«Tengo que hacer una advertencia muy seria. Si son ustedes físicos, matemáticos o profesionales de este asunto dejen de leer de inmediato. No encontrarán aquí nada que no sepan ya, porque este libro está dirigido a personas inteligentes y curiosas pero sin conocimientos científicos. Así que no tendré ningún remordimiento en describir muchas cosas con simplificaciones y metáforas que a un experto le pondrán los pelos de punta. Prefiero resultar comprensible antes que extremadamente riguroso, ya que desde hace años me empeño en hacer la ciencia accesible a todo el mundo».
El primer capítulo del nuevo libro de Jorge Bolívar, «El día que descubrimos el universo. El conocimiento del cosmos tras un siglo de relatividad», Guadalmazán (2015) [299 pp.], no deja lugar a dudas sobre las intenciones del autor: «Explicar cómo Einstein logró su hazaña, qué implica para nuestro concepto del mundo y cuánto hemos aprendido desde entonces». Loable intención y buen resultado. Un libro ameno y sencillo que nos resume la relatividad en una sola frase: «nada puede estar quieto. Las cosas sólo existen cuando se mueven, y existen en función de cómo se mueven. [Algo] puede estar quieto en el espacio, pero entonces se moverá en el tiempo. Y ese algo puede estar parado en el tiempo, pero entonces se moverá [a la velocidad de la luz en el vacío] en el espacio».
La gran experiencia en divulgación de Jorge Bolívar se demuestra con creces en este libro. Muy ameno y entretenido. Incluso si uno no aprende nada nuevo. Lo único que se echa en falta es un poco más de arrojo por parte del autor en relación a la teoría general de la relatividad. Hay tantos libros de la teoría especial que yo pensaba que el libro acabaría con una introducción para legos a la teoría general. Por desgracia no es así. El último capítulo del libro es realmente decepcionante. Y deja mal sabor en boca, cual pésimo postre.
El primer capítulo, «Esto no es una introducción, sino que vamos directamente al grano» [pp. 13-43], porque «no hay manera de quedarnos quietos», empieza despacio, pero firme. «¡Increíble! ¡El universo obedece leyes!» nos recuerda que «la creencia en leyes naturales está muy arraigada en nosotros gracias a siglos de conocimiento. [Pero] imaginarse que existen reglas con valores tan rotundos como la omnipresencia, la absolutidad y la omnipotencia no era fácil. Más bien parecía absurdo».
«Puede que el objetivo último de la ciencia no sea desvelar cuáles son las leyes del universo, sino por qué el universo tiene leyes. Tal vez la respuesta resulte tan rotunda que, por ejemplo, las leyes del universo le obliguen a existir. En ese caso habríamos desvelado una incógnita fundamental: por qué hay algo en lugar de nada. Todo se andará, y no podemos descartar que lleguemos alguna vez a ese grado de conocimiento».
El segundo capítulo, «Senderos para medir el espacio y el tiempo» [pp. 45-90], se inicia con un poco de filosofía: «¿existen las matemáticas al margen del universo? ¿Es el universo un conjunto de fórmulas matemáticas?» Porque «¿quién teme a las matemáticas feroces?» Muchos lectores legos en matemáticas quizás opinen lo que afirma de forma retórica el propio autor: «ya falta muy poco para acabar este capítulo, que sinceramente no sé si les está pareciendo curioso o un tostón insoportable». Pero lo afirma justo antes de la aparición de la primera fórmula matemática del libro. Y aparecen muchas más, todas ellas rodeadas de un recuadro barroco.
Tras presentar las ecuaciones básicas de la mecánica newtoniana, Jorge Bolívar, en un salto mortal al vacío, trata de explicar las cuatro ecuaciones de Maxwell escritas en forma vectorial. No soy la persona más adecuada para responder si lo ha logrado con éxito. Yo siempre se las he explicado a ingenieros, nunca a un público lego. Yo las explicaría de una forma completamente diferente. Pero quizás Bolívar haya meditado mucho como hacerlo y su explicación las acerque a su público objetivo. Yo no pondría la mano en el fuego.
«El principio de relatividad o el secreto escondido del cosmos» [pp. 91-146], el tercer capítulo, es la primera aparición de la teoría de la relatividad en este libro de divulgación sobre la teoría de la relatividad. Quizás el autor dude de que algunos lectores legos hayan llegado hasta la página 91 de su libro, porque afirma que: «si están leyendo estas líneas me alegro muchísimo. Soy consciente de que el anterior capítulo ha resultado denso y les felicito por el interés que les ha ayudado a llegar hasta aquí». No tengo palabras. Prefiero callar.
Bolívar se adentra en la relatividad por una vía poco transitada, la fórmula de la adición de velocidades de Lorentz. Luego ataca la sincronización de relojes en «lo que pasa cuando se para un reloj» y nos presenta la famosa fórmula de Einstein, E²=(mc²)², escrita de esta forma para poder incorporar el momento lineal. Pero desliza cosas como «E = pc + mc²» (pág. 117) que erizan mis vellos. Lo más importante, lo que yo siempre destaco: «Recuerden que [en] el espacio/tiempo todo objeto y toda onda se mueve exactamente a c«, la velocidad de la luz en el vacío (la coletilla «en el vacío» es importante, pero Bolívar no la enfatiza).
