«La ciencia y la literatura son formas de conocimiento habitualmente disjuntas. Sin embargo, la divulgación de la ciencia se ha aproximado a lo literario para captar la atención del público no especialista. [Las] ‘dos culturas’ no tienen por qué ser excluyentes. Tiene que haber alguna intersección, algún solapamiento, algún terreno fronterizo entre ellas que merezca la pena ser explorado. Este libro, esta trenza de ciencia y literatura, es un intento de exploración de esa frontera».
Breve, pero rotundo, el preámbulo de Juan Tomé, «Existiendo el universo. Ensayos científicos y relatos literarios», Cosmológica Amonaria (2015) [205 pp.]. «Este es un libro sobre temas de ciencias. [Siete cuadernos], primero el ensayo y luego el relato, aunque pueden leerse en orden inverso. [Los] relatos nacieron primero, pero todos traían un ensayo debajo del brazo. [Y] pueden leerse los relatos sin atender a los ensayos, lo mismo que puede hacerse lo contrario. Aquí hay dos libros en uno y cada lector puede elegir si mezclarlos o no».
Juan y yo hemos coincidido en actividades divulgativas. «Me gustó mucho la “Conversación, charla-espectáculo sobre cosmología” que impartió en mayo de 2014 en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga» [LCMF 11 Ago 2015]. Solo suelo reseñar libros de divulgación científica en sentido estricto. Pero como dijo José Manuel Sánchez Ron
en su discurso de toma de posesión en la Real Academia de la Lengua en el año 2003: «No son muchos los científicos que son capaces de educar y conmover. Es preciso ir más allá de la mera divulgación, penetrar en los ricos y alambicados dominios en los que se funden el ensayo, la divulgación y la literatura» [Discurso PDF].
El primer cuaderno, «Evolución» [pp. 13-32], contiene el ensayo «De simple a estructurado» [pp. 15-26]. «El desequilibro y la posibilidad de cambio son condiciones necesarias para la vida. [Los] vivos son sistemas complejos bien limitados, separados del medio que los rodea, que necesitan intercambiar con él, permanentemente, materia y energía. [Para] mantener su desequilibrio interno, los vivos necesitan desequilibrios externos que originen los flujos de materia y energía que los organizan, que los sostienen».
Le sigue el relato «La génesis de nuestro universo según San Big Bang» [pp. 27-32]. Que se inicia con «Por culpa de la pequeñez de una plaza quedó un hijo sin el reconocimiento de sus padres. Lo que pasó en la placita es reciente pero el encadenamiento de azares que lo propició se enraíza muy lejos en el tiempo». Y no cuento más.
«Desequilibrio» [pp. 33-46], el segundo cuaderno, contiene el ensayo «Caliente, frío, luz, oscuridad, día, noche» [pp. 35-40] sobre la paradoja de Olbers. «Para el universo no hay alternativa, la única vía posible de enfriamiento es la expansión. [Los] sistemas en equilibrio termodinámico [son] sistemas estancados, ‘muertos’. Nuestro universo no es así. Todavía está en desequilibrio, cambia, está ‘vivo’. La Tierra entera es un sistema en desequilibrio mantenido por el flujo de energía solar.»
El relato «Conversación» [41-46] dio lugar a la charla-espectáculo que disfruté en 2014. «Soy astrofísico. Paso esos días jugando más con las palabras que con las matemáticas, haciendo lo que no puedo hacer mientras trabajo, abandonarme a elucubraciones que no podría compartir con los colegas, porque se salen de lo académico y se adentran en lo personal. [Allí] no soy yo el que piensa y el universo lo que es pensado. Allí, que yo piense es evidencia de que el universo piensa. Allí yo también soy universo.»
El tercer cuaderno, «Necesidad» [pp. 47-62], contiene el ensayo «El principio antrópico» [pp. 49-54] que tras citar a Fernando Savater se adentra en los recovecos de este principio metafísico que afirma «que las propiedades del universo deben ser tales que nuestra existencia sea posible.» Y le sigue el relato «Granadilla» [pp. 55-62], que a mí me ha parecido un poco flojo.
