Reseña: «Científicas» de Jorge Bolívar

Por Francisco R. Villatoro, el 25 diciembre, 2018. Categoría(s): Ciencia • Libros • Personajes • Recomendación • Science ✎ 3

«Estamos en los albores de la era victoriana, de esa época de hipocresía moral y crueldad social que marcará todo el siglo XIX británico. Los vestidos son oscuros y apenas dejan entrever más que la cara y las manos de las señoras. [Entrar] en la Edad Contemporánea no ha mejorado mucho la situación de las mujeres. Como antes, siguen privadas del derecho a voto, de libertad legítima sin la tutela de un hombre y del acceso a la educación reglada. Eso sí, las clases altas designan tutores a sus hijas para que les enseñen, [pero] se trata solo de prepararlas para que tengan cierta conversación, unas cuantas dotes sociales, y puedan acceder así a un marido bien situado. [Hasta] 1910 no se admitía la matriculación de mujeres en las universidades españolas. [En] nuestro siglo XXI, y para las generaciones jóvenes, resulta difícil hacerse una idea de la tremenda misoginia que ha impregnado la historia de la ciencia».

Me ha gustado mucho el libro de Jorge Bolívar, «Científicas. La apasionante historia de las mujeres detrás de los grandes descubrimientos de la ciencia», Guadalmazán (2018) [379 pp.], que con el título original «¡Hay una mujer en mi experimento!» fue premiado en la XXX edición de los Prismas Casa de las Ciencias a la Divulgación (2017) en la modalidad de texto inédito. Diez biografías de mujeres científicas escritas con un elegante toque de guión de documental, que disfrutarán, sobre todo, quienes no se atrevan a bucear en sus biografías científicas más rigurosas. Sin lugar a dudas, una gran aportación a la parca literatura sobre mujeres científicas en español.

Se nota mucho que el autor es periodista con una amplia experiencia en prensa, radio y televisión. Se especializó en Historia de la Ciencia en la Universidad de Sevilla, lo que garantiza buenas dosis de rigor historiográfico en su libro. Habiendo bebido de muchas fuentes, nos presenta el lado humano de las protagonistas, enmarcado en la sociedad que les tocó vivir, junto a sus logros científicos. La combinación de historia y divulgación científica hace que este libro se disfrute desde el principio. Muy recomendable. Un libro ideal para regalar en estas fiestas de fin de año.

Tras la introducción encontramos diez capítulos dedicados a diez científicas. En la introducción «Un harén en la universidad» [pp. 13-20], el autor nos confiesa que «la razón que me llevó a escribir este libro [es que] resulta muy difícil encontrar bibliografía en español sobre mujeres y ciencia. [Nada] me gustaría más que unos padres regalasen este libro a sus hijas adolescentes, ya que quizás su lectura las anime a seguir el camino de la ciencia».

La idea del autor es que el lector viaje en el espaciotiempo de su mano hasta los lugares donde han ocurrido los hechos relatados. Las exquisitas descripciones de los lugares y de sus habitantes serán disfrutadas por todos los buenos aficionados a la buena literatura. El capítulo 2, «Nos olvidamos del cielo: Hipatia de Alejandría» [pp. 21-48] nos introduce en Alejandría, «una ciudad peligrosa para quienes muestran una actitud inteligente y de mentalidad abierta». El autor se arriesga y nos sugiere una visión personal de la historia de Hipatia que difiere de la de muchos historiadores especialistas en la materia. «Muchos autores creen que la «revolucionaria» teoría heliocéntrica había sido calculada matemáticamente por Hipatia más de un milenio antes de que Copérnico le diera toda su consistencia».

