La mayoría de las películas de ciencia ficción muestran vehículos aéreos en ciudades del futuro sin aves. Sin embargo, en nuestras ciudades es difícil evitar toparse con palomas, gorriones, vencejos y otros pájaros. La mayoría de los aeropuertos usan aves de cetrería como protección. ¿Qué efecto tendrán las aves en una ciudad repleta de drones? ¿Cómo gestionaremos la competencia por el espacio aéreo?
Nos lo recuerdan Sergio A. Lambertucci, Emily L. C. Shepard, Rory P. Wilson, «Human-wildlife conflicts in a crowded airspace,» Science 348: 502-504, 1 May 2015, doi: 10.1126/science.aaa6743. Más información interesante en Recomiendo leer a Thomas H. Kunz, «Aeroecology: probing and modeling the aerosphere,» Integrative and Comparative Biology 48: 1-11, 2008; doi: 10.1093/icb/icn037.
La aeroecología estudia la biodiversidad en el espacio aéreo, un fenómeno vital para muchos ecosistemas. La mayoría de los animales que vuelan operan a menos de cien metros del suelo. Su densidad decrece con la altura. Los edificios, las líneas eléctricas, las antenas y los parques eólicos causan millones de muertes de animales al año. Las colisiones con aeronaves se concentran a alturas entre 60 y 120 metros durante el despegue y el aterrizaje.
Las colisiones a altitudes de crucero son muy excepcionales. Se estima que hasta la fecha más de doscientas personas han muerto en todo el mundo y miles de aviones han sido dañados como resultado de colisiones con aves. En Estados Unidos el costo de estos choques con aves supera los 900 millones dólares al año.
A gran velocidad el impacto de una aeronave y un pájaro puede causar importantes daños. En muchos casos, tras el impacto hay que realizar un aterrizaje de emergencia. Pero no sólo en el aire, también en la carretera se producen impactos entre aves y vehículos (coches, camiones, etc.). Por encima de 120 km/h la mayoría de las aves paradas en la carretera o autovía no tienen tiempo suficiente para reaccionar y el impacto es inevitable (Travis L. DeVault et al., «Speed kills: ineffective avian escape responses to oncoming vehicles,» Proceedings of the Royal Society B 282: 20142188, 2015; doi: 10.1098/rspb.2014.2188).
Los drones (vehículos aéreos no tripulados) cada día se usan más. Su efecto en la vida silvestre ha sido poco evaluado. En algunos países (como Canadá y Estados Unidos) sólo se permite que los drones vuelen por debajo de cierta altura (120 m), donde se encuentran la mayoría de los animales voladores. Los pocos estudios sobre el impacto aeroecológico de los drones se basan en los que se usan para vigilar el medio ambiente físico y biológico. Se sabe que algunas aves acuáticas no modifican su comportamiento cuando se les acercan los drones. Sin embargo, otras especies, como las gaviotas o las rapaces territoriales, se ven afectadas cuando los drones vuelan cerca de sus nidos. Algunos expertos creen que los drones podrían causar reacciones fisiológicas en algunas aves, por ejemplo, estrés, pero estos efectos aún no se han investigado en detalle.
El campo visual de muchas aves es más limitado que el humano y los vehículos no ofrecen señales visuales adecuadas para alertar a las aves. Varios estudios apuntan a que los drones, aviones e incluso las pistas de los aeropuertos deberían tener luces intermitentes de un color especial (LED azul a 470 nm) para alertar a las aves (Megan S. Doppler et al., «Cowbird responses to aircraft with lights tuned to their eyes: Implications for bird–aircraft collisions,» The Condor 117: 165-177, 2015; doi: 10.1650/CONDOR-14-157.1).
La gestión ambiental eficaz del espacio aéreo es necesaria. No basta con la creación de reservas de espacio aéreo, tanto temporales (para la época migratoria) como permanentes. La extensión del uso de vehículos aéreos no tripulados en las ciudades y en los pueblos requerirá la toma de medidas preventivas eficaces para evitar daños mutuos. Queda mucho por investigar en este campo.