Cual trolero con un as en la manga, Bolívar pasa de E=mc² en la página 118 a la ecuación de Einstein para la gravitación universal en la página 132. No le queda más remedio que confesar: «No les voy a explicar esta ecuación ni la vamos a utilizar en adelante. Además, hay muchas más fórmulas derivadas de la Relatividad General, un cuerpo matemático inmenso y complejo que se conoce en su conjunto como Ecuaciones de Universo o Ecuaciones de Campo de Einstein». Una pena. Me hubiera gustado leer a Bolívar nadando entre las aguas de la relatividad general. Sobre todo en el año de su centenario y tras la observación directa de las ondas gravitacionales gracias a LIGO.
El cuarto capítulo, «Las fronteras del país de las maravillas» [pp. 147-194], decorado con una fotografía de Alice Liddell a los siete años de edad, nos presenta el GPS, los conos de luz y la causalidad en la paradoja de los gemelos. Pero en lugar de continuar por una buena línea argumental, pasa a discutir la flecha termodinámica del tiempo y la ecuación de Boltzmann (pág. 169). Se retorna a los conos de luz y al horizonte cosmológico en «hasta donde la vista nos alcanza». Se finaliza con una mención al multiverso: «cientos de físicos se afanan hoy día por construir teorías matemáticas que admitan universos muelles que nacen, mueren y renacen en big bangs sucesivos.
«Ahora estoy, ahora no estoy» [pp. 195-240], el quinto capítulo, sugiere en su título que se discutirá la mecánica cuántica y el modelo estándar, aunque se inicia con «este libro está dedicado al Principio de Relatividad, que sirve para explicar el funcionamiento del cosmos en magnitudes enormes». Bolívar nos ofrece un «curso urgente de mecánica cuántica para astrónomos aficionados» que concluye con «por qué fue big y qué hizo bang«. Se mencionan las ideas generales de la teoría del big bang caliente, sin inflación cósmica. Se finaliza con «el misterio de la aparición de la materia» que presenta el mecanismo de Higgs, «que no actúa presionando o frenando las partículas a las que afecta, sino que lo que hace en realidad es cederles energía». Así es, «ni más ni menos, el universo que disfrutamos».
El sexto y último capítulo, «Monstruos cósmicos y revelaciones inesperadas» [pp. 241-285], es decepcionante. En lugar de glosar a la relatividad, arremete contra ella exponiendo especulaciones científicas, muchas de ellas salvajes y que violan la relatividad. Una buena comida debe acabar con un buen postre. En otro caso, el recuerdo será negativo. Y este libro de Bolívar comete este gran defecto y se recrea con ello hasta la saciedad. Una pena.
Se inicia con el principio antrópico, aludiendo a Hawking, pasa a la cosmología cíclica conforme de Penrose, la energía de punto cero, la espuma cuántica y la fuerza de Casimir en poco más de cuatro páginas. Y ya que está arremete contra el principio de conservación de la energía, habla de motores de antimateria y se centra en los dispositivos de energía gratuita. Todo a la mata corriendo, dejando un pésimo sabor de boca. Agujeros negros, agujeros de gusano, viajes en el tiempo, entrelazamiento cuántico, teletransporte tipo Star Trek, motor de Alcubierre y llevamos veinte páginas. Pero la cosa sigue con materia oscura, supersimetría, energía oscura, universo holográfico, teoría de cuerdas, teoría M y Teoría de Todo.
El capítulo final del libro solo se salva por unos versos de Vicente Aleixandre que lo rematan. Una pena. La única explicación que encuentro puede ser que el autor quiere escribir un nuevo libro al estilo de «Física de lo imposible» de Michio Kaku que describa con algún detalle todo lo que menciona en este último capítulo. En otro caso no lo entiendo. Se supone que es un libro para legos sobre el principio de relatividad.
En resumen, espero no haber realizado una reseña muy crítica, pero tras leer el último capítulo mi sensación sobre el libro en general cambió bastante. No he leído otros libros de Jorge Bolívar, pero han tenido cierto éxito, luego quizás estén mucho mejor que éste.
No me sorprende. Cuando un libro es regular o malo lo dices sin pelos en la lengua. Eso me Gusta. Sabes Francis, espero tu libro con muchas ansias. Quiero evaluar tu capacidad para saber llegar a 3 clases de publicos ( expertos , conocimientos universitários básicos, sin conocimientos cientificos pero curiosos, como por ejemplo, los periodistas o otras ramas afines que siempre hay en este blog como los troll que se dedican a criticar la gramática),
Saludos, soy Jorge Bolívar y quería agradecerte la reseña que publicas sobre mi libro. Soy visitante usual de tu blog y lo disfruto mucho, así que acabo de dar con ella en uno de mis paseos por aquí.
