Acabas tu tesis doctoral y aún quedan pendientes varios manuscritos por escribir y enviar a publicar, sin embargo, tu primer contrato como postdoc requiere que trabajes en otro tema diferente. ¿Cómo compartir tu tiempo entre las nuevas obligaciones y las rémoras del pasado? La carrera investigadora no tiene solución de continuidad y no puedes permitirte el lujo de no publicar nada el primer año de tu postdoc (otros lo harán y serán más competitivos); la única opción es continuar con los temas de tu doctorado, pero en tu nuevo contrato te pagan por trabajar en otra cosa diferente. Esto se agrava si tras un postdoc de un par de años te ves obligado a cambiar de nuevo y pasar a otro postdoc diferente en busca de una posición académica estable. La ciencia y las publicaciones tienen mucha inercia y el dilema del postdoc es una losa pesada sobre sus hombres. Nos lo ilustra muy bien Gaston Small, «The postdoc dilemma,» Nature 483: 235 (08 March 2012).
Gastón dice que siendo predoctoral escuchó a un profesor titular afirmar que no quería contratar postdocs porque «se pasan todo su tiempo escribiendo artículos de su trabajo de tesis.» Gastón se prometió a sí mismo que cuando fuera postdoc no dejaría que la escritura de las rémoras de su tesis doctoral le perturbaran en su investigación de laboratorio; nos confiesa en Nature que le está siendo imposible lograrlo. El reto para el postdoc es compaginar su trabajo con su carrera científica.
Gastón nos confiesa que publicó seis artículos de su trabajo de tesis, pero que acabó con un gran peso de consciencia, varios manuscritos pendientes de finalizar. Cada uno representa el resultado de su colaboración con otros científicos durante el inicio de su carrera y, aunque le da prioridad al trabajo relacionado con su puesto actual, dedica los momentos de calma a la revisión de dichos manuscritos antiguos que tiene encolados. ¿Es ético que un postdoc dedique parte de su tiempo a trabajar en otros proyectos que ya no pagan su salario? Gastón le preguntó a su supervisor del postdoc quien le dijo que no se preocupara, que le pasa a todo el mundo y él sabía que este caso no sería una excepción cuando le contrató.
Gastón confiesa que cuando inició su doctorado tenía una noción romántica de la investigación: discusiones acaloradas entre colegas delante de un café o con una cerveza, gráficos dibujados detrás de servilletas y pizarras llenas de ecuaciones. La realidad ha sido muy diferente. Los profesores titulares con los que tenido contacto siempre están ocupados: con un deadline al cuello de forma permanente, escribiendo propuestas de financiación, reuniones de comités, preparando clases e impartiendo tutorías, etc. Una pesada rutina que no deja tiempo para reflexionar sobre las grandes ideas o poner al día la cola de artículos viejos cuya escritura hay que finalizar.
Gastón acaba con una anécdota ilustrativa. La semana pasada recibió un e-mail de un estudiante de doctorado con el que colaboraba cuando él también lo era. Quería saber en qué estado estaba la escritura del manuscrito que ambos firmaban y que le había enviado para su revisión antes de su envío a una revista. Gastón se dio cuenta de que ni siquiera había abierto el archivo con el artículo, que recibió hace 14 meses. Promete en Nature que intentará hacerlo.
Noto un pequeño abuso de la palabra «Gastón», hubiera sido mejor sustituirla en algún momento por «el investigador» u otro forma para el sujeto. Estilo aparte, mi vida romántica de la investigación finalizó cuando vi la tremenda competitividad que también hay en ese mundo, y se refleja en los papers. Tampoco me parece la mejor manera de valorar a un investigador, y ni siquiera tengo claro si tiene que haber un baremo para valorarlo. Están los que hacen papers con la máquina en serie, y los que se preocupan en hacer uno o dos realmente innovadores y que aportan algo.
En mi opinión, diversificar un poco en los temas de investigación está bien. Ya lo dijo que iba a hacerlo el ganador del Nobel de Fisica en 2010. Pero no estoy de acuerdo en la sobrecarga de algunas tareas de los investigadores.
