Reseña: «La conspiración del neandertal» de Antonio Monclova Bohórquez

Por Francisco R. Villatoro, el 30 marzo, 2019. Categoría(s): Ciencia • Historia • Libros • Noticias • Recomendación • Science ✎ 4

«Hoy más que nunca, los investigadores dependen de su presencia en los medios para captar apoyos para seguir investigando, y cualquier desliz en las redes pude bajar su prestigio mediático. [Hay] un problema que a menudo acompaña a la clase científica, la incapacidad que suele manifestar para ejercer una autocrítica que destierre la sombra de ciertas «creencias convenientes» frente a los hechos constatados». Este libro nos narra «cómo ciertas propuestas realizadas por los paleoantropólogos de hace un siglo, ancladas en raíces decimonónicas y cargadas de ideas preconcebidas, perduraron sin apenas cambios durante cerca de cinco décadas, a pesar de que estaban basadas en unos supuestos fáciles de negar, que hasta un lego en la materia podría poner en duda».

Antonio Monclova Bohórquez, «La conspiración del neandertal. La manipulación que cambió nuestra visión de la prehistoria humana», Almuzara (2019) [350 pp.], nos cuenta por qué durante mucho tiempo se imaginó al hombre de Neandertal como más próximo a un simio que a un humano moderno. Y al hilo de esta historia nos cuenta cómo ahora lo hemos humanizado. «Se están haciendo hallazgos que podrían indicar que los neandertales elaboraron manifestaciones artísticas, hicieron rituales y practicaron unos comportamientos que los conferirían capacidades cognitivas semejantes a las nuestras. [Para] evitar que otra vez se caiga en fantasías interpretativas, además de hacer buena ciencia, conviene tener claro que nuestra visión de los neandertales no será necesariamente más válida solo porque en esta ocasión se parezca a la que tenemos de nosotros mismos. Con el tiempo sabremos si lo es».

El autor es licenciado en ciencias biológicas, doctor en prehistoria y paleontología, y experto en la ecología de los mamíferos del Pleistoceno y su relación con los homínidos. Autor del libro «Neandertales. Los últimos homínidos de Euoropa», Almuzara (2013) [32o pp.], ahora se adentra en un tema más alejado del interés del público general, los sesgos de interpretación en la historia de la paleoantropología. Su escritura a veces es demasiado académica, con multitud de detalles historiográficos que solo interesarán a los lectores más aguerridos. A pesar de ello, todos los aficionados a la historia de la ciencia, como parte de la historia de la humanidad, disfrutarán con este libro. Yo lo he devorado en tres sentadas.

El libro está dividido en tres partes y ocho capítulos. La introducción, «Los paleoantropólogos: entre científicos y chamanes» [pp. 11-19], da paso a la primera parte titulada «Un mal comienzo», estando constituida por tres capítulos. El capítulo 1, «El contexto histórico de la obra. Naturaleza y obra humana: el camino natural de la prehistoria» [pp. 23-83], se inicia con «El asunto de los eolitos», unas extrañas piedras que ocasionaron muchos desacuerdos entre los prehistoriadores.

La historia de los eolitos nos muestra cómo funciona la ciencia y nos lleva a «El hombre de Piltdown: primitivo pero británico, ¿o era al contrario?». Quizás no hayas oído hablar de «uno de los crímenes científicos más escandalosos del siglo XX: el fraude del hombre de Piltdown. [Algo que] ni siquiera los más expertos buscadores de fósiles hubieran podido imaginar». Concebido como «el primer inglés» y fechado en el terciario, acabó siendo demostrado que era un auténtico humano moderno: «el cráneo de una mujer junto a la mandíbula de un orangután, un fraude [cuyos] artífices aún están por desvelar de forma definitiva». Pero que gracias a «postulados racistas situaban al hombre europeo en lo más elevado de la escala evolutiva humana».

«Piltdown nos enseña que ciertos investigadores poseen la capacidad necesaria para sugestionar a su entorno social y científico cuando se han equivocado, incluso cuando «se están» equivocando. [Se] maquillan los fallos hasta convertirlos en simples anécdotas históricas, bien atribuyéndolos al desconocimiento de sus predecesores o bien a la mala intención de algunos de ellos (nunca de ellos en primera persona), cuando en realidad todos habían sido copartícipes de los errores que en su día no admitieron». Finaliza el capítulo con «Piltdown, creacionismo, pitecántropos y neandertales: la labor del tramoyista».

El capítulo 2, «El reparto de papeles. Vive la France! Vive la prehistoire!» [pp. 85-105], sobre el negocio de las piedras, nos lleva al capítulo 3, «Levantando el decorado. Cuando las tumbas estorban a los vivos» [pp. 107-138]. Nos adentramos en «el mito antropológico que más perduraría en el imaginario científico y popular. [Alejar] al neandertal de nosotros, dejando claro que su comportamiento tampoco era humano». Y todo en base a moldes del cráneo que se usaban para estimar propiedades sobre «Cerebros y palabras». Por fortuna, hoy en día, «la mayoría de los investigadores presentan a los neandertales con aspecto humanizado, dotándolos tanto de comportamiento simbólico como de capacidad para el lenguaje».