«Posibilidad» [pp. 63-80], el cuarto cuaderno, contiene el breve ensayo «Números de sobra» [pp. 65-72], sobre los números grandes y pequeños, y el relato «Esta feria» [pp. 73-80], que finaliza así: «Soy cronista de esta feria y lanzo esta crónica en una botella que se tragará la negrura con lucecitas que nos rodean. La abraza una etiqueta que pone: ‘Compañeros posibles, compañeros’.»
El quinto cuaderno, «Extrañeza» [pp. 81-114], contiene el ensayo «El extraordinario caso de la aparición de la única vida conocida» [pp. 83-98], y el relato «El testamento de Riccardo Negrese» [pp. 99-114]. «Hace dos semana recibí de un antiguo compañero, un matemático francés especialista en Teoría de Catástrofes y aceptable amante, un escueto correo electrónico con dos archivos adjuntos». El relato está bien, aunque cuesta leer la tipografía Courier de algunos pasajes.
«Contingencia» [pp. 115- 134], el sexto cuaderno, contiene el ensayo «Posibles, innecesarios, irrepetibles» [pp. 117-130], que se inicia recordando que «nuestro universo es, por definición, el conjunto único de todas las cosas con las que podemos interaccionar». El relato «Premio gordo» [pp. 131-134] me ha gustado. «Te deseo felicidad y no aguanto más. Tiemblo, me asusto. Bajo la cabeza. Vuelvo a mirarte. Sigues ahí. Muy despacio me acerco a tu cara. [Sé] por qué te veo, por qué me ves. Lo he pensado muchas veces, después de miradas más fugaces que ésta. Sé que a tus ojos y a los míos están llegando, rebotados en nuestras caras, fotones del espectro visible que nuestros cristalinos concentran en nuestras pupilas, túneles por donde entran al fondo oscuro del ojo».
El séptimo y último cuaderno, «Humanidad» [pp. 135-162], contiene el ensayo «Lenguaje» [pp. 137-142], «[esa] plantilla, el retículo al que intentamos ajustar la realidad para representarla, para interpretarla, para entenderla. [El] cimiento base para descubrirla, para recrearla, para inventarla, para imaginarla. [El] lenguaje sostiene el pensamiento y el pensamiento mantiene vivo el lenguaje. [Los] humanos necesitan la cultura para serlo pero sin humanos no hay cultura. Lenguaje, pensamiento y cultura. Patrimonio de la humanidad».
El último relato, «Canon a tres voces» [pp. 143-162], bañado de notas autobiográficas: «Nacimos mi padre, mi madre y yo con un desfase de venticuatro años. [Mi] padre empezó un canon cantando solo. Mi madre, cuando convino, hizo la segunda voz. Yo, a mi tiempo, le pongo la guinda.»
«Entonces todavía se podía fumar en los departamentos universitarios, que no se usaban sólo para trabajar. Eran lugar de reunión, de debate, de conspiración. Entonces éramos mucho más jóvenes. No. Entonces éramos jóvenes. Todo el mundo era joven. Ahora, sólo los jóvenes son jóvenes, el mundo ha cambiado mucho».
Finaliza el libro con tres anexos, un extenso número de notas [pp. 165-186], un glosario de términos técnicos [pp. 187-201] y una breve bibliografía citada [pp. 203-205]. Permíteme destacar un término del glosario. «Paradigma: Marco de conocimientos, problemas, métodos y proyectos en cuyo seno se realiza la investigación en un campo científico. [Los] paradigmas juegan un papel conservador en el avance del conocimiento científico, el de preferir lo que funciona a lo que está por probar. [El] paradigma cambiaría cuando acumule propuestas de revisión que afecten a lo establecido, [o] cuando agote su capacidad de plantear buenos problemas y buenas líneas de solución.»
Un libro con ciertos altibajos, con ensayos mejores que el relato de su cuaderno y viceversa, pero que en general se lee bien y se disfruta. Lo recomiendo a los aficionados a la divulgación que también sean aficionados a la literatura.