Reseña: «¿Qué es comer sano?» de J. M. Mulet

Por Francisco R. Villatoro, el 2 junio, 2018. Categoría(s): Ciencia • Libros • Noticias • Personajes • Recomendación • Science ✎ 1

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«Come sin miedo… y sin mitos. [Un] excedente de producción y una hábil estrategia comercial y, de repente, ya tienes un alimento maravilloso que cura el cáncer o que, simplemente, da suerte, como las uvas en Nochevieja. [Los] mitos nacen, se mueren y algunos renacen al cabo de un tiempo. Las preguntas que me llegan al blog o que me hace la gente en las charlas suelen repetirse, así que he recopilado las 101 más habituales. [Porque] un consumidor informado es más difícil de engañar y, por tanto, lo tiene más fácil para seguir una dieta equilibrada, tener hábitos saludables y controlar el gasto doméstico».

Servicio público. El nuevo libro de mi amigo J. M. Mulet, «¿Qué es comer sano? Las dudas, mitos y engaños más extendidos sobre la alimentación», Destino, Planeta (2018) [268 pp.], el quinto de su producción anual para Ediciones Destino es un servicio público. «Comer sano no tiene por qué ser caro si sabes separar la información real de la falsa, que suele inducirte a pagar más por menos». Hay 101 dálmatas y hay «101 dudas o mitos alimentarios» que recopila Mulet, «porque 100 [es] un número muy soso, pero fácilmente podían haber sido doscientas una o trescientas una».

J. M. Mulet es toda una referencia en la divulgación en español. Tras «Comer sin miedo» [LCMF, 02 Feb 2014], parece imprescindible «¿Qué es comer sano?», pero en el camino hemos disfrutado de muchos otros imprescindibles, como «Medicina sin engaños» [LCMF, 21 Feb 2015], «La ciencia en la sombra» [LCMF, 09 Jul 2016] y «Transgénicos sin miedo» [LCMF, 15 Jul 2017]. Cinco libros en los que demuestra un estilo propio, inconfundible, que combina el rigor científico con toques de humor, entre la ironía y el sarcasmo. Sus libros se leen de un tirón y se disfrutan con placer. Le deseo el mayor de los éxitos con su nuevo retoño (que saldrá en librerías el próximo 5 de junio de 2018) y confieso que ya estoy esperando el siguiente. ¡A qué estás esperando para reservar tu ejemplar en tu librería favorita!

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Tras la introducción, el libro nos agrupa los 101 mitos alimentarios en 12+1 capítulos, con un epílogo final y recomendaciones para leer más. En la «Introducción. En una nevera caben muchas leyendas urbanas» [pp. 11-20], Mulet nos recuerda la paradoja: «en unas partes falta comida y en otras, sobra. Donde sobra, no se aprecia lo que cuesta conseguirla, suele banalizarse y frivolizarse sobre ella y no le damos la importancia que realmente tiene. [Somos] seres alimentariamente irracionales , cuanto más vemos, más queremos; se trata de un residuo evolutivo de nuestra época de cazadores y recolectores, y de tener que alternar épocas de abundancia con otras de escasez».

El capítulo 1, «El pódium de los mitos alimentarios» [pp. 21-31], se inicia con «el salón de la fama de las leyendas urbanas alimentarias, el olimpo de las mentiras comestibles; en definitiva, el top tres de los mitos que más he leído, oído o me han preguntado en las charlas». No te los voy a desvelar. Todo lo contrario, te reto a imaginar cuáles serán. ¿Cuáles pueden ser los tres mitos top del top del autor del blog Tomates con genes en la red de blogs de Naukas? ¿¡Te animas a jugar!?

«Falsas creencias sobre el agua» [pp. 33-49], el segundo capítulo, nos recuerda que «no hay que beber ocho vasos de agua al día», que no es verdad que «beber mucha agua adelgaza», o que sea «más sano beber agua embotellada», o que «el agua filtrada en casa es más sana», o que «el agua hidrogenada es más sana», o que «beber agua de mar previene enfermedades». Por supuesto, «el agua puede sustituirse por otras bebidas», pero «hidratarse a base de cerveza o refrescos supone que estamos ingiriendo nutrientes adicionales, o moléculas tóxicas, como el alcohol, que no tomamos cuando bebemos agua. Por eso, hidratarse con estas bebidas aumenta el riesgo de obesidad».

