La autocuración está empezando a entrar, poco a poco, en la reino de la medicina «científica», ya que en el campo de las medicinas alternativas ha sido utilizada desde hace siglos. Algunos han bautizado este campo como psiconeuroinmunología, el poder curativo de nuestra mente (a los interesados les recomiendo el trabajo de George F. Solomon o el de la española Avelina Pérez Bravo o el artículo sobre Autocuración en el número 3 de la revista Planeta Fascinante). Nuestro subconsciente puede favorecer que nos curemos de una enfermedad o al menos que sanemos más eficazmente. Este «poder» es canalizado por la confianza en la medicina (aunque sea un placebo) y en el médico (aunque sea un curandero). Se puede entrenar y ya hay equipos médicos por todo el mundo investigando este «peliagudo» asunto. Es como si la esperanza en curarse contribuyera a la propia curación.
La autocuración tiene muchas caras, hoy hablaremos del poder del medicamento. Jeffrey Koch es un internista con una consulta en Oklahoma y trabaja en placebos (extracto del artículo portada del número 3 de Planeta Fascinante). Ahora usa la sinceridad como arma. «Yo le voy a prescribir a usted un medicamento que es un placebo. Una pastilla que contiene azúcar, ningún otro principio activo. En la mayoría de los pacientes con su mismo probema se ha producido un descenso de la tensión arterial tras tomar estos comprimidos, así que, si le parece, podemos probar si funciona con usted». Koch afirma que funciona en más de la mitad de los pacientes.»El paciente tiene suficiente con saber que a otros les ha funcionado […] Cuando les receto placebos a mis pacientes, me siento como un curandero…»
¿La eficacia de un medicamento depende de cuestiones comerciales, como el precio? ¿Un paciente piensa que un medicamente más caro es más eficaz? Este asunto ha sido estudiado por Rebecca L. Waber, Baba Shiv, Ziv Carmon, y Dan Ariely, «Commercial Features of Placebo and Therapeutic Efficacy,» Journal of the American Medical Association, 299: 1016-1017, March 5, 2008 , mediante el estudio de la respuesta a placebos contra el dolor (analgésicos «de azúcar») en función de su precio.
En 2006 recrutaron a 82 voluntarios sanos en Boston, Massachusetts, que recibieron 30$ por participar. Se les informó que se les iba a utilizar de «conejillos de indias» para un nuevo analgésico opiáceo aprobado recientemente por la administración americana (Food and Drug Administration). Por supuesto, se trataba de un placebo en pastillas. A la mitad se les informó que cada pastilla costaba 2.5$ y a la otra mitad que el precio se había rebajado a 0.10$ por pastilla (sin mencionar razón alguna para la rebaja). Con el consentimiento por escrito de los participantes, se les aplicó un protocolo de respuesta la dolor, pequeños electroshocks en una muñeca (mano) cuya intensidad de dolor tenían que calibrar en una pantalla de ordenador desde «no siento dolor alguno» a «es un dolor insoportable». No es tortura, es medicina, recuerda que las pastillas que les suministraron eran analgésicos (contra el dolor) y que recibieron 30$.
El 84.5% de los pacientes que pensaban que la pastillas costaban 2.5$ mostraron una reducción de su dolor tras tomar las pastillas, mientras que sólo el 61% de los pacientes que pensaban que costaban unos «míseros» 0.10$. La figura de arriba muestra los resultados en función del voltaje aplicado. En la figura un valor más alto significa una mayor reducción del dolor.
Estos resultados son importantes para la medicina terapéutica. Ya que se ha observado en otros estudios que la recomendación de genéricos (medicamentos más baratos) acarrea una reducción de eficacia del medicamento. ¿Es culpa de los excipientes? También se ha observado que las terapias más caras suelen dar mejores resultados. Quizás, parte de dichos resultados positivos, como este estudio nos indica, pueda ser resultado del precio del medicamento y no de su combinación de principios activos y excipientes.
Por supuesto, un estudio con sólo 82 pacientes tiene una validez estadística muy limitada. Este estudio tiene que ser replicado con poblaciones mucho más grandes y en un amplio espectro de enfermedades. Aún así, lo que demuestra es la enorme importancia de la relación de confianza entre el médico, la medicina, y el paciente. Otro ejemplo más de la importancia médica que está adquiriendo la autocuración.
El artículo ganador del premio Ig Nobel ya recibió gran atención por parte de la comunidad médica. Por ejemplo, David Spiegel, Anne Harrington, «What is the placebo worth? The doctor-patient relationship is a crucial part of its value,» BMJ, 336:967-968, 3 May 2008 , nos recuerdan que un «milagro» es «algo que crea fé» y la fé «mueve montañas», es una de las fuerzas más poderosas que conocemos y tiene gran número de aplicaciones terapéuticas que la medicina convencional tiene que aprender a explotar en su beneficio (de los pacientes). G. Lorimer Moseley, «Placebo effect. Reconceptualising placebo,» BMJ, 336:1086, 17 May 2008 , nos recuerda que estos estudios sobre los efectos de los placebos reflejan las limitaciones intrínsecos de los experimentos científicos (mediante el método científico) en medicina (muy diferentes a la aplicación de dicho método en otras ciencias). La respuesta de un medicamento se mide muchas veces por los síntomas que tiene un paciente, que dependen de su respuesta cerebral. La respuesta a un placebo no es una respuesta a «nada». Es una respuesta del cerebro (reducción de los síntomas) a «algo» (que no es el principio activo del medicamento). ¿Cómo distinguir si las conclusiones de un estudio que «prueba» que un medicamento es mejor que otro son fiables si sólo tenemos en cuenta los síntomas de los pacientes?