Reseña: “Yo, mono” de Pablo Herreros Ubalde

Por Francisco R. Villatoro, el 31 mayo, 2014. Categoría(s): Ciencia • Libros • Personajes • Recomendación ✎ 3

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Confieso que cuando era más joven leía los libros del etólogo humano (o sociobiólogo) Desmond Morris (libros como «El zoo humano» o «El mono desnudo»). Me los ha recordado «Yo, mono» de Pablo Herreros Ubalde (@somosprimates), Editorial Destino, Feb 2014. Un libro ligero, de fácil lectura, repleto de anécdotas y curiosidades. Un libro sobre lo humanos que son los animales y sobre lo animales que somos los humanos. Lo he terminado en tres sentadas. Como indica la contraportada «un lenguaje claro, directo, no exento de ironía y sentido del humor». Por ello me parece una buena recomendación para este verano. Sin embargo, …

Sin embargo, me pasa lo mismo que con los libros de Eduardo Punset. Neuronas espejo, coaching, antropomorfismo y muchas otras cosas que me dejan una sensación extraña. Me parece que en lugar de ciencia estoy leyendo opiniones (aunque algunas estén avaladas por publicaciones científicas). Me gusta el libro, pero no lo puedo calificar como un libro de divulgación científica (al menos desde mi punto de vista). De la misma colección, Imago Mundi, me ha gustado mucho más «Comer sin miedo» de J. M. Mulet.

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Pablo Herreros Ubalde y un chimpancé leen juntos «Yo, mono». Fotografía de Belén de Benito.

Como ya es costumbre en este blog, permíteme unos breves extractos del libro. En el capítulo 4 «Monos altruistas y supercooperadores» me ha gustado la mención al «premio Nobel y etólogo Konrad Lorenz» cuyos libros he disfrutado mucho. «Lorenz especuló en uno de sus libros sobre cómo pudo ocurrir» el primer encuentro entre lobos y humanos. «Lorenz creía que, en algún momento en el Paleolítico una niña o un niño, movido por su instinto de protección, adoptó a varios cachorros y los introdujo en el grupo de humanos. Tras varias generaciones surgió el primer perro domesticado.»

El capítulo 3 de la serie «Cosmos: A spacetime odyssey,» presentada por Neil de Grasse Tyson, presenta una hipótesis alternativa para la domesticación del lobo. Pablo Herreros Ubalde nos cuenta la siguiente anécdota para justificar la mención al laureado con el Nobel: «Un interesante grupo de primates que ‘rapta’ perros en los vertederos de la India nos hace pensar que Lorenz estaba en lo cierto. Los babuinos capturan cahorros de perro abandonados para convertirlos en miembros del grupo de pleno derecho. Se sabe que valoran mucho la relación que mantienen con ellos porque reciben acicalamiento como ocurre con cualquier otro miembro. Los perros ayudan en la vigilancia y protección de la manada como uno más.»

El autor ilustra sus grandes dotes en el coaching en muchos lugares en el libro (que en cierto sentido le sirve como publicidad pues es un profesional en la materia). Pero además, incluye los tópicos que sabe que atraerán a muchos lectores españoles, como el fútbol. Como no se puede decantar por un equipo concreto, apuesta por los dos más grandes (Real Madrid y FC Barcelona). En el capítulo 6 «Simios olímpicos y artistas» permíteme que destaque el siguiente párrafo.

«Desde tiempos remotos, a los hombres les ha gustado practicar actividades físicas con el objetivo de ganar prestigio. (…) Los chimpancés también prestan más atención a los buenos cazadores. (…) Éste es el origen de nuestra fascinación por deportistas de élite como Leo Messi o Cristiano Ronaldo. De vivir aún en el Paleolítico, no hay duda de que las capacidades y competencias deportivas de estos y otros atletas de élite favorecerían que todos los grupos quisieran tenerlos como miembros de su tribu. (…) Los deportes no son la solución a los problemas del mundo, pero cumplen funciones sociales importantes en la vida del ser humano desde tiempos remotos. Son algo más que puro entretenimiento.»

Me encantan las anécdotas y el libro está repleto de ellas. Y sobre todo me gustan las anécdotas fáciles de recordar y llamativas, las que pueda aprovechar para mejorar mis habilidades sociales. «Yo, mono» presenta anécdotas de los temas más diversos, desde la política a la corrupción, pasando por la crisis económica. En el capítulo 7 «Primates del Ibex 35» puedes leer la siguiente anécdota sobre los pajarillos ladrones que saqueaban la leche de los británicos.

«Todos tenemos en mente la clásica escena de los lecheros británicos conduciendo pequeños vehículos en los que reparten cada mañana botellas por las casas. Las botellas están selladas con unos precintos metálicos. (…) Hace ya varias décadas, un herrerillo aprendió a perforarlas propinando ligeros golpes en la tapa con su pico, con lo que lograba agujerearla y comerse la nata que flota en la superficie. (…) La técnica se difundió a la totalidad de la especie. (…) Una duda aún no resuelta es por qué los herrerillos consiguieron tal logro y otros pájaros de jardín no fueron capaces. (…) Los seres humanos, gracias a la transmisión de conocimientos, vivimos en un proceso de aprendizaje constante en el que nos beneficiamos de la información que poseen determinados individuos o grupos, que un día tuvieron una idea brillante para adaptarnos al entorno un poco mejor.»