El libro incluye muchos trucos útiles para todos. Por ejemplo, «para mejorar el sabor del agua corriente [se puede] dejarla en una botella destapada en la nevera. El cloro se evaporará y su sabor mejorará; esto, junto con la baja temperatura, la hará más apetecible». Pero sobre todo contiene afirmaciones obvias que, si nadie te muestra que son obvias, te pasan desapercibidas en tu vida diaria. Por ejemplo, «muchas aguas que hay en el mercado son aguas del grifo filtradas y embotelladas, así que, al final, estás comprando la misma agua que sale por el grifo, pero pagando un filtrado industrial a precio de oro. La paradoja es que estás pagando porque te quiten algo, no porque te pongan, es decir, pagas más por menos».

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Tras el capítulo 3, «Calorías, digestiones y expulsiones» [pp. 51-68], que nos aclara entre otras cosas que es falso que «los productos light no engordan», ya que «el consumidor medio [suele] ponerse el doble o el triple de cantidad, asumiendo erróneamente que no engorda», llegamos al vigésimo mito en el cuarto capítulo, «Azúcares y edulcorantes. Las mentiras más dulces» [pp. 69-87], «el índice glucémico importa, [pero] hay que entenderlo». Porque es falso que «la miel es más sana que el azúcar», que «el azúcar moreno es mejor que el blanco». Por supuesto, «el sabor dulce nos atrae por cuestiones genéticas», pero no es verdad que «un producto etiquetado como «sin azúcares añadidos» es apto para diabéticos».

Los edulcorantes artificiales, la estevia y el azúcar para el cerebro, nos llevan al quinto capítulo, «Grasas buenas, grasas malas y píldoras caras» [pp. 89-110]. Pero sin olvidar que «el factor más determinante para una mala alimentación no es la presencia de grasas, sino el consumo de azúcares». El colesterol bueno y el malo, la margarina y la mantequilla, el aceite de oliva, el de palma, y hasta el de colza, las grasas trans y el omega 3. Y recuerda, «la carnitina [no] es un quemagrasas», a pesar de lo que te digan en el vestuario de tu gimnasio.

El capítulo 6, «No solo los deportistas necesitan proteínas» [pp. 111-122], nos lleva al séptimo, «Más mitos que el pan» [pp. 123-132]. «Una persona que no sea celiaca no va a tener ninguna ventaja por consumir una dieta sin gluten, al margen de la frivolidad de impostar una enfermedad que puede ser grave». El capítulo 8, «La leche tiene mitos de la ídem» [pp. 133-145], que además de mitos incluye curiosidades como que «a Margaret Thatcher le pusieron el mote de la Ladrona de leche porque, siendo ministra de Educación, promulgó una ley para que no se incluyera la leche en los menús escolares para niños mayores de siete años».

Seguro que has oído que «la leche es mala porque ningún animal bebe leche en su edad adulta», algo que todos los propietarios de mascotas saben que es mentira, o que «todos los adultos son intolerantes a la lactosa», o que «la leche cruda es mejor». Por cierto, «¿hay productos lácteos que activan el sistema inmune?» ¿Qué crees que afirma la ciencia al respecto? «¿La leche que caduca se vuelve a esterilizar y a distribuir?» ¿Lo has oído alguna vez? ¿Crees que es cierta esta afirmación?

«Las mentiras carnales» [pp. 147-171], el capítulo 9, tiene un inicio rotundo: «los dos factores que más impacto tienen en el cáncer es fumar y tomar el sol sin protección; fuera de esto, moderación, y la carne roja, sin abusar». No sé si recuerdas que «una marca de yogures que se anunciaba como que no tenía números E (aunque realmente utilizaba varios compuestos categorizados como tales), [tuvo] que cambiar la publicidad por «no contienen números E artificiales». [La] realidad es el que un número E solo quiere decir que es un aditivo autorizado por la legislación europea (de ahí la E; en Estados Unidos es una U), pero no implica que sea natural ni artificial, solo que uso está regulado y autorizado».

