Reseña: «El origen de la vida en la Tierra» de Juan Antonio Aguilera Mochón

Por Francisco R. Villatoro, el 22 octubre, 2016. Categoría(s): Biología • Ciencia • Libros • Noticias • Recomendación • Science ✎ 1

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«De dónde venimos y qué somos: una formidable quimera molecular fruto de habridaciones entre los más humildes ancestros, un mosaico y un palimpsesto que guarda memoria de incontables recombinaciones y cambalaches, cooperaciones y conflictos, de una historia que nos hermana a todos los seres vivos y nos retrotrae sin solución de continuidad a un antepasado común, y más allá, al agua, al cianuro, al formol, al azufre… a una Tierra irrespirable constantemente bombardeada desde el espacio.»

He aprendido mucho y por ello me ha gustado mucho el libro de Juan Antonio Aguilera Mochón, @JAAMochon, «El origen de la vida en la Tierra. El mayor reto de la biología», Un Paseo por el Cosmos, RBA Coleccionables (2016) [web]. Uno de los libros en español que mejor presenta el estado actual de la ciencia sobre el origen de la vida, con referencias a trabajos muy recientes de 2015 e incluso 2016. Por cierto, algunas investigaciones de Carlos Briones, coordinador del famoso y premiado «Orígenes» (reseña LCMF), aparecen comentadas en este libro. Sin lugar a dudas uno de los mejores de esta colección de RBA.

Juan Antonio Aguilera Mochón es profesor del Departamento de Bioquímica y Biología molecular de la Universidad de Granada, España, ostentando una extensa producción en artículos de opinión en medios. La mayoría en defensa de la racionalidad y muchos en contra de las pseudociencias. Su experiencia se nota en su pluma, siempre ágil y a veces hasta conmovedora. He disfrutado mucho el libro, hasta el punto de que he tenido que volverlo a leer, para disfrutarlo dos veces. Muy recomendable. Porque a todos nos interesa el origen de la vida.

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Tras la introducción [pp. 7-12], el capítulo 1, «La reconstrucción del camino hacia la vida» [pp. 13-38], se inicia con «el último antepasado común universal a todos los seres vivos de la Tierra, llamado LUCA [o] «cenancestro». [El] abordaje de arriba a abajo funciona bastante bien hasta el LUCA. [Supone] averiguar, a través de los seres vivos actuales, características de los antepasados. [Así] la zona oscura es la que llevó desde la Tierra pristina sin vida hasta el LUCA». Hay que empezar por «los fósiles más antiguos» que llevan a que «probablemente la Tierra albergaba vida hace 3800 millones de años». «La Tierra cuando apareció la vida» era muy diferente a la actual, aunque nos permite obtener «un retrato «borroso» del ancestro universal».

El capítulo 2, «De la sopa orgánica al mundo del ARN» [pp. 39-57], nos recuerda «la célebre frase «Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución», que el genetista ruso Theodosius Dobzhansky escribió en 1973″. El experimento de Miller aparece en «La Tierra primordial, en el laboratorio», que nos lleva a las «Recetas para la sopa orgánica». «Cianuros y aldehídos generan con relativa facilidad al menos una decena de entre los 20 aminoácidos con los que fabricamos nuestras proteínas, y otros compuestos de posible interés pre-biótico y pro-biótico (anterior a la vida y en favor de ella)».

«¿Material extraterrestre para la vida?» nos habla de los meteoritos con compuestos orgánicos. «En 2014, los resultados preliminares del análisis del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko por el módulo de aterrizaje Philae, de la misión Rosetta de la ESA, confirmaron la existencia de compuestos como el HCN y derivados, otros compuestos nitrogenados, varios aldehídos y alcoholes, algunos detectados en cometas por primera vez». Aún así, «El difícil camino desde la sopa al LUCA» nos lleva a un «problema del huevo y la gallina aplicado al origen de toda la vida» y a la hipótesis de «El «mundo del ARN»».

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El capítulo 3, «Escenarios para la primeras células» [pp. 59-85], se inicia con «La replicación del ADN», mencionando el trabajo del químico español Carlos Briones. «Empezando por el metabolismo» nos presenta la «autocatálisis, cuando al menos un compuesto promueve su propia formación (1 X → 2 X); en realidad, el ARN replicador supone una cándida manera de conseguir una autocatálisis (1 ARN → 2 ARN)». El autor se decanta por «Un mundo del hierro-azufre sobre los fondos marinos», pero no olvida la importancia de la formación de membranas en «¿Células desde el principio?».

«David Deamer ha descrito en 2015 cómo las vesículas lipídicas promueven la polimerización de nucleótidos mediante ciclos de hidratación-rehidratación [que] refuerza la propuesta de un «mundo de los lípidos» previo al mundo del ARN». Pero quizás haya surgido «todo a la vez. [Carlos] Briones, [entre otros], son pioneros de una química de sistemas prebióticos heterogéneos que se distancia de la tradicional búsqueda de rutas aisladas y «limpias»».