Te agradezco las aprobaciones y también las patadas en el culo. Y las acepto, por supuesto. Es lo correcto cuando uno se pone a escribir libros. ¡Quiero opiniones y debate!
Quienes amamos la ciencia siempre lamentamos su escasa difusión en la sociedad, e intentamos poner un grano de arena para que más gente se interese por ella. Por mi parte, he optado por hacer divulgación muy básica, dirigida a un público lego en estas materias.
Hace unos años me invitaron a una charla en un club de astronomía con el título «La vida de las estrellas. Desde el nacimiento a la muerte». A la media hora ya estábamos hablando de cromodinámica y ciclos CNO, cuando un joven que escuchaba muy atento levantó tímidamente la mano y dijo: «Perdón, creo que me he perdido; ¿pueden explicarme qué es un electrón?» Ese hombre se había comprado un telescopio, iba a las excursiones a mirar las estrellas, salió de su casa para asistir a mi charla… ¡y no sabía qué era un electrón! Pues ese tipo de público, gente que siente curiosidad o ganas de entender las noticias científicas de los periódicos, es el que elegí. Tengo más anécdotas similares. Escribo para ellos porque creo que son la semilla del apoyo a la ciencia en la sociedad del mañana. Y no estoy seguro, pero creo que escribir para legos tiene una dificultad mayor que hacerlo para un público con un cierto nivel previo de conocimientos.
Explicar cosas complejas a ese público condiciona todo en un libro. El lenguaje debe ser sencillo y asequible. El estilo, coloquial dentro del rigor. Hay que darle la vuelta a los razonamientos usuales para encontrar otros más intuitivos. Y, sobre todo, obliga a ser muy cuidadoso con el escalonamiento de información. ¿Cuándo introducimos los conceptos de la física cuántica? ¿Cómo y en qué momento se explica la geometría del espacio/tiempo curvo? Partiendo de la base de que el lector puede no saber qué es un electrón o sentir rechazo ante una ecuación simple, imagínate las vueltas que hay que darle antes de redactar el esquema general y cada párrafo en particular.
Por eso empleo por ejemplo la notación vectorial de Maxwell en vez de la diferencial: me ha parecido que su compresión es menos técnica, pero más intuitiva, más conceptual. Por eso introduzco la Relatividad de una forma «geométrica» y empleo la táctica de las transformaciones lorentzianas: resulta curioso y llamativo para el lego. Por eso debí dar un rodeo por las bases de la matemática, y por eso decidí no separar estrictamente la Relatividad Especial y General. Si te fijas, en el libro se presentan casi como un único cuerpo teórico. ¿Por qué no me meto en más entresijos de Relatividad General? Porque el desarrollo necesario resulta demasiado técnico y consideré que escapaba del objetivo de este libro, que no es otro que la iniciación. Procuro tener presente que escribo para un público lego y a veces ¡incluso tengo que contenerme de no explicar más de lo que pueda resultarle comprensible! ¡La de párrafos que he terminado borrando! Aún así, siempre me queda la duda, en cada libro, de si acerté o no.
Y ahora un pequeño reproche. Creo que algunos entrecomillados que destacas en la reseña son un poco injustos. Claro que empiezo el capítulo dedicado a la cuántica diciendo que el libro está dedicado a la Relatividad ¡Porque dos frases después digo que es necesario complementarla con la física de lo diminuto, y me lanzo a morder el átomo! O las ondas gravitaciones, ¡que no se habían descubierto cuando el libro se imprimió! Hay algunos punto más donde creo que has sido un poco duro. Pero vamos, es mi opinión.
Y llegamos a lo del postre amargo (ufff). Concebí el último capítulo con una intención: intentar estimular la curiosidad de mi lector primerizo para que prosiguera en su interés y leyera más libros. Mi idea era hacer una especie de repaso rápido a propuestas espectaculares (pero serias) que se debaten hoy día, y que nunca hubiesen sido posibles sin la revolución relativista. Sólo eso, unos apuntes estimulantes. Reconozco que es posible que se me fuera la mano. Aún así, parece que ha funcionado, y algunos lectores me han pedido consejos sobre bibliografía para seguir leyendo. Entiendo, de todas formas, que no te gustara. A mí también es la parte que menos me satisface.
¡Ah! No estoy pensando escribir otra «física de lo imposible». De hecho Kaku no me hace mucha gracia. El libro que traigo entre manos ahora me ilusiona mucho pero no tiene nada que ver con eso.
Y nada más, me despido que esto ya es largo. Y te agradezco de nuevo haber leído mi libro y la publicación de la reseña. Las críticas son más útiles que los halagos. Confío que el próximo te guste más.
Por cierto, enhorabuena por este blog. Por favor, no lo dejes nunca.
Gracias por el comentario, Jorge.
A mi personalmente me parece un libro muy bueno. Lo recomiendo. Este verano lo estoy releyendo y voy compar el resto de los libros deeste autor. Pura divulgación científica muy bien contada.