Ciencia para todos T07E16: Los cultivos subtropicales están desertificando Málaga

Por Francisco R. Villatoro, el 29 junio, 2025. Categoría(s): Biología • Cambio climático • Ciencia • Noticias • Podcast Ciencia para Todos (SER) • Recomendación • Science

Te recomiendo escuchar el episodio T07E16, «Los cultivos subtropicales están desertificando Málaga» Fernando Maestre, catedrático de Ecología en el espacio «Ciencia para Todos», 25 jun 2025 [21:51], del programa de radio “Ciencia para Todos”, en el que participo junto a Enrique Viguera (Universidad de Málaga), coordinador de Encuentros con la Ciencia. Esta sección semanal del programa “Hoy por Hoy Málaga”, que presenta Esther Luque Doblas (y a veces Isabel Ladrón de Guevara), se emite todos los martes en la Cadena SER Málaga (102.4 FM) sobre las 13:45 horas.

Entrevistamos a Fernando T. Maestre (@FTMaestre, @MaestreLab), catedrático de Ecología en excedencia en la Universidad de Alicante, donde ha dirigido el Laboratorio de Zonas Áridas y Cambio Global, y desde 2024, catedrático de Ciencia e Ingeniería Ambiental en la King Abdullah University of Science and Technology en Arabia Saudí. Desde 2018 está entre el 1 % de los autores más citados del mundo. Su investigación se centra en los ecosistemas áridos y su respuesta al cambio climático, la desertificación, la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas.

Puedes escuchar el episodio en Play SER, «Los cultivos subtropicales están desertificando Málaga» Fernando Maestre, catedrático de Ecología en el espacio «Ciencia para Todos», 25 jun 2025 [21:51].

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Esther: «Último programa de la séptima temporada de Ciencia para Todos con Francis Villatoro y Enrique Viguera, antes de darles vacaciones, hasta septiembre. La semana que viene vuelve Ciencia de Verano con el profesor José María Montenegro».

«El verano no ha hecho más que empezar y vaya cómo se está comportando junio. Nos quedan por delante 90 días de calor. Acaba de iniciarse el verano. El 17 de junio, la semana pasada, se celebraba el día de la desertificación y de la sequía. Y ese es el tema que queremos tratar precisamente hoy. Un asunto que tiene muchas consecuencias para todos y que no le damos la importancia, sobre todo desde el punto de vista más divulgativo. ¿Se trata poco este tema, Enrique?»

Enrique: «Sí, se trata poco, pero cuando nos metemos en el tema se nos ponen los pelos de punta. Porque las predicciones climáticas actuales apuntan que si no se reducen drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, en un espacio de tiempo de unos 50 años, gran parte de España se transformará en zonas áridas y eso implicará un riesgo de desertificación acelerada. Esto es algo que ya empezamos a ver en Murcia, en Alicante y en Almería. Habrá zonas en las que no se podrá cultivar y además se espera un aumento de olas de calor, de incendios forestales y de pérdida de suelo fértil.

Francis: «Lo que comenta Enrique se refiere a España, pero los datos a nivel mundial implican que la desertificación va a afectar a 1000 millones de personas, que unos 50 millones de personas estarán obligadas a desplazarse, que cada año se pierdan 12 millones de hectáreas (30 campos de fútbol por minuto) y que esa pérdida implica que se dejan de cultivar 20 millones de toneladas de cereales al año. Los factores que agravan la desertificación incluyen el cambio climático, que intensifica las sequías; prácticas agrícolas insostenibles, como el monocultivo y el uso excesivo de agroquímicos; la deforestación, que reduce la cobertura vegetal; el sobrepastoreo, que impide la regeneración del suelo; y la urbanización mal planificada, que sella tierras fértiles y altera los ciclos naturales».

Esther: “Hoy tenemos con nosotros al investigador Fernando T. Maestre, catedrático de Ecología en excedencia en la Universidad de Alicante, donde ha dirigido el Laboratorio de Zonas Áridas y Cambio Global, y desde 2024, catedrático de Ciencia e Ingeniería Ambiental en la King Abdullah University of Science and Technology en Arabia Saudí. Desde 2018 está entre el 1 % de los autores más citados del mundo. Su investigación se centra en los ecosistemas áridos y su respuesta al cambio climático, la desertificación, la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas».