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«Hoy nadie propone seriamente un «mundo de proteínas» porque no se vislumbra cómo podrían ser portadoras de información genética». Nos lo cuenta el capítulo 4, «El código genético. Cómo se hizo» [pp. 87-106]. Lo primero que hay que entender son las «Claves de la evolución del código genético» y la gran cuestión «¿Por qué no más aminoácidos?». La clave parece ser «La evolución del aparato traductor», donde no se olvida «la hipótesis del «mundo de los ribosomas», según la cual los primeros ribosomas tendrían capacidad de autorreplicarse». Y al final «El ADN entra en acción».

El capítulo 5, «El bosque universal de la vida» [pp. 107-128], se inicia con el árbol de la vida de Darwin y sus tres grandes dominios, las bacterias, las arqueas y las eucariotas. Hoy en día hay que pasar «Del falso LUCA totipotente al bosque de la vida» debido a las transferencias génicas horizontales. Por cierto, las ilustraciones del libro están muy claras y solo se echa en falta un toque de color en algunas de ellas.

Un tema estrella es «El origen de las células eucarióticas» que conlleva «un frenesí de hipótesis». Destaca «Luki, nuestro hermano arqueano» y nuestra naturaleza como «arqueas hibridadas con bacterias». «En 2016, los biólogos evolutivos Alexandros Pittis y Toni Gabaldón, del CRG de Barcelona, han aportado pruebas concluyentes de que el ancestro de los eucariotas (LECA) fue anterior a la endosimbiosis mitocondrial, y ya era una quimera fruto de diversas simbiosis y/o TGH entre arqueas y bacterias».

Conceptual illustration of generic human cells. --- Image by © 3d4Medical.com/Corbis
Conceptual illustration of generic human cells. — Image by © 3d4Medical.com/Corbis

No podía faltar un «Retrato del LUCA y sus estrategias» [pp. 129-150], el sexto capítulo. No es labor fácil, «¿Un LUCA objetivo verosímil?», pero los avances en reconstrucción genómica nos permiten obtener «Un perfil del LUCA». La primera cuestión clave es «¿ARN o ADN?» y «los datos apuntan hacia un LUCA ya con DNA, pero la cuestión no está totalmente zanjada». Como «desde que se publicó su primer gran árbol universal, Carl Woese defendió que el cenancestro era un termófilo», pero «con los datos actuales no podemos afirmar con confianza si LUCA era termófilo o no».

«Las membranas de LUCA» y «¿Cómo se extendió el metabolismo del LUCA?» también son objeto de controversia. Me ha gustado la «Promiscuidad enzimática» y «la sugerente propuesta de Morowitz de que el metabolismo se desarrolló, en gran medida, sobre el ciclo de Krebs inverso original de un modo radial, como capas de una cebolla, lo que queda reflejado en la «arquitectura» del metabolismo contemporáneo».

El último capítulo, el séptimo, «La emergencia de la vida» [pp. 151-168], tras condensar toda la historia de la Tierra en un solo año, siguiendo a Sagan, comenta la hipótesis Gaia de «un planeta viviente». La termodinámica de los sistemas abiertos del genial Prigogine se introduce en «La vida, ¿a contracorriente en el universo?». El concepto clave es la autopoiesis, «la autoorganización [como] clave del automantenimiento dinámico característico de los seres vivos, por el que producen sus propios componentes».

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Tendemos a pensar en «La vida como culmen de la complejidad», pero quizás es mejor considerar «La vida como red de redes». Me gusta el enfoque del rumano Albert-László Barabási y sus ««redes libres de escala», lo que significa que exhiben una «ley de potencias» por la cual los elementos o nodos de la red menos conectados con otros son los más abundantes, mientras que los muy conectados son muy poco frecuentes». En cierto sentido tenemos que hablar de «Biomecanos: modularidad al poder» como elementos clave de «El puzzle de la vida».

Finaliza el libro recordando que «no tenemos aún una hipótesis que nos explique de manera cumplida cómo pudo ocurrir el origen de la vida, [pero] todo indica que avanzamos bien. En todo caso, cuánto aprendemos y disfrutamos en el camino». Tras las lecturas recomendadas se incluye un detallado índice de términos.

Me ha gustado este libro y te lo recomiendo de forma encarecida. Muy completo, presenta muchos hipótesis en pie de igualdad, destacando sus ventajas y sus inconvenientes, así como sus relaciones con otras hipótesis. El origen de la vida es un tema apasionante y para mí siempre es un placer disfrutar con quienes lo relatan con exquisito detalle. Si te gustó «Orígenes: La vida» de Briones, seguro que disfrutarás de este libro.



1 Comentario

  1. Leí el libro este verano. Me pareció muy bueno y actualizado. Enhorabuena a Juan Antonio. No dudaré en pedir su otro libro de «La vida no terrestre».

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