««¿Es la medicina alternativa efectiva para tratar enfermedades?». Aunque es una pregunta breve y simple, cuando se trata de responder se vuelve algo complicado y tiene muchas respuestas dependiendo de cuestiones clave. Primero, ¿de qué terapia alternativa estamos hablando? En segundo lugar, ¿a qué afección la estamos aplicando? En tercer lugar, ¿qué se entiende por «efectivo»? [Este] libro da un repaso científico a la gran cantidad de tratamientos alternativos cuya popularidad está creciendo rápidamente. [Ya] hay muchos libros que afirman decir la verdad sobre la medicina alternativa. [Aquí] nos esforzaremos por explicárselo de manera clara, entretenida y comprensible».
Así nos venden su libro Simon Singh y Edzard Ernst, «¿Truco o Tratatamiento? La medicina alternativa a prueba», Capitán Swing (2018), traducido por Paula Rubio Marqués y Máximo A. Chicano Díaz. «Hipócrates decía que, si alguien proponía un nuevo tratamiento médico, debíamos usar la ciencia para decidir si funciona o no, en lugar de confiar en opiniones personales». Este libro usa la evidencia, mediante ensayos clínicos, para elucidar la efectividad de la acupuntura, la homeopatía, la terapia quiropráctica y la fitoterapia, con argumentos que se pueden aplicar a todas las demás terapias alternativas. Sin lugar a dudas un libro muy recomendable para todos los que alguna vez se han planteado recurrir a alguna terapia alternativa y/o complementaria.
Los escépticos pueden creer que ya no necesitan libros como «¿Truco o Tratatamiento?». Sin embargo, una presentación rigurosa y precisa de los argumentos en contra de las terapias alternativas les puede ayudar en su labor. Además, Edzard Ernst, catedrático de Medicina que investigó en medicina alternativa, hasta que se transformó en su flagelo, gracias a publicar investigaciones críticas contra su eficacia, es el autor ideal para un libro como este. Y más si le acompaña el famoso escritor y periodista científico Simon Singh, todo una garantía estilística. Un libro de divulgación que todos debéis leer.
Tras la introducción [pp. 09-14], encontramos seis capítulos y un apéndice a modo de guía rápida de las terapias alternativas no discutidas en detalle en dichos capítulos. El capítulo 1, «¿Cómo determinamos la verdad?» [pp. 17-52], nos recuerda que un método científico es necesario para «discernir entre lo efectivo y lo ineficaz y lo seguro de lo peligroso». Muy «reciente, este método, conocido como medicina basada en la evidencia, ha revolucionado la práctica médica». El libro está decorado de gran número de relatos históricos, como la historia del uso de las sangrías en medicina o de los cítricos para tratar el escorbuto. El término medicina basada en la evidencia «no apareció impreso hasta 1992», pero su práctica en medicina se remonta a principios del siglo XIX.
El capítulo 2, «La verdad sobre la acupuntura» [pp. 53-107], se inicia con la historia de «Ötzi, el Hombre de Hielo, [que] fue un paciente de acupuntura prehistórico». La llegada de esta terapia a occidente lleva a la Sociedad Americana de Anestesiología a afirmar que «no estaba interesada en anécdotas, buscaba una «evaluación objetiva» con un gran número de pacientes». Los primeros ensayos nos llevan a «el poder del placebo», un «fenómeno médico con una controversia histórica», y a sustituir el ensayo «ciego por el doble ciego». «La acupuntura a ensayo» por la OMS, genera dudas que tiene que resolver «la Colaboración Cochrane». Al final, «a medida que los ensayos se vuelven más rigurosos y fiables, el efecto de la acupuntura se asemeja cada vez más al del placebo».
«La verdad sobre la homeopatía» [pp. 109-165], el tercer capítulo, repasa «los orígenes de la homeopatía» y «el Evangelio según Samuel Hahnemann». Tras el «auge, caída y auge de la homeopatía» llegamos a un «milagro de la naturaleza», sobre el polémico artículo en Nature de Benveniste y la investigación posterior de Maddox, Stewart y Randi. No se acusó «a Benveniste de fraude deliberado, sino que simplemente él y su equipo se habían autoengañado y no habían llevado a cabo los experimentos con rigurosidad». Más allá de estas historietas de la ciencia, «la pregunta fundamental es bien clara: ¿cura la homeopatía?» Como ««el pural de «anécdota» no es «datos»»» hay que poner «la homeopatía a prueba». Y «de acuerdo con los metaanálisis, [el] profesor Ernst, [que] se formó como homeópata tras graduarse como médico convencional,» nos informa que «hay una gran cantidad de evidencias que sugieren que los remedios homeopáticos simplemente no funcionan».