«Lo hemos tenido el viernes en Málaga donde ha impartido un seminario en el IHSM (UMA-CSIC) sobre la necesidad de salvaguardar las tierras áridas para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible. [Saludos] El otro día en su seminario, yo no he estado, pero me ha comentado Enrique, destacaba la importancia de proteger la tierra para evitar la extinción de especies y para evitar, precisamente, la pérdida de tierra. Esto va en contra de las tareas habituales en el campo, en las que se tiende a cortar la vegetación y a arar los campos “porque siempre se ha hecho así”. ¿Qué consecuencias tiene todo esto?»

Fernando: «Ya se ha mencionado en la introducción de Francis y Enrique la alarmante pérdida de tierra fértil a nivel global. En España, este problema también es evidente y se debe en gran parte a cómo gestionamos nuestros suelos agrícolas, especialmente en cultivos tradicionales como los frutales. Un ejemplo claro lo encontramos en las grandes extensiones de olivar en Jaén o en los viñedos repartidos por todo el país, donde el terreno entre los árboles o arbustos suele dejarse desnudo, sin vegetación que lo proteja».

«Una de las consecuencias más visibles de esta práctica son los efectos de las lluvias intensas. Todos recordamos las imágenes de riadas en la Comunidad Valenciana: el agua aparece de color marrón, señal clara de que arrastra consigo gran cantidad de suelo. Aunque fenómenos como las danas tienen múltiples impactos, incluso lluvias menos extremas pueden provocar pérdida de suelo cuando este no cuenta con una cubierta vegetal adecuada».

«Las plantas cumplen una función esencial: retener el suelo. Una cubierta vegetal densa y bien gestionada no solo evita la erosión, sino que también favorece la infiltración del agua y mejora la humedad del terreno. Por eso, la ausencia de cobertura vegetal es un factor clave —y muy preocupante— en la degradación del suelo agrícola en nuestro país. Es una consecuencia directa de cómo cultivamos, de nuestras prácticas tradicionales, que debemos revisar si queremos conservar nuestros recursos».

Esther: «Fernando, no sé si conoce la provincia de Málaga, que es conocida por su clima mediterráneo, pero también existen zonas que pueden considerarse áridas o con riesgo de desertificación. Como la comarca de la Axarquía, donde estuvo usted el otro día, debido al auge de cultivos de regadío, como el mango y el aguacate, que requieren mucha agua. De hecho, hace pocos años se publicó un estudio que concluía que la Axarquía es una de las principales zonas en riesgo de desertificación».

Fernando: «Efectivamente, como has explicado muy bien, el principal factor de riesgo es el propio clima. Buena parte de la provincia de Málaga, al igual que gran parte del sureste peninsular, tiene un clima semiárido, lo que la sitúa dentro de las zonas áridas y, por tanto, especialmente vulnerables a la desertificación».

«En el caso concreto de la Axarquía, el principal factor que está degradando el territorio y contribuyendo a su desertificación es el uso excesivo de agua para el regadío. Este año hemos tenido la suerte de que ha llovido más, y parece que se nos olvida, pero si miramos tan solo un año o un año y medio atrás, recordaremos la pertinaz sequía que afectó a buena parte del país. La Axarquía salía casi a diario en los telediarios porque los acuíferos estaban en niveles críticos, en torno al 10 % o 15 % de su capacidad».

«Y lo preocupante es que el principal responsable de esta sobreexplotación no es el consumo urbano ni industrial, sino la agricultura. Y, en particular, ciertos modelos intensivos de regadío que no se adaptan a la disponibilidad real de agua del territorio».

Esther: «Fernando, como te escuchen los agricultores, dirán: No, no, la agricultura no es la culpable…»

Fernando: «Sí, lo sé, es un tema muy sensible. Pero tenemos que ser honestos con lo que está ocurriendo. A mí me gusta decir que, si no reconocemos que hay un problema, nunca vamos a encontrar una solución. Y esto no va de señalar culpables ni de decir “lo estáis haciendo mal”. Se trata de afrontar una realidad».

