«Sea como sea, en algún momento, de algún modo, la humanidad saltará a las estrellas. [Hasta] hace relativamente poco no teníamos la menor garantía de que existiesen mundos en otras estrellas a los que viajar. Hoy sabemos que existen, conocemos cada vez más sobre ellos. Algún día, cuando decidamos dar el salto a las estrellas, sabremos qué dirección tomar. No será una búsqueda a ciegas».
El nuevo libro de Arturo Quirantes Sierra, alias @elprofedefisica, “Los exoplanetas. Otras tierras en torno a otros soles», Un paseo por el cosmos, RBA Coleccionables (2016) [159 pp.], que apareció en agosto, es uno de los mejores de esta colección de RBA. Un libro breve, pero muy completo. Parte de la definición de planeta, se recrea en los métodos de detección, nos cuenta su clasificación y finaliza hablando de habitabilidad. Realmente es difícil contar más cosas en menos espacio. Me ha gustado mucho.
El segundo libro de Arturo en esta colección de RBA, el primero fue «Espacio-tiempo cuántico», Reseña en LCMF, 21 Nov 2015, es mucho mejor que el primero. Arturo ya ha escrito muchos libros (algunos gratuitos) y está escribiendo más. Su estilo es ágil y conduce a libros muy completos, y llenos de curiosidades. Si cae en tus manos «Exoplanetas», no lo dudes, seguro que lo disfrutarás.
Tras la Introducción [pp. 7-12], se incluyen siete breves capítulos, y se concluye con unas lecturas recomendadas y un glosario de términos. No me gusta, pero Arturo empieza mencionando a Giordano Bruno, muy en la línea del nuevo Cosmos con Neil deGrasse Tyson. «[Bruno] postulaba un universo infinito, lleno de mundos como el nuestro, donde otros seres semejantes a nosotros podrían rendir culto a su propio Dios. [Los] exoplanetas se resistían a ser observados. Son demasiado pequeños, demasiado lejanos, demasiado esquivos. Así que el grado de precisión continuó aumentando, y técnicas que se pensaba imposibles dejaron de serlo. [Hoy] parece como si, tras confirmar la existencia de los exoplanetas, la búsqueda de inteligencia extraterrestre fuese el siguiente paso lógico».
El primer capítulo no podría ser otro, «Qué es una planeta» [pp. 13-30], donde los grandes protagonistas son Plutón, ese planeta enano que muchos se resisten a descalificar como planeta, siendo el plutoide más grande, y Ceres, el antiguo asteroide que muchos se resisten a recalificar como planeta enano. «La responsabilidad de determinar qué es un planeta corresponde por convenio a la Unión Astronómica Internacional (UAI). [El] 24 de agosto de 2006 la UAI aprobó [qué] un cuerpo celeste debe cumplir para ser considerado planeta: orbitar alrededor del Sol, tener una masa suficiente para alcanzar el equilibrio hidrostático y haber limpiado su órbita de otros cuerpos extraños. [Según] las nuevas normas, cuerpos como Plutón, Eris o el asteroide Ceres, al no cumplir la tercera condición, deberían pasar a la categoría de planetas enanos«.
El capítulo 2, «La vida de los planetas» [pp. 31-46], nos cuenta la formación de los planetas y su evolución posterior, las famosas migraciones planetarias, que Arturo llama «un baile planetario». «Una nueva estrella [contiene] más del 99% de la masa de todo el sistema estelar; el resto se distribuye en un disco de gas y polvo, llamado disco protoplanetario. [Las] estrellas que alojan planetas destruyen su litio mucho más eficazmente que aquellas que no los tienen, lo que constituye una señal que permite localizar más fácilmente [las] que formen parte de un sistema solar».
«El (lejano) fin de la Tierra» nos recuerda que no sabemos si el Sistema Solar es estable. «¿Es el sistema solar caótico? Para averiguarlo se han llevado a cabo diversas simulaciones informáticas que intentan predecir el comportamiento de las órbitas planetarias a escalas de tiempo a millones de años vista. [La] única certeza con relación al futuro de los planetas es que nadie sabe qué sucederá en realidad».
La búsqueda de exoplanetas aparece en el capítulo 3, «En modo de detección» [pp. 47-70]. «Hace apenas veinticinco años [era] una misión imposible. Hoy [ya] se han descubierto dos millares de exoplanetas. Y la cifra sigue creciendo». Arturo empieza con el método de la velocidad radial. «El efecto Doppler se manifiesta haciendo que la luz de la estrella se vuelva algo más azul. Mientras, en el lado opuesto de la órbita sucederá lo contrario: la estrella se aleja y su luz se dirige hacia el rojo. [En] 1899 el propio Vobel comprobó la validez del método al demostrar que la estrella Spica es en realidad un sistema binario. [El] primer éxito llegó´en 1989, año en el que un equipo dirigido por el astrofísico estadounidense David Latham anunció la detección [del que ahora] se reconoce como el primer planeta extrasolar descubierto».
