La Tierra se formó hace unos 4500 millones de años. Hay pruebas firmes de vida unicelular hace 3500 millones de años. Los indicios más antiguos de vida son poco firmes. Se publican en Nature nuevos indicios de vida hace más de 3770 millones de años, quizás hasta hace 4280 millones de años. Hay que ser cautos con esta noticia. Que se ignoren los mecanismos que puedan explicar la formación abiótica de las microestructuras observadas no significa que tengan que ser biológicas. Basta recordar la historia del famoso meteorito marciano ALH 84001. Como siempre, estos indicios tendrán que ser confirmados con futuros estudios, por muy prometedores que parezcan tras ser publicados en Nature.
Rocas sedimentarias de antiguas fuentes hidrotermales, halladas en el cinturón supracortical de Nuvvuagituuq en Quebec, Canadá, muestran estromatolitos de hierro, tubos y filamentos microscópicos de hematita (oligisto u óxido férrico). Su morfología y su composición son similares a los de microfósiles de bacterias oxidadoras de hierro (acidófilas quimiolitótrofas) de hace 480 millones de años hallados en Løkken, Noruega. Además, se han encontrado restos de apatita (fosfato de calcio con cloro o flúor) y carbonatos típicos de los microfósiles bacterianos.
Lo más relevante de esta noticia es que si la vida surgió en la Tierra en pocos cientos de millones de años, quizás también surgió en Marte. Incluso en muchos de los exoplanetas potencialmente habitables. El artículo es Matthew S. Dodd, Dominic Papineau, …, Crispin T. S. Little, «Evidence for early life in Earth’s oldest hydrothermal vent precipitates,» Nature 543: 60–64 (02 Mar 2017), doi: 10.1038/nature21377. Seguro que ya has leído mucho sobre esta noticia; te recomiendo «Hallados los fósiles más antiguos de la Tierra», Agencia SINC, 01 Mar 2017; y Javier Sampedro, «Hallada la evidencia de vida más antigua que se conoce», Materia, El País, 01 Mar 2017.
No se sabe dónde se originó la vida en la Tierra, pero una de las hipótesis más firmes apunta a las fuentes hidrotermales bajo los océanos. Estas fumarolas (chimeneas) submarinas son fuentes de hierro, luego ricas en energía, y en elementos químicos disueltos en agua, con los que iniciar un metabolismo primitivo (reacciones químicas orgánicas). LUCA (o cenancestro), el último antepasado común universal a todos los seres vivos de la Tierra, pudo evolucionar en el entorno de fuentes hidrotermales.
Los nuevos indicios de microfósiles se han hallado en fragmentos de jaspe situados en el cinturón supracortical de Nuvvuagituuq (NSB) y son similares a los hallados en fragmentos de jaspe en Løkken. Así lo indica su análisis mediante microscopios ópticos, microscopios electrónicos, espectroscopios Raman y espectrómetros de masas. Su morfología y su composición es muy similar entre sí y a las estructuras producidas hoy en día por bacterias que se encuentran cerca de las fuentes hidrotermales. Estas bacterias obtienen energía por oxidación de hierro.
En las últimas décadas ha habido mucha controversia sobre todos los indicios de vida de hace unos 4000 millones de años. Sin lugar a dudas el nuevo descubrimiento generará opiniones a favor y en contra entre los expertos. La clave es que no se encuentre ninguna explicación abiótica de las estructuras observadas. Solo en dicho caso se llegará a un consenso entre los científicos que nos permitirá asegurar que la vida nació tan pronto en la Tierra. Una de las grandes esperanzas de la exobiología.
Realmente las fuentes hidrotermales no proporcionan energía útil para estas bacterias, es decir, las bacterias oxidadoras de hierro emplean energía química del hierro Fe2+ para oxidarlo a Fe3+. Lo que hacen las chimeneas volcánicas es aportar continuamente el hierro reducido del manto terrestre hacia el océano. Y la reacción de oxidación de Fe2+ no es la única, sino que se conocen otras ocho formas de quimiosíntesis asociadas a surgencias termales. Incluso hay bacterias fotolitoautótrofas que sí aprovechan la energía térmica radiante en el infrarrojo
http://www.encuentrosenlabiologia.es/2016/03/chimeneas-hidrotermales-y-las-ciudades-perdidas-abisales/
Gracias, Daniel, por la aclaración.
Viendo la capacidad adaptativa de la vida voy a expresar una idea personal que abrigo desde hace años y es que el polvo marciano que vemos en realidad es materia viva, que utiliza el óxido de hierro para protegerse de la excesiva radiación; quizás sea una chorrada, pero ¿sería posible un organismo que tuviera paredes celulares de hierro? ¿que utilizase el calor generado en sus paredes férricas por la radiación y el óxigeno para realizar sus intercambios químicos?.
Xuanín, no, no sería posible. Lo que sabemos sobre la química del hierro lo impide (y esta química la conocemos muy bien desde hace mucho tiempo).
Cada vez más pistas apuntan al posible origen basado en el metabolismo S-Fe. Sin ir más lejos, ayer salió hay una referencia adicional en phys.org: https://2017-03-biochemical-fossil-life-emerged-phosphate.html sobre un artículo publicado en Cell: «Remnants of an Ancient Metabolism without Phosphate» http://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674(17)30133-2 , DOI: 10.1016/j.cell.2017.02.001
Cómo diría otro, «aquí huele a asufreee».
Recomiendo también el excelente libro de Nick Lane, «La cuestión vital».
Saludos y buen fin de semana.
Gracias por estar atento, Francis.
Ya sabes a qué me refiero
😉
Saludos.