Entre el Amor y la Vida. Reflexiones sobre la abstracción y la negación del objeto [por Fernando Ruiz Villaespesa]

Por Francisco R. Villatoro, el 20 julio, 2008. Categoría(s): General • Personajes ✎ 1
Amor grabado de Fernando Ruiz Villaespesa.
Amor. Obra-grabado de Fernando Ruiz Villaespesa.

Copiado de la página web del artista granadino afincado en Málaga Fernando Ruiz Villaespesa.

“Por suprematismo, se entiende la supremacía de la sensibilidad pura en las artes, entre ellas, las plásticas” Casimir Malevich.

El valor de la obra de arte reside, exclusivamente, en la sensibilidad con que se expresa, reside, igualmente, en la energía creadora que deposita el artista sobre el soporte en el que fija la representación gráfica de su sensibilidad.

La forma de representación de las obras de arte no determina, en absoluto, el valor especifico que contiene cada una de ellas, este valor solo puede ser medido mediante la captación de la sensibilidad y de la energía creadora depositadas por el artista y aquella que el receptor de la obra de arte sea capaz de recibir y aportar; para ello, el espectador de la obra debe estar condicionado, ante ella, solo por su propia sensibilidad y debe dejarse imbuir e influir, exclusivamente, por lo que siente ante la contemplación de la obra, menospreciando aquello que le trasmitan otros sentidos que, sin duda, le confundirán con el aporte de datos falsos como: identidad, realidad, belleza, armonía, utilidad etc.

El objeto real, como tal, confunde la percepción sensible, la respuesta a la emoción está implícita en la obra que miramos, no permite que nuestra sensibilidad integrada en el subconsciente actúe. Cuando solo existe el frío y estrecho pasillo de lo explicito para acceder al conocimiento, cuando solo podemos llegar a él a través de ese camino marcado, no hay más opción que caminar sobre el rastro de los que lo han recorrido previamente. El autor no deja opción a que la sensibilidad del actor interaccione en la obra que observa, con lo cual la posibilidad de aportar algo a la acción artística que debería ser compartida por ambos, es nula.

Por el contrario, cada uno de los que mira una obra de arte con una visión sensible aporta una parte de esa visión en la acción artística e incrementa el valor artístico de la obra con solo esa mirada sensible y, por ende, comprensiva.

La inquietud del artista comienza cuando tras el largo camino andado da el último y definitivo paso que lo transporta a la nueva senda en la que el objeto y la representación, en la que había creído hasta ahora, se quedan muy atrás, este último paso separará el pasado del futuro y no tendrá vuelta atrás ¡ el cambio se ha efectuado! La sustitución de la realidad común por la realidad íntima e individual se ha consumado y, con ella, la percepción que se tenía antes de la acción artística ha cambiado de forma irremediable.

Todas estas reflexiones pueden llevar a la confusión del lector haciéndole pensar que el que escribe niega todo valor a la representación y al objeto, no cometan ese terrible error, baste el ejemplo de una colección de arte en la que todos los objetos artísticos pertenecieran a grandes maestros del renacimiento y que el propietario de ella consiguiera extraer toda la sensibilidad y energía depositada en las obras por sus autores ( Miguel, Leonardo, Rafael, ), tras ello, buena parte de los críticos, estudiosos del arte y observadores, más o menos cualificados, no notarían el gran cambio operado en ellas, el sujeto sensible, tanto autor como receptor, sí lo apreciaría.

El arte contemporáneo, en su sentido más literal, no puede estar al servicio de nada ni de nadie, solo es la manifestación de la sensibilidad del creador que se expresa mediante su energía artística y su obra. Por lo tanto, la obra puede estar cargada de datos, representaciones, objetos, símbolos, o bien, carecer de ellos pero si está imbuida de la sensibilidad y expresada mediante la energía artística se convertirá así en obra arte.

Cuando la sensibilidad del espectador del arte alcanza la altura sufriente, cuando le es posible trascender la falta de datos, está preparado para reconocer el hecho artístico en objetos y materias cotidianos que son abstractos en su esencia: una sombra, el movimiento del agua, el viento, la luz que se proyecta, una grieta, una roca, un destello…, muchas cosas que nos rodean y que siempre han conmovido profundamente al ser humano, son disformes y, sin embargo, han sido reconocidas como bellas y, por tanto, han inspirado hechos artísticos.

Un paso más sería que, mediante esa percepción el espectador lograra comprender que las acciones sin forma ni contorno, aquellas que no informan de nada preciso, en las que no hay datos que lean el significado, aquellas cuya comprensión requieren un esfuerzo propio, en las que la sensibilidad del receptor es tan importante como la del autor, son hechos artísticos absolutos, como aquellos de los que hablábamos antes, los que nos acompañan desde que el ánima dejó atrás la animalidad.

Concluyo, por tanto, acción o hecho artístico no es aquello que se consagra como tal por el beneplácito: político, crítico, mercantil , ni el sitio en el que se muestre o albergue la obra, sino la cantidad de energía y sensibilidad aportadas tanto por el autor como por el observador del evento artístico.

Vida grabado de Fernando Ruiz Villaespesa.
Vida. Obra-grabado de Fernando Ruiz Villaespesa.


1 Comentario

  1. hola

    me parese una obra interesante y ademas una obra simpatica q merese respeto autonomia y creo q es una obra literaria y chebre a los q deverdad se interesan por estas cosas q son deverdad agradables y inteligentes hasi las personas digan q estas obras no tienen sentido

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