajes • Recomendación ✎ 1

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Ya está disponible el podcast #8 de La Traca (de la Ciencia), mi sección en el programa de radio Luciérnagas de Dante Cáceres. Divulgación científica en la Radiotelevisión Diocesana, en el canal de Radio Santa María de Toledo. Se emite todos los martes a las 22:40 horas (hora de Madrid), los miércoles a las 03:00 horas y los domingos a las 24:00 horas.

La memoria del agua. La homeopatía es una pseudomedicina creada en 1796 por Samuel Hahnemann bajo la idea de que «lo similar cura lo similar» (similia similibus curentur). La homeopatía es una pseudomedicina cuyo éxito se basa en el efecto placebo; muchas remiten por sí solas, luego consumir agua o azúcar como pócima homeopática puede hacer creer al enfermo que se ha curado gracias a la homeopatía. Hay que recordar que a finales del siglo XVIII se acuñó el término «matasanos» para los médicos, que abusaban de la sangría y la purgación, tratamientos que a menudo empeoraban los síntomas y a veces resultaban letales. Hahnemann rechazó estas prácticas como irracionales y desaconsejables;​ en su lugar, defendía el uso de preparaciones homeopáticas, que actuaban como pociones mágicas preparadas por él, pero que básicamente eran agua y solo agua. El efecto placebo ligado a la recuperación normal de la enfermedad son el éxito de esta terapia.

El polémico artículo del que hablo es E. Davenas, F. Beauvais, …, J. Benveniste, «Human basophil degranulation triggered by very dilute antiserum against IgE,» Nature 333: 816–818 (30 Jun 1988), doi: 10.1038/333816a0; el editorial de John Maddox, «When to believe the unbelievable,» Nature 333: 787 (30 Jun 1988), doi: 10.1038/333787a0; la crítica del trío en John Maddox, James Randi, Walter W. Stewart, «‘High-dilution’ experiments a delusion,» Nature 334: 287–290 (28 Jul 1988), doi: 10.1038/334287a0. Sobre la homeopatía recomiendo la web «¿Qué es la homeopatía?».

El texto de más abajo está muy inspirado por Federico di Trocchio, «Las mentiras de la ciencia», Historia de la ciencia, Alianza Editorial (1993), capítulo 4 [pp. 165-174].

DOCTEUR JACQUES BENVENISTE, DIRECTEUR SCIENTIFIQUE DE DIGIBIO (LABORATOIRE DE BIOLOGIE NUMERIQUE) POSE DANS SON LABO RATTACHE A L'INSERM DE CLAMART LE 14/12/2000. PHOTO FRANCOIS BOUCHON / LE FIGARO
JACQUES BENVENISTE 14/12/2000. PHOTO FRANCOIS BOUCHON / LE FIGARO

La homeopatía no tiene base científica. Se basa en usar dosis infinitesimales de sustancias que son imposibles de medir en laboratorio. Como no es posible saber si la sustancia está presente o no lo está en el preparado homeopático es imposible estudiar si es efectiva o no lo es como tratamiento. Los defensores modernos de la homeopatía se apoyan en un artículo publicado el 30 de junio de 1988 en la revista Nature, cuyo último autor era el profesor Jacques Benveniste de la Universidad de París-Sur y el primer autor era Elisabeth Davenas. Su título es exótico donde los haya: «Desgranulación de basófilos humanos activada por un antisuero contra IgE muy diluido». Los basófilos son glóbulos blancos de la sangre que contienen gránulos que contienen sustancias como la histamina, que tiene un papel en las reacciones alérgicas. Cuando un sujeto alérgico entra en contacto con un alérgeno al que es sensible (como podría ser por ejemplo el polen de las plantas) los basófilos dejan en la sangre sus gránulos que liberan la histamina en el nivel de las mucosas, de las paredes vasculares, de los bronquios, provocando las manifestaciones características la alergia. La desgranulación de los basófilos es el primer escalón de la reacción alérgica.

Se puede provocar una reacción alérgica usando una sustancia anti-IgE, un anticuerpo que desencadena la desgranulación de cualquier tipo de basófilo, tanto en personas alérgicas como en aquellas que no lo son. Los experimentos de Benveniste en Nature consistían en verificar si la desgranulación de los basófilos podía desencadenarse mediante pequeñísimas dosis de anti-IgE, preparadas a partir del principio de dilución típico de la homeopatía. Se partía de una solución acuosa que contenía un gramo de anti-IgE por cada litro de agua, luego se diluía diez veces esta solución y después se repetía la operación dividiendo por diez el contenido del antisuero. De ese modo se obtenía una solución dentro de la cual, bajo las leyes de la quimica, no se encontraba huella alguna del antisuero, según la ley de Avogadro.

