Science opina sobre el robo de información privada en el CRU británico

Por Francisco R. Villatoro, el 4 diciembre, 2009. Categoría(s): Cambio climático • Ciencia • General • Noticias • Prensa rosa • Science

La noticia de política científica de la semana pasada fue el robo de más de 1000 correos electrónicos privados  de miembros de la Climatic Research Unit (CRU) de la Universidad de East Anglia (UEA) en el Reino Unido. Para muchos es un ejemplo de las malas prácticas del lobby científico del cambio climático, una de las prioridades políticas de todos los gobiernos occidentales, a la hora de recabar financiación pública. Ya nos hicimos eco de que la revista Nature opina que la “noticia del siglo” será olvidada en poco tiempo, de hecho esta semana se ha publicado un editorial de Nature dedicado al caso: Editorial, ”Climatologists under pressure. Stolen e-mails have revealed no scientific conspiracy, but do highlight ways in which climate researchers could be better supported in the face of public scrutiny,” Nature 462: 545, 3 December 2009. La verdad es que no aporta mucho a lo que ya indiqué en esta entrada. Parece claro para el editor de Nature que en este caso no hay pruebas en los e-mail publicados que apunten a fraude científico. Por ello, Nature no tomará más medidas al respecto. Hoy se publica un artículo de política científica en la revista Science sobre la misma noticia Eli Kintisch, «Stolen E-mails Turn Up Heat on Climate Change Rhetoric,» Science 326: 1329, 4 December 2009.

La opinión desde Science es muy diferente a la presentada en Nature. El asunto es grave y debe ser estudiado con atención. Ya hay comisiones estudiando el posible fraude científico de Phil Jones en la Universidad de East Anglia y de Michael Mann en la Universidad Estatal de Pennsylvania. Más aún, Phil Jones ha dimitido como director del CRU mientras la comisión de la UEA realiza su estudio. La comisión de la UEA también pretende descubir al ladrón.

El artículo en Science recuerda lo sucedido enfatizando las cuatro líneas de ataque a Phil Jones y al CRU que se han esgrimido a partir de los correos electrónicos robados: el posible borrado de datos sin procesar (el CRU ha reconocido que borró en agosto algunos datos almacenados en cintas digitales, con la excusa de poder hacer sitio para nuevos datos), las acciones para evitar la publicación de artículos de opositores en revistas de alto impacto, la posible ocultación de datos de los últimos años y las recomendaciones sobre cómo calcular y dibujar gráficamente las curvas de temperatura durante el siglo XX para destacar el cambio climático y evitar dudas al público profano.

El artículo concluye afirmando que los científicos necesitan hasta el más mínimo ápice de credibilidad para defender y sostener sus conclusiones sobre el cambio climático ante futuros ataques de sus opositores. Este suceso ha mostrado lo vulnerables que son los científicos ante dichos ataques. La mejor solución es llevar a los escépticos al redil publicando todos los datos utilizados en los estudios científicos. Ello requerirá financiación específica pero habrá que hacerlo si queremos que los críticos «pierdan fuerza rápidamente y sus opiniones se vuelvan irrelevantes.»



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