Esther: «Entonces, ¿podemos concluir, aunque suene duro, que los cultivos subtropicales están desertificando Málaga?»

Fernando: «Efectivamente». Esther: «Tal cual, sin paños calientes». Fernando: «Sin paños calientes, es la realidad. Podemos debatir mucho sobre como adaptarnos, sobre como mitigar el impacto, pero lo que está claro es que el regadío no puede seguir creciendo al ritmo actual. Y esto no ocurre solo en Málaga. Yo soy de Alicante y allí pasa algo muy parecido».

«Me gusta poner un ejemplo muy simple: imagina que tienes una hucha con mil euros. Cada mes sacas doscientos, pero solo metes cincuenta. ¿Qué pasa?
Pues que, tarde o temprano, la hucha se vacía. Y eso es exactamente lo que estamos haciendo con los acuíferos: extraemos mucha más agua de la que entra. Y si seguimos así, el sistema colapsará. Eso es lo que estamos haciendo con el regadío y los acuíferos».

Enrique: «Sí, tienes toda la razón. Como biólogo me gustaría hacer una pregunta un poco más centrada en la Biología. El año pasado publicaste un artículo en Nature, que además fue portada, en el que hablabas de la sorprendente biodiversidad de los sistemas áridos. Me llamó mucho la atención, porque solemos tener la percepción de que estos paisajes son simples secarrales, con apenas unas pocas plantas».

«Sin embargo, desde el punto de vista biológico, es fascinante: esas plantas están sometidas a largos periodos de sequía, de irradiación intensa… y eso ha generado mecanismos de resistencia muy interesantes. En tu seminario, incluso comparabas estos ecosistemas con los del Reino Unido, y mostrabas que en algunos casos hay más biodiversidad aquí. ¿Eso es correcto?»

El artículo citado es Nicolas Gross, Fernando T. Maestre, …, Yoann Le Bagousse-Pinguet, «Unforeseen plant phenotypic diversity in a dry and grazed world,» Nature 632: 808-814 (07 Aug 2024), doi: https://doi.org/10.1038/s41586-024-07731-3. Más información divulgativa en Nick Petrić Howe, Emily Bates, «Where weird plants thrive: aridity spurs diversity of traits,» Nature Podcast, 07 Aug 2024; Catherine Walker, «Increases in plant phenotypic diversity in response to aridity and grazing,» Nature Plants 10: 1277 (11 Sep 2024), doi: https://doi.org/10.1038/s41477-024-01803-y.

Fernando: «Así es. Hay una percepción muy arraigada, tanto a nivel social como incluso entre nosotros, los científicos, de que las zonas áridas tienen poco valor ecológico. Solemos verlas como paisajes degradados, con poca vida y sin interés económico ni biológico. Pero es todo lo contrario. Como tú bien has señalado, son sistemas sometidos a condiciones ambientales muy exigentes, especialmente por la escasez de agua. Y precisamente esa dureza ambiental ha dado lugar a una gran diversidad biológica, aunque durante mucho tiempo ha pasado desapercibida… en parte porque no se había estudiado lo suficiente. Hasta hace poco, si querías investigar biodiversidad, te ibas al Amazonas, no a un secarral».

«Lo que estamos descubriendo ahora, y eso es lo que mostramos en ese trabajo [en Nature], es que las zonas áridas albergan una biodiversidad oculta y sorprendente. Son ecosistemas con baja productividad primaria, sí, pero en los que la evolución ha generado una enorme variedad de estrategias adaptativas. De hecho, se pensaba que en ambientes extremos como estos solo podía sobrevivir un tipo muy concreto de planta, muy especializada. Pero lo que hemos visto es justo lo contrario: hay muchas formas diferentes de adaptarse al estrés ambiental, y eso genera diversidad».

Y antes de que se me olvide, que me enrollo y se me pasa, un dato que suele sorprender: en la provincia de Alicante hay más especies de plantas vasculares que en todo el Reino Unido. La gente no se lo cree, pero es cierto. Y se explica no solo por la presión selectiva del clima árido, sino también porque en espacios pequeños como Málaga o Alicante coexisten muchos microambientes diferentes, lo que favorece una diversidad altísima».