Nos comenta el autor algunos errores de «la excelente película de Alejando Amenábar Ágora. [No] está claro que ocurriese de  esa manera». A pesar de ello su crítica destila admiración, como todo el capítulo hacia Hipatia. El «paso del mitos al logos constituye quizá del mayor éxito de la historia de nuestra especie, e Hipatia fue su defensora, su símbolo. Tras su muerte, el mitos, la verdad religiosa revelada, sustituyó de nuevo al logos hasta la Edad Moderna». Aunque no guste a muchos historiadores de la ciencia, este primer capítulo será del gusto de la mayoría de los lectores de divulgación científica en España.

El capítulo 3, «Un tal monsieur Le Blanc: Sophie Germain» [pp. 49-83], nos lleva al «París sucio y caótico del año 1776. Sí, huele muy mal, no arrugues tanto la nariz mientras paseamos por sus calles estrechas. [No] pueden vernos, somos seres invisibles para ellos, ni tampoco podemos intervenir en el pasado para no defenestrar el futuro». El capítulo está muy bien escrito, pero la parte matemática adolece de ciertos errores (el autor debería haber solicitado una revisión científica de su texto). Por ejemplo, «¿Y hay muchos números primos, me preguntas? Nadie lo sabe. Suponemos que son infinitos». Obviamente, el autor confunde los números primos con los números primos de Germain. O más tarde cuando dice que «un diamante tiene cierto grado de elasticidad, y resulta fácil comprobarlo: al tirarlo al suelo, rebota un poco».

«Tejiendo números: Ada Lovelace» [pp. 85-120], es el cuarto capítulo. «A no ser que aparezcan nuevos documentos, nunca sabremos qué parte de la máquina analítica es obra propia de Babbage y cuál estuvo inspirada por las conversaciones con Ada. Hay algunas pistas, no obstante, de que el diseño firmado por el matemático debe mucho al trabajo discreto de su amiga». Ella sugiere que «el funcionamiento será mas rápido si se adopta un sistema binario, basado solo en dos cifras, el 0 y el 1. [Pero] Babbage rechaza la idea, demasiado innovadora incluso para él».

El capítulo 5, «Faros para medir el universo: Henrietta Swan Leavitt» [pp. 121-153], retoma el hilo de la introducción. «Henrietta afina la regla de medición de distancias estelares en una ley de cálculo que se conocerá como teorema de Leavitt. [El] universo observable consiste, parece, en una esfera de 93.000 millones de años-luz de diámetro. Contiene al menos un billón de galaxias con una media de cien mil millones de estrellas cada una».

Y llegamos al capítulo 6, «El orden secreto del mundo: Emmy Noether» [pp. 155-186]. «Emmy no resulta ser una gran maestra, al menos en apariencia. Sus pensamientos van tan rápidos que habla a una velocidad increíble. Explica las matemáticas a un nivel muy elevado, excesivo para la mayoría de los alumnos. [Además,] tiene un problema de pronunciación llamado sigmatismo, que le hace cecear continuamente, e incluso a veces cambia de idioma en medio de una exposición». De nuevo el autor peca cuando asocia el teorema de Noether, que solo se aplica a simetrías continuas, con el teorema CPT, que se refiere a simetrías discretas (algo que puede confundir a muchos lectores).

El capítulo 7, «Con la fuerza del rayo: Marie Curie» [pp. 187-226], me sirve de excusa para indicar que el libro está muy bien ilustrado con fotografías y figuras asociadas a las protagonistas. En 1903, «Marie afirma que las células cancerosas mueren antes que las células sanas cuando son expuestas a las radiaciones. Lo dice señalando primero que los rayos son nocivos en cualquier caso y hay que tratarlos con cuidado. Pero la prensa obvia esta advertencia y se queda con lo bueno. ¡Marie ha descubierto una cura para el cáncer! [La] curieterapia como la llaman al principio. [Pero] la radiación ha envenenado su sangre y los médicos afirman que es un milagro que haya vivido tanto. Fallece convertida en la mujer más importante del siglo XX».