«La naturaleza de este fenómeno permanece sin explicación» se afirmaba en el artículo y se proponía una hipótesis: «Pensamos que ninguna de las moléculas originales estaban presentes en las diluciones sobrepasando el límite de Avogadro, y que la información específica debe haberse transmitido durante el proceso de dilución y agitación. El agua puede haber actuado como un molde para la molécula.» Esta hipótesis formulada por Benveniste que la repitió luego en diferentes ocasiones, se volvió tan famosa como la hipótesis de la «memoria del agua». Benveniste sostenía que las moléculas de antisuero dejaban una huella, una especie de marca imperceptible, modificando el campo electromagnético de algunas moléculas de agua. La idea fue considerada absurda por la ciencia oficial. Más aún, Benveniste divulgada la idea con analogías sorprendentes: Declaró que se podría lanzar las llaves del coche al Sena en París y recoger en Le Havre las moléculas que conservan el molde que permitiría volver a hacer las llaves y encender el motor.

¿Por qué Nature, la revista científica de mayor prestigio en el mundo, había publicado aquel artículo? En realidad, el director de la revista John Maddox había rechazado en un principio el artículo, pero Benveniste había insistido repetidas veces poniendo toda su autoridad científica sobre el asador hasta que finalmente Maddox prometió publicarlo aunque con dos condiciones: en primer lugar todo el articulo debía estar precedido, como sucedió en efecto, por un editorial titulado «Cuando creer en lo increíble», en el que el mismo Maddox señalaba que el fenómeno descrito en el artículo carecía de explicación física, al menos por el momento, y pedía a los lectores que dejaran su opinión acerca del tema en suspenso hasta que, y esta era la segunda condición, una comisión no hubiera ido al laboratorio de Benveniste a fin de asistir a la repetición de los experimentos y hubiera controlado los resultados.

Nos cuenta en su libro Federico di Trocchio que durante toda una semana el mismo John Maddox, el conocido prestidigitador James Randi, y el fraudbuster Walter Stewart pusieron patas arriba el laboratorio de la unidad 200, hicieron mil quinientas fotocopias de documentos y metieron las narices en todas partes para intentar comprender dónde estaba el truco. Los resultados de aquella visita de control se presentaron en un artículo aparecido, siempre en Nature, el 28 de julio de 1988. Sin embargo, el artículo no presentaba ni una solución clara, ni una abierta acusación. Para comprender qué había ocurrido había que leer entre líneas. Los tres examinadores se declaraban convencidos de la buena fe de Benveniste mientras que de Davenas decían tan sólo que debían agradecerle por haberse encargado de contar las burbujitas rojas. La  ausencia de referencia a la buena fe de Davenas parecía insinuar en forma implícita, como luego hizo Randi (aunque sólo en privado y no por escrito), que la investigadora pudiera ser la responsable del truco que estaban buscando. Pero en el resto del artículo no se mencionaba truco alguno ni se sacaba la conclusión de que el tema de la memoria del agua fuese un montaje de tipo fraudulento. La única acusación que se hacía contra los investigadores franceses era la de haber cometido errores en las muestras estadísticas. Para ellos la presentación salteada de los resultados positivos dependía simplemente de errores en el conteo de las burbujitas rojas.

No se excluía la existencia de alguna persona que hubiese cometido un engaño. Existían, de hecho, muchos detalles sospechosos. Los examinadores se enteraron de que la única que había obtenido regularmente buenos resultados era Elisabeth Davenas: escribía los resultados con tinta indeleble en un cuaderno de laboratorio cuyas páginas estaban enumeradas, pero antes tomaba apuntes a lápiz, luego llevaba a casa el cuaderno y escribía la versión definitiva. Esto hacía pensar de inmediato, que al ordenar las cosas, Davenas no tenía en cuenta los resultados negativos.

