Francis en revista Atípica: «Tus bichos»

Por Francisco R. Villatoro, el 10 noviembre, 2019. Categoría(s): Ciencia • Colaboración externa • Recomendación • Science

He colaborado en el primer número de la revista cultural «Atípica», titulado «Bichos», nº 1, noviembre 2019. Mi contribución se titula «Tus bichos», pp. 56-59, que al hilo del estribillo de algunas canciones ilustra propiedades curiosas de la microbiota que habita en todos nosotros. El primer número de la revista se financió vía mecenazgo en Verkami, y se puede adquirir la revista @AtipicaRevista en la librería Proteo de Málaga. La revista se editará de forma semestral, o sea que aún faltan seis meses para que el segundo número vea la luz. Como es habitual, te copio aquí el texto de mi contribución, para que te sirva de incentivo para adquirirla.

«La española cuando besa es que besa de verdad». Y transfiere unos ochenta millones de bacterias a su amante, el precio de un beso que Manolo Escobar no supo cantar. Son microbios «buenos» que habitan en nuestras bocas. Cientos de especies endógenas que sintetizan vitaminas y proteasas que ayudan a nuestra digestión. Cual huella dactilar, la microbiota oral es propia de cada persona. Las parejas estables de larga duración comparten poblaciones de microbios orales similares; pero, según los estudios científicos, este fenómeno no está asociado a lo mucho que se besan. Parece que con el paso del tiempo la pasión deja de decorar con bichos sus besos.

«Lo bueno de los años es que curan heridas; lo malo de los besos es que crean adicción». Aunque Joaquín Sabina no lo cantó, si tu microbiota oral no está en equilibrio y tu amante tiene una enfermedad periodontal puedes acabar con llagas en la boca. El saber popular asocia a estas aftas las sospechas de infidelidad, esas bacterias patógenas recibidas durante los nuevos besos apasionados; pero los odontólogos advierten que besar no produce llagas. De hecho, el estrés suele ser la causa de estas úlceras bucales; lo que apoya el mito, pues ya se sabe que la persona infiel se estresa en presencia de su pareja, pendiente de no desvelar la herida en su «Sana, sana, culito de rana» recitan las madres mientras besan las heridas de sus hijos, que agradecen su curación casi milagrosa. La causa es la producción de oxitocina que inducen, que ofrece bienestar y felicidad. La sensación de tranquilidad y seguridad es uno de los mejores placebos que disponen los médicos. No son los bichos de los besos, si no la adicción a los besos lo que cura las heridas.

«Todo empieza y todo acaba en ti; no soy tu media naranja». Porque tu media naranja es parte de ti, debería cantar Ismael Serrano. Somos mitad animales y mitad microbios. La mitad de las células de tu cuerpo son microorganismos con un peso total de unos doscientos cincuenta gramos. Tu microbiota (bacterias, virus, hongos y levaduras) convive contigo desde tu nacimiento; pero no antes, pues eres estéril antes de nacer, ya que la placenta no permite el paso de estos bichos. En el parto tu madre te transfiere los microbios de su útero, salvo que hayas nacido por cesárea; pero mientras no te mantengan en una cámara de aislamiento estéril completo, será inevitable que los microbios acaben formando parte de ti. Bichos buenos y sanos, eso sí. La microbiota estimula tu sistema inmune, que nace ignorante del mundo exterior; le enseña a reconocer quién eres, qué es propio de ti y qué es ajeno a ti. El mejor regalo que te puede ofrecer el amor de tu madre es un sistema inmune bien educado. Ella te ofrece sus microbios en el calostro, en sus abrazos y en su cariño. Tu familia también te regala sus microbios en sus abrazos, en sus besos, en sus muestras de amor. La microbiota evoluciona mucha en la infancia, algo menos en la juventud, para estabilizarse en la edad adulta. Ama y ofrece tus microbios, porque no se puede vivir sin nuestra microbiana media naranja.

