Nuestro proceso de Bolonia y el «¿yo para qué sirvo?»

Por Francisco R. Villatoro, el 28 mayo, 2009. Categoría(s): Ciencia • Docencia • General • Noticias • Política • Science ✎ 2

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Muy bueno el artículo de Francisco J. Laporta, «Bolonia somos nosotros,» El País, 28/05/2009 , como también me gustó el de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, «¿Y tú para qué sirves?,» El País, 27/05/2009 . Os recomiendo su lectura aunque os extraigo un resumen.

«La idea [del llamado proceso de Bolonia] era buena, pero los caciques y las camarillas de las universidades la han hecho un esperpento. La catástrofe está asegurada, se impondrán el caos y la mediocridad. (…) Resulta que nos ofrecen la oportunidad de diseñar unos planes nuevos que traten de estar a la altura de los tiempos, que puedan emular a los mejores de Europa y (…) todo acaba en  una negociación de intereses entre colegas. En el crudo reparto del pastel, los oportunistas, los caciques, los enredadores, las sectas y sectillas brillan con luz propia.»

Un ejemplo: «Que una Facultad de Derecho como la de Alicante no ofrezca enseñanzas de Argumentación Jurídica, siendo como es en eso una de las mejores de Europa, si no la mejor, y constituyendo tal materia un presupuesto básico para la formación del jurista, sólo es el botón de la muestra. Lo irreparable es que los mejores han podido recibir el mensaje de que da lo mismo que hagan las cosas bien. Ya se encargan algunos intrigantes de que su esfuerzo sea inútil. Ésa es nuestra Bolonia.»

«Ya estoy viendo a los «maestros» ocupándose de la clase «magistral» de la semana, imponiendo su libro de texto como lectura, y enviando a seminarios y tutorías a ayudantes y becarios para que «tomen la lección». Todo muy activo e innovador. (…) Así avanzaremos hacia la gran Universidad europea.»

El estudiante es el centro de la nueva enseñanza en el marco del Proceso de Bolonia. «¿Yo qué sé hacer? ¿Yo para qué sirvo? [Son las preguntas que] muchos jóvenes universitarios provistos de un certificado, llamado título, expendido por cualquiera de nuestras universidades, se [hacen al asomarse] al mercado laboral. (…) La inmensa mayoría de los universitarios termina sus estudios con una actitud incomprensible. No se puede salir de la Universidad exigiendo con el siguiente discurso: «Ya me he licenciado, ¿cómo me va a resolver la sociedad mi problema de vida? Como tengo un papel que me habilita como profesional, yo exijo que me den un trabajo en esa área, a poder ser cerca de mi casa y con estabilidad total».

«Si resucitáramos a un profesor del siglo XIX, éste reconocería fácilmente un aula de cualquiera de nuestros centros escolares y podría incorporarse a su labor docente, pero seguramente no esperaría la siguiente pregunta de sus alumnos: «¿Por qué cree señor profesor, que usted sabe más que Google, por ejemplo? Todo lo que nos ha contado a lo largo del curso lo hemos encontrado en cualquier buscador por Internet, que además dice muchísimas más cosas de las que usted nos ha explicado».» El gran peligro del ordenador en el aula, mal usado por quienes no saben usarlo, los profesores.

«Sería obligatorio que el sistema educativo encontrara el procedimiento para descubrir la actitud, la motivación, la pasión de todos aquellos alumnos que pasan por nuestras aulas y sería necesario que a la Universidad llegaran aquellos que están deseando desarrollar científicamente la actitud, la motivación, la pasión que le descubrieron y potenciaron en la escuela. Eso no será posible mientras se estudie lo que no motiva, pero garantiza salida al mercado laboral, o mientras se estudie la tercera opción, porque la segunda o la primera no casaba con el baremo.»

¿Puede un profesor motivar con sus actos a un alumno no motivado? ¿Debe un profesor por obligación lograrlo? ¿Quién enseña a los profesores a motivar a sus alumnos? ¿Se puede aprender a motivar a los alumnos? ¿Quién motiva a los profesores?



2 Comentarios

  1. El artículo de Laporta está muy bien, el de Rodríguez Ibarra, pchá. ¿Tú has visto este párrafo?:

    «Escuché un día a un joven estudiante decir: «A mí lo que de verdad me apasiona es la astrología pero como ustedes dicen que la mejor salida es la medicina pues renuncio a mi pasión y la cambio por la salida profesional, aunque yo me mareo cuando veo sangre».». Es decir, ese chico podrá ser un excelente licenciado en medicina, pero no será un apasionado de la medicina.»

    Bueno, pero, digo yo, al menos habrá un astrólogo menos… 😉

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