El capítulo 4, «La verdad sobre la terapia quiropráctica» [pp. 167-216], se inicia con una curiosa historia sobre el «té basado en la evidencia» para luego ilustrar en «manipulando pacientes» cómo funciona la quiropráctica, en particular, la técnica del «empuje de alta velocidad y baja amplitud«. «La panacea que arregla huesos [fue] fundada por Daniel David Palmer, nacido en 1845 cerca de Toronto (Canadá)». Su terapia se basa en «la «inteligencia innata» y la «subxación» [que] carecen de importancia científica». Tras presentar «algunas precauciones para pacientes» se nos describen «los peligros de la terapia quiropráctica». Finaliza el capítulo con una exposición general de «los riesgos de la medicina alternativa».
«En la mayoría de las consultas de terapias alternativas actúan con las mejores intenciones. Se trata de terapeutas que, por su propio desconocimiento, están engañando a sus pacientes y a sí mismos». Estas terapias están asociadas a la fe, no a la ciencia. Muchos pacientes confían en ellas, desconfiando de la medicina convencional, poniendo en riesgo su propia vida y «condenándose inevitablemente a una muerte temprana» (en los casos más graves).
«La verdad sobre la fitoterapia» [pp. 217-265], el quinto capítulo, nos recuerda que «Ötzi también estaba siendo tratado [con] plantas medicinales». Existe «la farmacología basada en plantas» pero la extracción y aislamiento de sus principios activos conduce a una farmacología mucho más eficaz. Siempre hay que recordar que, «primero, no causes daño», y muchas plantas son cócteles de principios activos algunos de los cuales pueden causar daño al paciente incauto. «¿Por qué cree la gente inteligente en cosas raras?»
«Los motivos iniciales por los que la gente sigue la llamada de la medicina alternativa a menudo se relacionan con los tres principios básicos que subyacen en muchas de estas terapias: dicen estar basadas en una aproximación al cuidado de la salud más natural, tradicional y holística. Los defensores de la medicina alternativa citan repetidamente estos principios como fuertes razones para adoptar la medicina alternativa, pero, de hecho, es fácil demostrar que no son más que inteligentes y engañosas estrategias de marketing«. Y así lo muestran los autores al final de este capítulo.
«Ver es creer. Para muchos pacientes, la evidencia científica no es un factor decisivo a la hora de adoptar o no una terapia alternativa. [Basta] que hayan observado personalmente sus beneficios con sus propios ojos. Esta reacción es bastante natural y totalmente entendible, pero aun así expone a los pacientes al riesgo de tratamientos ineficaces o posiblemente peligrosos. [El] efecto placebo es un fenómeno muy real. [Muy] poderoso, proporciona desde alivio para el dolor hasta estimulación del sistema inmunitario del paciente. [Luego], ¿por qué no deberían las consultas de terapias alternativas explotar el placebo para ayudar al enfermo?»
«¿Importa la verdad?» [pp. 267-326], el sexto y último capítulo, trata de contestar a la pregunta que deja en el aire el anterior. «Se podría argumentar que cada individuo tiene derecho a gastar su dinero como desee, [pero] estamos sufriendo una estafa a expensas de nuestra propia salud». Los autores se posicionan respecto a la gran cuestión, «placebos: ¿mentira piadosa o estafa? [El] uso rutinario de placebos es inaceptable, puesto que mentir a pacientes desde una consulta médica puede parecer draconiano».
El libro nos presenta los «diez principales culpables en la promoción de la medicina no probada y desmentida», empezando por las celebridades y la comunidad científica médica, pasando por los medios, y acabando con los gobiernos y entidades reguladoras, con énfasis en la OMS. Finaliza el libro con una reflexión sobre «el futuro de la medicina alternativa» y un manifiesto final de los autores.