«Como yo te amo, como yo te amo, convéncete, convéncete, nadie te amará». Seguro que lo recitaría tu perro si pudiese emular a Raphael. Su amor incondicional está embellecido de microbios saludables. Entre las mascotas, la microbiota de los canes es la más parecida a la humana. Los miembros de cuatro patas de nuestras familias facilitan el desarrollo de una microbiota sana en nuestros hijos, además de educarles con valores de compromiso y reciprocidad. Los cachorros de nuestros canes también se benefician del contacto y el cariño humanos gracias a los microorganismos. Las familias con mascotas comparten más microbios entre sí que las familias sin ellas. Tus bichos mantienen la integridad de tus epitelios y evitan su colonización por los patógenos; al ocupar dicho nicho ecológico compiten por los nutrientes que buscan los que producen enfermedades; así te protegen y evitan que los bichos «malvados» te invadan. La microbiota está de moda, lo sé, pero muchos problemas de salud están asociados con su disbiosis, la alteración de su sano equilibrio. Alergias, enfermedades autoinmunes, la obesidad y la depresión, entre muchas otras, están correlacionadas con alteraciones de la microbiota. Así muchos facultativos recomiendan complementar su manejo terapéutico mediante probióticos. Y con mucho cariño de nuestra familia, compartiendo muchos bichos, y mucho amor.

«Siempre que vuelves a casa me pillas en la cocina embadurnada de harina». Y de microbios, Joaquín, pues la cocina es el mayor almacén de microbios de toda la casa. El lugar preferido por los bichos es el estropajo; allí hay biopelículas bacterianas que contienen más de diez mil millones de bacterias por centímetro cúbico. Lo puedes hervir en agua caliente o meterlo en el microondas para higienizarlo, pero no reducirás mucho más de la mitad dicho número. Se estima que unos ciento dieciocho géneros de bacterias diferentes colonizan los estropajos una vez empiezas a usarlos en tu cocina. La mayoría son bacterias buenas, del género Moraxella, que llegan al estropajo a partir de la microbiota de la piel de tus propias manos. Tu estropajo te refleja a ti, tu alimentación, tu estilo de vida; contiene tus microbios, aunque hay que evitar el síndrome de Diógenes y cambiarlo con cierta frecuencia. Así podrás evitar embadurnarte de bichos y harina.

«Llega la noche, cierra la persiana, hay un zumbido, preparas la emboscada». Una divertida canción de Mecano te recuerda que a ti te pican las mosquitas y ella es ignorada sin más. Esa persona se diferencia de ti en las bacterias que pueblan su piel, responsables de ese olor corporal que tanto te agrada, o que tanto te desagrada. Tu piel es más atractiva para estos molestos dípteros porque tiene mayor número pero menor biodiversidad de bacterias; esos Staphylococcus que te acompañan, y esos Pseudomonas y Variovorax que añoras, explican por qué eres tan atractivo para esas mosquitas que persigues en tus noches de insomnio. Como acababa Golpes Bajos su colección de moscas: «escucha cómo hace la mosquita; mosquita traicionera, mala, mala, mala».

«¿Y cómo es él? Pregúntale. ¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?» José Luis Perales casi se pregunta cómo saben los científicos qué bicho vive en ti, quién es él. Seguro que reconoces al autor de la frase “en un lugar de la Mancha”. Un trozo de una frase identifica de forma unívoca un libro de unas ocho mil frases. Las bacterias se identifican gracias a un DNI que hay en su ADN, el gen del ARN ribosomal 16S; clave para sus fábricas de proteínas, los ribosomas, su tasa de mutaciones es muy baja. Así se determina el llamado microbioma, los más de seis cientos mil genes que te habitan, cuando todo tu genoma son solo unos veinte mil genes. Grissom, agente televisivo de CSI, identifica a los culpables usando su ADN, tanto humano como microbiano; en el mundo real solo se usa este último en muestras de pelo del pubis en delitos sexuales. Así le reconocen a él. Como a ti, porque no eres tú sin tus bichos.



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