«La hélice de la vida: Rosalind Franklin» [pp. 227-265], el octavo capítulo, tiene como protagonista a «una joven británica, judía, millonaria y brillante [que] logró desvelar la estructura del ADN ¡aplicando sus técnicas sobre el estudio del carbón! Sé que suena raro. Ya verás». La polémica entre Franklin y Wilkins, que permitió el trabajo de Watson y Crick, se describe con bastante detalle. «Ella estaba en el camino absolutamente correcto a finales de 1951, año y medio antes de que Watson y Crick hicieran pública la estructura definitiva. [Ella] no hace referencias a sus sospechas de que se trata de una doble hélice, ni tampoco habla de la disposición escalonada de las bases. ¿Por qué? Eso hubiese significado una salvaguarda, una especie de garantía de que ella, antes que nadie, había apostado por esa estructura. No lo hizo porque no estaba segura. Para una científica experimental pura y estricta como Rosalind, la ciencia no permite un «creo» o un «quizás». Solo los datos confirmados son válidos. [Ella] felicita a sus rivales con elegancia [señalando] que el modelo de Watson y Crick satisface sus resultados experimentales. ¡Claro que los satisface, está basado en ellos!».

El capítulo 9, «Un enigma en el espejo: Chien-Shiung Wu» [pp. 267-302] se inicia en el patio de un colegio infantil para niñas cerca de Shanghái (China). «Yang y Lee reciben el Premio Nobel de Física. Chien-Shiung, sin embargo, queda excluida. Nadie se lo explica. La única razón posible de dejarla fuera a ella son los prejuicios de género que el comité que concede los galardones ha demostrado una y otra vez a lo largo de la historia». Y llegamos al décimo capítulo, «Ahí hay algo invisible y extraño: Vera Rubin» [pp. 303-343], donde el autor afirma que le gustan los «axones» como partícula candidata a materia oscura (como es obvio su corrector ortográfico habrá sustituido «axión» por «axón»).

Me ha gustado que el libro finalice con una investigadora viva, y además española. El último capítulo, «Una enzima, una revolución: Margarita Salas» [pp. 345-370] incluye una entrevista a la Dra. Salas sobre su vida y logros científicos. «A Margarita Salas le brillan los ojos cuando habla del futuro de la ingeniería genética. [La] patente de la ADN polimerasa ha resultado ser la más rentable de la historia de España y ha proporcionado unos seis millones y medio de euros al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dinero que se ha reinvertido en nuevos proyectos. [Hasta] que los derechos caducaron en 2009. Pero Margarita Salas no deja de investigar. En 2013, con 75 años ya cumplidos, desarrolla y patenta un nuevo sistema de replicación llamado Quimera de la Polimerasa, Qualiphi».

Tras las notas finales [pp. 371-373], tenemos la bibliografía general [375-378], y una mención a este blog en la página 379 que agradezco. Un libro necesario en la literatura de divulgación en español, por un lado, por la falta de libros sobre mujeres científicas y, por otro lado, porque su novedoso estilo acerca su contenido a muchos lectores potenciales que abominan de los libros de divulgación al uso. Por ello, te recomiendo encarecidamente que leas este libro y que lo regales. Porque merece la pena y te lo agradecerán de corazón.



3 Comentarios

  1. Es impresionante el retroceso del machismo en Occidente durante los últimos decenios. De hecho, la propia Margarita Salas ha dicho en alguna entrevista que ella jamás se ha sentido discriminada en su labor científica por ser mujer.

  2. Hola, Francis. Te agradezco la reseña… Mi intención era justo lo que dices, intentar ampliar el número de personas que se interesen por la ciencia. El truco del estilo de escritura espero que haya salido bien. Y por eso también aparecen las simplificaciones que cuentas, mi constante debate de hasta donde profundizar para no agobiar al lector primerizo en estos campos. Lo que sí me ha dado mucha rabia es el axón/axión, que como bien supones es obra de un corrector de imprenta traicionero. Y mira que muchas veces he contado la anécdota de una partícula con nombre de detergente. En fin, gracias por tu trabajo y tu amabilidad.
    Jorge Bolivar.

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