El sistema planetario Cervantes, con sus cuatro planetas Quijote, Sancho, Rocinante y Dulcinea, es un inciso entre la discusión de los instrumentos ELODIE, SOPHIE, CORALIE, HARPS y ESPRESSO, entre otros. «De ocultaciones y tránsitos» nos habla del método más popular para detectar exoplanetas. «En ocasiones, un planeta se interpondrá entre nosotros y su sol, ocultando parte de este. [Un] fotómetro de alta precisión podría medir las diferencias de brillo para detectar el planeta; es el llamado método de tránsitos, o de ocultaciones». Arturo nos habla de MEarth, SuperWASP, las misiones espaciales Corot, Kepler, y los futuros TESS, CHEOPS y PLATO.
Tras este interesante capítulo, llegamos al cuarto, «Nuevos métodos de búsqueda» [pp. 71-94], que nos presenta una información que suelen omitir la mayoría de los libros sobre exoplanetas. Se inicia con las microlentes gravitacionales y los experimentos OGLE, MOA y KMTNet. Gracias a ellos podemos detectar los exoplanetas más lejanos de la Tierra, como KMT-2015-1 b, que «se encuentra a casi 27 700 años-luz de nosotros». Por supuesto, también podemos usar la «observación directa» usando «un bloqueador artificial de luz llamado «coronógrafo»».
«La accidentada evolución de la astrometría» parte del astrónomo alemán Friedrich Bessel y la detección de la estrella Sirio B, y acaba con el observatorio orbital Gaia de la ESA. «Cronometraje de púlsares» que permite «detectar exoplanetas mediante el estudio de las anomalías en el período de rotación, conocida con el nombre de cronometraje (timing), aplicable a algunos tipos particulares de estrella, las conocidas como variables ZZ Ceti, un tipo de enanas blancas».
El capítulo 5, «Enciclopedia planetaria» [pp. 95-110], nos presenta la clasificación actual de los exoplanetas. «En el momento de escribir estas líneas, la base de datos exoplanets.eu lista un total de 2 111 planetas extrasolares agrupados en 1 354 sistemas planetarios, que se extienden a distancias entre 4,2 y 27 700 años-luz de nosotros» (el último listado, de 27 de septiembre de 2016, lista 3 532 planetas en 2 649 sistemas planetarios). «Los más grandes: planetas tipo Júpiter» tanto calientes como fríos. «Planetas tipo Neptuno: más masivos que la Tierra, menos que Júpiter», «minineptunos y supertierras» y «tierras muy lejanas: exotierras» completan la clasificación.
Arturo nos comenta que «en 2012 se detectó una posible exotierra en Alfa Centauri. [Dicho] planeta, llamado Alfa Centauri B b», como ya sabrás, fue descartado un año y pico más tarde. Este verano, tras la escritura del libro, se ha descubierto a Proxima Centauri b, una supertierra en la zona de habitabilidad de su estrella. Todavía es candidato a planeta, pues no ha sido confirmado de forma independiente. Finaliza el capítulo hablando sobre las exolunas.
«Lo cierto es que, en el fondo, deseamos que haya otros mundos habitables. [El] examen de la viabilidad de la vida en otros planetas es ahora una posibilidad real». Ha dicho tema se dedica el capítulo 6, «Exoplanetas y vida» [pp. 111-133]. «Puesto que la vida sobre la Tierra se basa directa o indirectamente en el agua, se considera que un planeta es potencialmente habitable cuando puede albergar agua en estado líquido. Esta condición define una región alrededor de la estrella donde eso es posible. A dicha región se la denomina zona circunsolar habitable o zona de habitabilidad, pero se la conoce de manera más común con el nombre de zona Goldilocks o, en español, zona Ricitos de Oro«.
Tras presentar algunos ejemplos de «planetas goldilocks», Arturo discute las «biofirmas: el rastro de la vida». «La detección de las sustancias consideradas como biofirmas es más sencilla en el infrarrojo, donde sus espectros tienen muchos rasgos identificables. Observar en el rango de ondas milimétricas sería mejor aún, pero los requisitos técnicos son formidables». Arturo, mostrando su vena friki, no olvida la «terraformación: hacer un planeta a medida». Finalmente nos presenta la «vida exótica» que podría sustituir el carbono por el silicio, o el agua por otros disolventes.
El séptimo y último capítulo, «¿Hay alguien ahí?» [pp. 135-154], nos habla del proyecto SETI. «Ondas de radio para la comunicación interestelar» y «un pozo de agua radioastronómico» nos recuerda la importancia de «los proyectos SETI más ambiciosos (BETA, Phoenix, ATA) [que] son capaces de examinar hasta mil millones de canales» en busca de señales inteligentes. «¿Dónde se encuentran nuestro vecinos?» presenta la famosa paradoja de Fermi.
«Vislumbrando el porvenir» es un gran final para un gran libro. Me ha gustado mucho y he aprendido muchas cosas sobre exoplanetas. Te lo recomiendo de forma encarecida. Si te animas a bucear en sus páginas, «Los exoplanetas» de Arturo Quirantes, te dejará sin aliento con lo que hemos logrado en los últimos 25 años. ¡Ánimate a viajar con Arturo hacia nuestro futuro!