En un primer momento, los experimentos repetidos por los franceses ante la vigilancia de los tres examinadores habían dado resultados positivos, tanto es así que Maddox comenzaba a temer que debía publicar en su revista un informe favorable acerca de los méritos a tener en cuenta y la seriedad científica de la homeopatía. Antes de verse obligados a admitir algo tan vergonzoso para ellos, los tres examinadores deseaban llevar a cabo una última serie de experimentos con una metodología
muy rigurosa. Las probetas que contenían las diluciones se etiquetaron ante el ojo vigilante de una cámara de televisión. Luego Davenas las llevó a otra habitación cuyas ventanas habían sido oscurecidas para que nadie pudiera ver lo que ocurría. Se controló también que no existieran micrófonos y, siempre bajo la vigilancia de la videocámara. Quitaron las etiquetas que Davenas había colocado y las sustituyeron por otras, numeradas de acuerdo con un código totalmente casual inventado en aquel momento y que se transcribió sobre una hoja de papel. Esta hoja se dobló y se colocó dentro de otra, esta vez de aluminio, y se introdujo en un sobre que fue cerrado con un adhesivo especial de manera tal que cualquier persona que hubiera intentado abrirlo habría dejado sus huellas digitales. Finalmente se colocó el sobre en el techo del laboratorio. Sólo al final de este proceso Davenas obtuvo nuevamente las probetas para continuar con el experimento. Todo este procedimiento se había llevado a cabo a fin de que si alguien intentaba realizar algún engaño contaminando alguna de las probetas con el antisuero, no supiera cuál de ellas contaminar. Finalmente las diluciones ya codificadas fueron puestas en contacto con los basófilos, se agregó el colorante y se las llevó al frigorífico para poder efectuar los conteos. Hecho esto, investigadores e inquisidores fueron a cenar. Sin embargo, antes de abandonar el laboratorio, Randi, sin decírselo a nadie, hizo unas marcas en el suelo para señalar la posición de una escalera que podía servir para alcanzar la carta que estaba pegada al techo. El último en salir del laboratorio fue Benveniste, que era el único que tenía las llaves de las alarmas.

Según el relato de Randi, al día siguiente, cuando todos regresaron para efectuar los conteos y observar los casos no tenía efecto alguno. Randi señaló también que la escalera se había movido de la posición que ocupaba la noche anterior y que alguien había intentado abrir la carta con un lápiz o con un instrumento punzante sin lograrlo, por lo que abandonó el intento temiendo dejar signos evidentes de violación del documento. En su artículo, los tres inquisidores relataban simplemente cómo se habían desarrollado los hechos sin arriesgar una hipótesis acerca de quién podía ser el responsable del intento. Pero a partir de abril de 1989, Randi sostuvo en diferentes ocasiones que la principal sospechosa era Davenas. Aunque no lo dijeran en su artículo en forma explícita, los tres examinadores estaban convencidos de que, más que fruto de una errónea metodología estadística, toda la historia no era más que un montaje que se apoyaba en un vulgar engaño.

El artículo contenía también una referencia a los posibles instigadores. Maddox y sus compañeros descubrieron que Boiron, la empresa farmacéutica homeopática más importante, no sólo había pagado sus gastos de hospedaje, sino que también se hacía cargo de los sueldos de Davenas y Poitevin que era, como se recordará, uno de los autores del artículo que anunciaba el «descubrimiento». La relación entre Benveniste y la industria farmacéutica homeopática había comenzado a desarrollarse precisamente a través de Bernard Poitevin. En 1983, se firma un contrato con la empresa Boiron. Poitevin actuaba como supervisor de los experimentos con la asistencia de un técnico de laboratorio pagado por Boiron, Beatrice Descours. Pero en 1983 Descours dimitió y ocupó el puesto Elisabeth Davenas, cuyo sueldo se pagaba con fondos de la empresa Boiron.

En 1988, Boiron se convirtió en la única empresa que financiaba los experimentos de la unidad 200 dirigida por Benveniste. La estrecha relación con Boiron cuestionaba toda la investigación. La comunidad científica internacional está convencida de que la historia de la memoria del agua era en realidad fruto, si no de una verdadera estafa, al menos de una experimentación mal conducida.

Recomiendo la lectura del libro de Federico di Trocchio, «Las mentiras de la ciencia», Historia de la ciencia, Alianza Editorial (1993).



1 Comentario

  1. Francis: Una de alguna de las cosas que están haciendo estas empresas de la homeopatía es hacer su agua bendita pero a la vez preparar jarabe de plantas con propiedades medicinales a concentraciones normales de ese jarabe y mezclarlo todo en el mismo envase etiquetando como remedio homeopático.

    Otra es coger de muchas plantas con algo parecido entre ellas y con propiedades medicinales (nada de los principios de la homeopatía de los similares y eso) concentraciones bastante altas de cada una para un remedio homeopático normal, es decir con soluto bien presente y meterlas juntas en la misma botella (lo vi en un remedio para la tos de Boiron etiquetado «remedio homeopático» y como de 12 plantas que se utilizan para remedios para la tos a la vez)

    Otra cosa. Una vez pretendían presentar un estudio de efectividad de un remedio homeopático contra la gastroenteritis en la India y en niños pequeños… El remedio eran muchas ampollitas de agua homeopática a niños con gastroenteritis por falta de beber agua potable. Es decir que necesitaban realmente agua para curarse y eso les daban y evidentemente funcionaba pero por el disolvente

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