Así llegamos a la segunda parte, «Una compleja puesta en escena», constituida por dos capítulos. El capítulo 4, «El estreno de la obra. Clérigos, científicos, artistas, esqueletos deformes y demás actantes» [pp. 141-174], sobre la reconstrucción «científica» del hombre de Neandertal realizada por Frantisek Kupta (pionero del arte abstracto), que obtuvo «un completo éxito mediático, que se prolongaría durante decenios». El libro incluye varias ilustraciones de Kupka entre 1902 y 1909. Me ha resultado apasionante la historia de los hallazgos de Altamira, «uno de los episodios más negros y vergonzosos de la ciencia prehistórica».

El capítulo 5, «La tournée por «provincias». Otros lugares, otras obras representadas, el mismo estilo» [pp. 175-231], se inicia comparando «los primeros hallazgos del hombre de Neandertal, los de los pitecántropos y el del denominado hombre de Flores» al hilo de un artículo de John de Vos (2009), porque «la taxonomía no está escrita en piedra». Me ha gustado la historia de los hallazgos de «Annie Elizabeth Dorothy Garrod, renombrada arqueóloga británica». También el comentario al final del autor: «Imagínense la polémica del hombre de Neandertal trasladada al África austral: de haberse hallado en África unos restos fósiles como los que realmente se encontraron en el valle de Neander, los antropólogos partidarios de las ideas evolucionistas habrían proclamado a los cuatro vientos que era el «eslabón perdido» entre los grandes simios africanos y las razas negroides, y probablemente todos los evolucionistas se habrían adherido a tan importante prueba».

La parte III, «Un sorprendente desenlace», está constituida por tres capítulos. El capítulo 6, «La crítica: tardía pero contundente. Cuanto más feo más primitivo: un error de apreciación» [pp. 235-270], que se inicia «Caracterizando a los neandertales», mostrando, vía el ADN mitocondrial humano gracias a Rebecca Cann y sus colegas, cómo «Aumenta la familia». «En los últimos años se han producido sucesivos descubrimientos en el campo de la paleogenética. [A] mi entender, la interpretación del material genético procedente de la cueva de Denisova constituiría uno de los mejores ejemplos». Pero no hay que olvidar «Una cuestión de parentesco craneal», hay que «unificar dicho conocimiento [genético] con el que se tiene sobre las diferencias que muestran sus morfologías esqueléticas».

«Parecidos pero diferentes, diferentes pero parientes» que nos ilustra los trabajos de Kathleen K. Smith sobre la integración de elementos craneofaciales desde un enfoque filogenético. «La divergencia de los cráneos neandertales ha seguido una especie de «reloj morfológico» análogo al «reloj molecular», en el cual tanto los fenotipos como los genotipos muestran patrones similares de variación. [La] polémica actual sobre la figura del hombre de neandertal continúa centrándose en su relación con los primeros humanos anatómicamente modernos, nuestros ancestros».

Así nos adentramos en el capítulo 7, «¿Éxito o fracaso? Buscando indicios de humanidad en un mundo incivilizado» [pp. 271-298]. «A finales del siglo XIX e inicios del XX, [la] búsqueda del denominado «eslabón perdido» saltó al público en general. [El] hombre de Neandertal ocuparía un lugar destacado. [Este] homínido es demasiado humano como para no atribuirle un comportamiento humanizado». Estamos ante «La gran familia: primos alemanes y emigrantes africanos», por supuesto, «Según y cómo, pero parientes al fin y al cabo». Como concluyen Orlando y Hänni (2011): ««La última década ha conocido la aparición de la paleogenética neandertal. ¡La próxima estará dedicada a la genómica de la Edad de Piedra!»» Y así está siendo nuestra década. Aunque aún estamos en «Un final genético» aún no resuelto.

El epílogo, «La verdad está en el registro» [pp. 299-303], repasa la «conspiración antropológica» discutida en el libro, y nos lleva al «Posfacio» [pp. 305-306]. Finaliza el libro con el «Índice onomástico por orden alfabético» [pp. 307-308] y las extensas «Notas y referencias» [pp. 309-350]. Sin lugar a dudas un libro que gustará a quienes disfruten de la historia de la ciencia como historia de los errores y los aciertos de las personas que hacen ciencia.



4 Comentarios

  1. Gracias como siempre por tu inestimable labor Francis. Es increíble, la labor y como es tuya pues ya se sabe lo que toca. Un gustazo poder leer reseñas así.

  2. He llegado a esta elegante recensión buscando por «Redes de genotipos».
    Acabo de releer Susanna Manrubia – José A. Cuesta, «Redes de genotipos: los senderos de la evolución», IyC, 2020-abril, 38-47, que me pareció interesantísimo, pero no siempre suficientemente claro para mi, lo que en esta lectura he confirmado. Y puesto que las herramientas y conceptos matemáticos son la base del nuevo paradigma que refieren los autores, buscaba si tenía la fortuna de hallar alguna referencia al trabajo/al tema en este blog. (Mando el artículo adjunto al mail de los oyentes de Coffee-Break, por si hubiera suerte. (Por cierto, IyC deja de publicarse, según se nos ha comunicado a los suscriptores)

    1. Lo siento, Quim, en este blog no he hablado de redes de genotipos y su uso en el contexto de la evolución. En mi opinión, hay que entender primero la evolución para entender el papel de estas redes; en el artículo de IyC que citas se propone la opinión opuesta, usar estas redes de genotipos como base para entender la evolución.

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