«Creemos que ya es hora de que ese detengan los trucos y que los tratamientos reales tengan prioridad. En nombre de la honestidad, el progreso y la buena atención médica, exigimos que los estándares científicos, la evaluación y la regulación se apliquen a todos los tipos de medicamentos, para que los pacientes puedan confiar en que están recibiendo tratamientos que han demostrado generar más beneficios que perjuicios». Amén.
Finaliza el libro con un extenso apéndice [pp. 329-373] que presenta de forma breve la evidencia clínica sobre gran número de terapias alternativas basada en «la guía de escritorio para la medicina complementaria y alternativa: un enfoque basado en la evidencia», un libro editado por Edzard Ernst et al. Se recomiendan «otras lecturas» [pp. 375-379], los «agradecimientos» [p. 381] y los «créditos de imágenes» [p. 383].
En resumen, un libro dirigido al público general, bien escrito, que pretende desvelar lo que muchos escépticos ya saben. Todos deseamos que tenga éxito y repercuta en que la estafa de las terapias alternativas acabe sucumbiendo. Mientras tanto, os lo recomiendo a todos.
Les recuerdo que seguimos con el horóscopo en los diarios de noticias ‘serios’ del siglo XXI.
El problema a mi juicio son varios : los terapeutas creen que lo que dicen es cierto, una parte no creen mentir. Existe una parte de verdad compatible con la medicina : unas hierbas de san juan si tienes decaimiento, pues, lo aceptará un médico psicólogo y un terapeuta alternativo. El problema es cuando existen otras terapias de la misma categoría de alternativa y para tratar temas más serios, como un cáncer. El problema es el solapamiento entre verdad y mentira. A veces tiene cierta verdad en dichas terapias alternativas y la gente puede creer que si una cosa es cierta, el resto debe serlo también.
Además del placebo, tenemos el efecto que el cuerpo para muchas enfermedades o trastornos acaba por encontrar la cura por sí mismo. Y puede coincidir la fase de curación con el supuesto efecto de la terapia natural. Había un efecto muy curioso en EEUU, que decía que cuando un jugador aparecía en una revista de prestigio determinada, su carrera estaba maldita e iba a caer. Y es que coincidía que solían hacer reportajes de los deportistas en la cúspide de la curva de éxito del deportista (más o menos).
Y muchas otras cosas …
La alternativa al vehículo particular es el transporte colectivo. La alternativa a Android es iOS.
Pero la alternativa a la Medicina no es la homeopatía ni demás métodos no científicos.
Llamar «medicina alternativa» induce a equívoco: no son alternativa de nada.
Saludos
Parto de que a mi pesar he de reconocer que el escepticismo es solo otra opción. No vaya a ser que tras siglos de tener que aceptar unos dogmas (aún recalcitrantes y muy activos) ahora vayamos a tratar de imponer otros para loor y mayor gloria de San Cochrane o lo que en cada momento toque.No creo ni confío en las «terapias alternativas» pero entiendo la realidad en la que vivo. Parte de la necesidad de un paciente o enfermo es el anhelo de la curación, la sensación de estar haciendo algo por sanar, un consuelo ante el padecimiento. Esto es ciencia por ser una verdad comprobable. No se en qué unidades se mide una sensación, anhelo o desesperanza pero están ahí y ejercen efectos reales en nuestras acciones y vidas.
Primero: si una persona que padece carece de un servicio de salud público accesible queda al albur de lo que pueda pagar a terapeutas privados (alternativos o no). Los embaucadores suelen ofrecer productos más asequibles. Pues eso.
Segundo :si esa persona accede a un servicio público de salud puede tener suerte y dar con un diagnóstico y tratamiento o: Tercero tener que entrar en listas para pruebas de diagnosis y tratamientos muy solicitados o económicamente permisibles para el sistema, no siempre coincidentes con los más indicados.Más de eso.
En qué unidades se mide esa suerte, o ese «económicamente permisibles también es desconocido para mí y también ejerce efectos reales en nuestras acciones y vidas.
Puede que si se dedicase más dinero a potenciar los servicios públicos de salud accesibles se eliminase el primer factor expuesto y se redujese el tercero.
Como para no ser escépticos.