Dibujo20140530 Pablo Herreros Ubalde y eduard punset

El capítulo que menos me ha gustado del libro es el más próximo al estilo más reciente de Eduardo Punset, que por cierto ha escrito el prólogo del libro. El capítulo 9 «La inteligencia emocional de los animales» tiene un título que deja muy claro su contenido.

«La inteligencia emocional [el valor adaptativo de las emociones] nació con Charles Darwin hace más de ciento cincuenta años en el libro ‘La expresión de las emociones en el hombre y en los animales’. (…) Ahora que se han descubierto las neuronas espejo [la evidencia fisiológica de la empatía] todo cobra sentido. (…) Las neuronas espejo nos permiten comprender lo que les ocurre a otros individuos, imaginándonos a nosotros mismos en la misma situación de manera inconsciente y automática. (…) Estas células tan especializadas se han encontrado en humanos, primates y otros mamíferos de alto coeficiente intelectual, como los elefantes o las ballenas.»

Como supongo que ya sabrás, pero por si acaso te lo aclaro, «neuronas espejo» es el nombre fácil de recordar que se le dio a las neuronas audiovisomotoras con fines de marketing científico. Las funciones relacionadas con la empatía que se atribuyen a estas neuronas son pura especulación científica y sólo han sido sugeridas en macacos (no hay ninguna prueba de estas funciones en humanos u otros mamíferos, aunque como es obvio las neuronas audiovisomotoras existen en todos ellos). No hay ninguna prueba científica de que las llamadas neuronas espejo estén relacionadas con la empatía en humanos, primates o mamíferos. Aunque digan lo contrario Punset, Herreros Ubalde y otros divulgadores que saben que hablar de neuronas espejo vende libros. 

Acaba el libro con el capítulo 10 «Final». Un buen epílogo que resume muy bien su contenido. Permíteme un breve extracto: «¿Somos monos? (…) La pregunta correcta es ¿de qué somos capaces? Nacemos con una tendencia al altruismo y la empatía con los miembros de nuestra tribu, pero también nos dejamos llevar por instintos violentos frente a lo desconocido, desconfiamos de los extraños y provocamos guerras en el extranjero en las que mueren inocentes. (…) Los humanos somos el mono de las dos caras.» Una cara más próxima a la de los chimpancés y la otra más próxima a los bonobos. «Porque, para bien y para mal, todos somos monos, tú y yo.»

En resumen, un libro de lectura relajada, ideal para leer durante las vacaciones de verano. Aunque los amantes de la divulgación seria y rigurosa preferirán otros títulos.



3 Comentarios

  1. Lo que no entiendo respetuosamente hablando (soy ingeniero electrónico de formación) que diferencia sustancial existe entre este tipo de escritos (que las clasificas como opiniones) y noticias llenas de especulación como la entrada de susskind proponiendo que la gravedad surge de la complejidad computacional. No solo eso sino de un sin número de publicaciones de cuerdistas y física teórica de de frontera que según mi punto de vista el rigor científico esta en la parte matemática pero no en la física ya que si no se puede medir de manera sistemática y repetible ,aunque sea de manera muy pero muy indirecta, entra mas al campo de la filosofía o de las matemáticas puras según sea el caso.

  2. No hay ninguna prueba científica de que las llamadas neuronas espejo estén relacionadas con la empatía en humanos, primates o mamíferos

    No, pero basándose en la observación científica en el comportamiento afectivo de algunos animales con mayor desarrollo cerebral, como grandes simios, defines o elefantes, algunos científicos como Frans de Vaal, defienden la tesis que la ética y la moral humana tienen raíces en el pasado evolutivo.

    Saludos,

  3. Para empezar, no hay ninguna evidencia de que las neuronas sean algo más que sofisticadas vías de comunicación de información entre el exterior y el interior del encéfalo. Que intervienen en el hecho de la mente es obvio, pero como también interviene la glía y la red vascular, o los átomos que lo componen todo. De hecho, si uno repasa las afirmaciones de los más afamados neurocientíficos de la actualidad, desde Damasio a Rafael Yuste, pasando por los jefes del Cajal y las asociaciones de neurociencias, observa un factor común: todos dicen que no se sabe cómo funciona la mente. Pero luego cascan que da gusto, y normalmente, además, les encanta hablar de Dios, la eternidad y esas cosas tan grandilocuentes para las que no se me ocurre qué preparación superior tienen, en comparación, por ejemplo, con mi jardinero.

    De ahí a afirmar que existen «neuronas espejo» o el petulante «neuronas especulares» y aberraciones similares, con toda alegría. O a afirmar que la empatía es lo que nos hace humanos, contra la evidencia del protagonismo de la razón que es lo que nos distingue de los animales, para pasar inmediatamente a rendirle culto, porque como no es objetivable, cada uno se cree el más empático (normalmente con los de su cuerda) e inteligente memocional del mundo, rango que exhibe a la menor oportunidad. El mundo de la neurociencia es un auténtico desvarío, con las lógicas y honrosas excepciones, entre las que no se encuentra ese farsante divulgador llamado Eduardo Punset, aunque hay otros igualmente célebres neurocharlatanes.

    En fin, te agradezco mucho el post, pero ni se me pasa por la cabeza comprarme el libro, que por respeto a esta tu casa, voy a abdicar (que está de moda) de calificar.

    😉

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