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Una reseña analítica de un libro que recopila 101 mitos alimentarios acabaría destripándolos (lo que los anglófonos llaman hacer un spoiler). Por ello es necesaria cierta contención por mi parte. Del décimo capítulo «El pescado, del mar al hoax» [pp. 173-185], solo destacaré que «el pescado tiene anisakis», pero «el cocinado del pescado o la congelación durante veinticuatro horas antes de ser servido evita el problema. [Por] tanto, es un riesgo controlable y controlado». «Las decisiones sobre alimentación, con la cabeza fría y no por modas».

«Fruta y verdura, los mitos más verdes» [pp. 187-205], nos recuerda que «no neceasarimente ser vegatariano es más sano», que «las dietas crudiveganas [no] son aconsejables», o que «tomarse un zumo [no] es igual que tomarse una fruta». Por supuesto, «los plátanos son radiactivos», pero «el nivel de radiactividad del plátano es muy bajo, pero medible y superior a cualquier otra fruta. No te vas a intoxicar (ni a convertir en Superbananaman o en Wonderbananawoman) por comerte un plátano». Confieso que a mí me gustan mucho.

El capítulo duodécimo, «Superalimentos y superdietas y supermitos» [pp. 207-236], nos recuerda que «la realidad es que la mayoría de los denominados superalimentos son alimentos válidos, pero todo lo que te aportan lo puedes obtener de otros alimentos menos exóticos y con menos nombre que esos que se basan más en modas que en criterios nutricionales». Confiesa Mulet que «el único superalimento que conozco es la leche materna». Alimentos como la quinoa, el kale, la cúrcuma, las bayas de goji, la espirulina, la carragenina, o el aloe vera son parte de los mitos que se presentan en este capítulo.

Destacaré dos mitos. Por un lado, «los antioxidantes [no] son el elixir de la eterna juventud» y, por otro lado, «una coa de vino al día [no] es sana». «El vino tiene alcohol, que es una molécula muy tóxica, cancerígena y que puede crear adicción, por lo que cualquier beneficio nutricional va a quedar enmascarado por la toxicidad del alcohol. [El] mejor alcohol es ningún alcohol. [Lo] mejor para hidratarse sigue siendo el agua: cero calorías, cero alcohol, quita la sed y más barata». A pesar de ello debo confesar que me gusta disfrutar de una copa de vino de vez en cuando.

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El último capítulo del libro, «Esas malditas etiquetas, esos peligrosos envases» [pp. 237-254], del que destacaré que es falso que «la cerveza sin alcohol no tiene alcohol. [En] legislación alimentaria «sin» significa «menos de». Es decir, tu puedes etiquetar una cerveza como «sin alcohol» si tiene menos de 1º de alcohol, lo que quiere decir que una cerveza «sin» puede tener 0,99º de alcohol, que no es mucho alcohol, peor es. Si bebes mucha cerveza sin alcohol, al final puedes estar ingiriendo una cantidad apreciable de este producto, lo que puede ser peligroso para una mujer embarazada y no está, en ningún caso, recomendado para un menor. [Así] que, ya sabes, el vocabulario de las etiquetas no siempre coincide con el que te enseñaron en la escuela».

Finaliza el libro con un «Epílogo: por una comida sin apellidos» [pp. 255-260]. «Al final, ponerle apellidos a la comida solo genera confusión y nos lleva a tomar malas decisiones. [Qué] es mejor, ¿una dieta alcalina o una detox? Una buena dieta variada y hacer ejercicio. ¿Vegetariana u omnívora? Una buena dieta variada y hacer ejercicio. ¿Eliminar hidratos de carbono o grasas? Una buena dieta variada y hacer ejercicio».

«Solo espero que este libro te haya sido útil, y ya sabes, haz ejercicio, come variado y equilibrado y, sobre todo, come sin miedo… y sin mitos». Tras unas recomendaciones «Para leer más» [pp. 261-262], y el listado de «Las 101 dudas, mentiras y engaños más extendidos sobre la alimentación» [pp. 263-268], finaliza este estupendo libro de Mulet. Todo un servicio público que tiene que formar parte de tu biblioteca personal. Porque comer, comemos todos, todos los días. ¡Disfruta y aprende con el nuevo libro de Mulet! No te arrepentirás.



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