Francis: «La desertificación está provocando hambre en muchas partes del mundo, donde ya es difícil acceder a comida cada día. Esto tendrá consecuencias en forma de grandes migraciones de personas, hacia Europa, hacia zonas más templadas… ¿Qué opinas?»

Fernando: «Sí, por desgracia es así. Una de las consecuencias más graves de la desertificación es que la Tierra pierde su capacidad de producir alimentos. Y a veces nos cuesta darnos cuenta, porque aquí vamos al supermercado y tenemos de todo. Estamos muy desvinculados de la producción directa de comida».

«Pero hay más de un billón de personas en el mundo…» Francis: «Un billón inglés, que son mil millones…» Fernando: «Sí, mil millones de personas que dependen directamente de lo que la tierra les proporciona para sobrevivir. No hablamos de generar ingresos, sino de poder comer a diario, simplemente de subsistir».

«Y claro, cuando el suelo se degrada y deja de ser productivo, esas personas no tienen más opción que moverse. Por eso hablamos ya cada vez más de migrantes climáticos: personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares porque el clima o la degradación del suelo hacen imposible seguir viviendo allí».

Francis: «Es un problema que tiene implicaciones geopolítica…»

Fernando: «Exactamente. Hay algo que no se menciona lo suficiente: la paz y la estabilidad dependen de la productividad de la tierra. Hay estudios cada vez más sólidos que muestran esta conexión. Por ejemplo, en el caso de Siria, hay bastante consenso en que una fuerte sequía y la caída en la producción agrícola fueron factores clave en la inestabilidad social previa al estallido de la guerra civil».

«La degradación del suelo no solo genera hambre y migración, sino que puede ser el detonante de conflictos. Así que si de verdad queremos abordar los movimientos migratorios o evitar crisis humanitarias, tenemos que actuar sobre las causas de raíz: asegurarnos de que la gente pueda vivir dignamente en sus lugares de origen. Y eso pasa por cuidar los suelos, proteger la tierra productiva y garantizar la producción de alimentos».

Enrique: «Otro de los temas que mencionabas es el enorme desaprovechamiento de comida antes de que llegue siquiera al plato. Las cifras eran impactantes: cerca de un tercio de los alimentos se pierden. ¿Dónde se producen esas pérdidas y, sobre todo, tiene solución? ¿Y qué impacto tiene este desperdicio en los cultivos, por ejemplo, en Andalucía?»

Fernando: «Sí, esta es una pregunta muy interesante y un tema muy importante. A nivel global, se estima que más del 30 % de la comida que producimos acaba desperdiciándose. Las cifras son casi inconcebibles, y el impacto es enorme, no solo económico, sino también ambiental. Producir alimentos requiere muchísima agua, fertilizantes, pesticidas… y todo ese esfuerzo y esos recursos se pierden con la comida que no se consume. Además, la producción de alimentos emite gases de efecto invernadero, contamina el suelo y consume territorio».

«¿Dónde se producen estas pérdidas? Pues depende del contexto. En países en vías de desarrollo, muchas pérdidas ocurren entre la cosecha y la venta, por problemas de infraestructura: falta de carreteras, transporte inadecuado, ausencia de cámaras frigoríficas, etc. En cambio, en los países desarrollados como el nuestro, la mayor parte del desperdicio ocurre al final de la cadena, en la distribución y, sobre todo, en los hogares, a nivel del consumidor. Compramos más de lo que necesitamos y acabamos tirando lo que se estropea. Todos los oyentes [deberían] pensar cuánta comida se tira en su casa. También hay otro caso paradigmático: en Europa y en España, a veces producimos tanta comida que el mercado no la puede absorber. Para evitar que caigan los precios, parte de esa producción se tira en origen. Directamente, porque sale más rentable destruirla que venderla a pérdida».