<>
No sé si me alivia el hecho de que no solo sea en España…
perdón,
me refería a la frase:
«La realidad ha sido muy diferente. Los profesores titulares con los que tenido contacto siempre están ocupados: con un deadline al cuello de forma permanente, escribiendo propuestas de financiación, reuniones de comités, preparando clases e impartiendo tutorías, etc.»
¡¡Madre mía que razón tiene!!
jaume
Creo que hay un abuso de la palabra «Gastón». Quizás hubiera sido conveniente usar sinónimos para referirse al sujeto a lo largo del texto. En mi opinión, la idea de diversificar en el postdoc está bien, ya que eso evita la posible monotonía en la investigación, ampliar las miras y el que para mí es un serio problema: evita que un investigador siga cavando su propio agujero en su especialidad especialísima. De hecho, el premio Nobel de Física en 2010 también pensaba en cambiar de campo http://www.lapizarradeyuri.com/2011/06/11/grafeno-el-material-de-los-suenos-con-entrevista-al-nobel-de-fisica-2010/, más allá de seguir viviendo de su gran éxito.
No en Europa, pero en EEUU es muy normal que haya gente que dé auténticos cambios de rumbo, después de considerar que ya ha disfrutado y aprendido con una temática. Creo que mientras haya ganas de aprender, se mantiene un espíritu investigador.
A mí la idea romántica del mundo de la investigación se me rompió cuando se vive un poco que al igual que el mundo empresarial, este también es un mundo muy competitivo. Muchos apuestan por la manivela de los papers y pueden sacar varios en un año, pero cada uno sin ser particularmente bueno ni dar un mínimo salto requerido en el estado del arte. Otros apuestan por un par de papers al año realmente presentables. No estoy seguro de que ese sea el mejor modo de evaluar las capacidades de un investigador. Sí que se ve necesaria la capacidad de evaluar de cara a la concesión de méritos y proyectos, pero bueno, creo que el paper no requiere el mismo trabajo para unos y otros.
Coincido en gran parte con el artículo y los comentarios. La carrera de investigador impone la necesidad de publicar en forma regular, y eso hace que uno tenga que enviar a veces trabajos en donde los aportes no están completos, y que luego se completan en una siguiente publicación. Eso hace que la tasa de rechazo sea más elevada, pero aún así, es la única forma de garantizar esas 2 ó 3 publicaciones anuales que nos exigen (al menos en ingeniería).
En cuanto a lo de los cambios de líneas temáticas, creo que son saludables siempre y cuando no se den en espacios de tiempo muy cortos. Hay veces donde uno le encuentra un «cierre» al tema que traía entre manos durante los últimos 4 o 5 años, y que son el momento oportuno de evolucionar, o «saltar», a otra línea de trabajo que presente nuevos desafíos.
Saludos a todos
A mí me parece algo exagerado. Actualmente soy profesor titular, pero hace cuatro años finalicé mi postdoc (como Ramón y Cajal). Claro que me ha pasado el tener que finalizar artículos de mi época anterior durante mi Cajal, pero no ha supuesto ninguna rémora en absoluto. Yo opté por emplear mi tiempo libre (noches y fines semana). A pesar del evidente sacrificio familiar que supone (con dos hijos además), ha dado sus frutos, aunque en todo caso el escribir artículos de un tema que dominas no veo que lleve tanto tiempo como para perjudicar la nueva investigación.
En cuanto a lo de cambiarse de vez en cuando de línea de investigación, no creo que tenga ventajas. A veces es evidentemente necesario, pero si uno tiene cierta «pericia» en un tema (y a veces una inversión grande en equipos y material) y este tema sigue teniendo interés, no veo que sea necesariamente mejor el cambiar. Los temas evolucionan y siempre hay cosas nuevas, ¿acaso es malo que Hawking lleve tanto tiempo en lo mismo? Por poner un símil algo forzado, sería como si ahora Messi (líder mundial en su «disciplina científica») cambiase y se pusiera a jugar de defensa, o al golf. Me parece un desperdicio de talento que, si bien puede ser estimulante en algo momento, no siempre estaría justificado.