«Sobre la situación en Andalucía, el caso es especialmente preocupante. Como comentábamos antes, zonas como la Axarquía están al borde de la desertificación por el uso intensivo del agua para regadío. Pero, ¿cómo justificamos que estemos usando agua escasa para producir comida… y que luego tiremos un 30 % de lo que producimos? Es un sinsentido. Producimos alegando que hay que alimentar a una población creciente, que es una actividad económica esencial, etc. Pero al mismo tiempo, desperdiciamos una parte enorme de esa producción».

«Y no es solo un problema ecológico o económico. Es también un problema ético. Porque mientras tanto, millones de personas en el mundo sufren desnutrición. Y no me refiero solo a falta de calorías; muchas personas no tienen acceso al valor nutricional adecuado, y ahí la fruta juega un papel esencial, por su riqueza en vitaminas y minerales. Así que el desperdicio alimentario no solo degrada el medio ambiente, sino que también refleja desigualdades profundas que debemos abordar».

Esther: «Fernando, con este panorama tan apocalíptico, ¿nos puedes dejar algún mensaje positivo? ¿Hay algo que podamos hacer? ¿Esto es reversible?»

Fernando: «Sí, claro que sí. Hay que ser optimistas. No podemos quedarnos paralizados pensando que no hay solución. Al contrario, se pueden hacer muchas cosas y cada acción cuenta. Una de las claves es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, porque eso tiene un impacto directo en la degradación del suelo, en la desertificación y en la seguridad alimentaria».

«Y también es fundamental reducir el desperdicio de alimentos. Ahí todos tenemos un papel muy importante que jugar. Simplemente, con no comprar más de lo que vamos a consumir, ya estamos ayudando».

Esther: «¿Pero eso es posible con el modelo de industria alimentaria que tenemos hoy?»

Fernando: «Sí, es posible. Pero necesitamos voluntad política. De hecho, en España se ha dado un paso reciente hace un par de meses; se aprobó una ley de cadena alimentaria contra el despilfarro alimentario. Empezamos a tener mecanismos legislativos para afrontar este problema. Ahora lo que hace falta es cumplirlas y aplicarlas con seriedad.

Esther: «Cumplirlas… esa es otra batalla. En fin, ha sido un verdadero placer tener hoy con nosotros a Fernando Maestre, catedrático de Ecología, actualmente en Arabia Saudí (aunque ahora mismo de vacaciones en España). Gracias por acompañarnos en este último programa de la temporada de Ciencia para Todos. ¡Feliz verano, profesor!» [Despedida]

Esther: «Enrique, Francis, también a vosotros os damos vacaciones. Muchísimas gracias, de verdad, por habernos acompañado durante toda esta temporada. Quiero agradeceros personalmente, y también públicamente a través de las ondas, el esfuerzo que hacéis cada quince días. Porque esto no es solo venir y hablar; hay que prepararlo, escribir el guiln, buscar al invitado… Y eso requiere tiempo, compromiso y mucho trabajo. Así que de corazón, gracias por seguir divulgando ciencia en la radio».

«Y, por cierto, ¿tenéis cursos de verano en marcha, no?»

Enrique: «Sí, aquí no descansamos del todo, Esther. Estamos organizando un curso de verano de la FGUMA (Fundación General de la Universidad de Málaga), en la sede de Marbella, junto con la profesora Ana Grande. El tema es muy actual: desinformación y ciencia, algo que nos interpela a todos, tanto a científicos como a periodistas, porque, como vemos cada día, la ciencia está siendo cuestionada desde muchos frentes. Así que nos parece un tema muy necesario y oportuno».

Esther: «Enhorabuena por la iniciativa y por el trabajo que hacéis tanto tú [Enrique] como Ana Grande… y también Francis Villatoro, que sabemos que participa en ese curso». Enrique: «Sí, Francis también está implicado». Esther: «¡Feliz verano!»

«El valor de la ciencia frente a la desinformación,» curso presencial de 10 horas en el Hospital Real de la Misericordia (Plaza Practicante Manuel Cantos, Marbella) – Hospitalillo (Aula 1), en Marbella, 1 y 2 de julio de 2025. Coordinado por Ana Grande Pérez, Catedrática de Genética de la Universidad de Málaga, y Enrique Viguera Mínguez, Profesor titular de Genética de la Universidad de Málaga. Más información y matrícula en FGUMA.



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