«La comunidad científica no ha sabido comunicar al ciudadano los innumerables beneficios de la química. Aquí es donde entra en escena un libro divulgativo como este, en el que se explican las virtudes de la química y se mitigan, con argumentos rigurosos, los miedos sobre sus potenciales riesgos. [Los] avances científicos no se entienden sin estrechas colaboraciones entre la química y otras ramas tradicionales de la ciencia. [La] interdisciplinaridad es la base no solo de la química del futuro sino del futuro de la ciencia».
Te recomiendo de forma encarecida el nuevo libro del gran divulgador español (de origen murciano) José Manuel López Nicolás, @ScientiaJMLN, «Reacciones coditianas. La química en el día a día», Descubrir la ciencia, Materia, El País (2016) [144 pp.]. El libro está basado en historias y noticias de química que han aparecido en su blog Scientia, pero reeditadas y engarzadas para el disfrute de todos los lectores, en especial para los que no conocen su blog.
Por cierto, en España, mañana domingo podrás adquirir el libro en quioscos junto al periódico El País, o encargarlo a tu quiosquero habitual. Por supuesto, fuera de España podrás adquirirlo solicitándolo a la editorial. Lo sé, sabes que José es amigo y está reseña está sesgada. Pero debo confesar que he disfrutado con su nuevo libro. Siendo muy diferente a «Vamos a comprar mentiras» (reseña LCMF), creo que ambos se complementan bastante bien. Si te atreves, te deseo que lo disfrutes.
Tras la introducción, «¿Hay química en nuestras vidas?» [pp. 7-10], el libro incluye seis capítulos, un epílogo, una bibliografía recomendada y un glosario. El extracto que abre esta reseña está recogido en la introducción.
Qué mejor manera de empezar un libro de química escrito por un químico que hablando de física y sus aplicaciones a la medicina. El primer capítulo, «Química y medicina: un matrimonio bien avenido» [pp. 11-34], se inicia con la sección «Guerra, química y cáncer de tiroides». El autor nos cuenta el papel en el Proyecto Manhattan del físico atómico y nuclear Glenn Seaborg, padre de los actínidos. «Una vez detectado el cáncer [de tiroides], la primera decisión suele ser extirpar la glándula tiroidea mediante una tiroidectomía. A continuación se administra una pastilla vía oral de iodo-131 para destruir las células tiroideas remanentes en el organismo». Por este tratamiento se le otorgó a Seaborg el Premio Nobel de Química en 1951.
La sección «La química computacional y el desarrollo de nuevos fármacos» nos habla del Premio Nobel de Química en 2013 y su aplicación al «diseño de nuevos fármacos que puedan combatir la trombosis con mayor efectividad que los medicamentos tradicionales. [Se analizaron] más de 13 millones de compuestos para seleccionar la molécula óptima para interaccionar con la antitrombina».
Luego podemos disfrutar de «La curcumina y el alzhéimer» sobre «el polifenol más abundante presente en la cúrcuma [y su] potente actividad antioxidante [para luchar contra] los radicales libres, [que] pueden provocar un daño oxidativo significativo en las enfermedades neurodegenerativas como es el caso de la enfermedad de Alzheimer». Por supuesto, José Manuel destaca el papel de su niña bonita, las ciclodextrinas, para «encapsular los curcuminoides en el interior de un anillo de 8 unidades de glucosa modificadas químicamente».
La última sección del primer capítulo, «Los enigmáticos dedos de zinc y la proteína que frena el cáncer», nos habla del Premio Nobel de Química de 2004, otorgado por sus trabajos en «las proteínas unidas a metales o metalproteínas, [como] AIRAPL, [empleada] para reparar los daños producidos en varias proteínas por la exposición al arsénico».
El segundo capítulo, «Moda, aseo y belleza: la química inteligente» [pp. 35-56], conecta con «Vamos a comprar mentiras». La primera sección «Perfumes duraderos» nos habla del uso de «las ciclodextrinas producidas por la arqueobacteria Thermococcus, [que] pueden atrapar [moléculas] en su interior que son liberadas poco a poco al medio externo. [La empresa] Shiseido, una de las marcas de cosmética más importantes del mundo, [usó] ciclodextrinas en la formulación de sus perfumes».
Tras una definición del concepto de enzima y sus tipos, nos adentramos en la siguiente sección «¿Por qué tu desodorante nunca te abandona?» sobre las maltodextrinas y los parabenos. «Sujetadores de nueva generación» sobre las poliamidas fabricadas «por polimerización interfacial, [una] buena técnica de microencapsulación que da lugar a rendimientos muy elevados». Tras contestar a «la gran pregunta, ¿cumple este sujetador las promesas que e brindan en su publicidad?» se pasa la sección «La química de las cremas hidratantes» y la nutricosmética.
Una de las secciones que más disfruté, a pesar de su brevedad, en la primera temporada del programa «Óbita Laika» de La 2 de RTVE es el protagonista del tercer capítulo, «Un alquimista en la cocina» [pp. 57-78]. «Gracias a la ayuda de Xabier Gutiérrez, responsable de innovación del restaurante Arzak (San Sebastián), a través de cuatro platos de la alta cocina [se explican] conceptos químicos [muy sabrosos].» El aperitivo empieza con «Anchoas al pimiento rojo sobre papel sulfurizado» que nos habla de los polisacáridos del pimiento, «muy saludables sobre nuestro tracto intestinal al estar formado por dos tipos de la muy recomendable fibra, la soluble (pectina) y la insoluble (celulosa)».
Tras el aperitivo, una «Ensalada de chile camuflado con carragenano y ácido carmínico» que nos habla de gelatinas y sustancias con capacidad antifúngica. El plato principal es «Pichón al vacío con un toque Maillard» que incluye «la física y la química [del] cocinado al vacío (cuisson sous vide), [sin olvidar] un «planchazo» final». Finaliza el menú con un «Postre fractal con hidromiel».
Por cierto, el libro está repleto de términos científicos, en especial de nomenclatura química. Me parece muy bien, pero se podría haber cuidado un poco más su uso. Por ejemplo, no siempre se definen los términos con anticipación, por ejemplo, se usa enzima en el capítulo 1, pero se define por primera vez en el capítulo 2. Además, algunos términos científicos se definen más de una vez en el texto, aunque siempre de forma breve. Finalmente, hay algunas erratas que se podrían haber evitado con una corrección más cuidada, como «b-amiloide (Ab)» (p. 26) por «β-amiloide (Aβ)» (bien usado en p. 28), o como «autosimilitud» (p. 74) por «autosemejanza».
«Las dos caras de la química en el deporte» [pp. 79-100], el cuarto capítulo, nos presenta cuatro historias. Tras definir las «enfermedades raras» en un recuadro, la primera sección «Fútbol, montañismo y viagra» no deja lugar a dudas, nos habla de las aplicaciones del citrato de sidenafilo. «Favorece el intercambio gaseoso entre el oxígeno que ingresa en el organismo y el dióxido de carbono que sale, [y] se usa para combatir la hipertensión arterial porque es un potente vasodilatador que relaja la pared arterial». Sin olvidar su uso más popular, favorecer la erección del pene.
«La química de los gimnasios», esos lugares que «se han convertido en tiendas especializadas en la distribución de suplementos deportivos que prometen casi de todo gracias a la presencia de determinadas moléculas químicas». José Manuel no solo desmonta la eficacia de algunas de esas moléculas, también recuerda «que existen productos [que] han demostrado su eficacia para mejorar la práctica deportiva». Seguro que estarás pensando en el dopaje, pero antes nos presenta «Leches para runners». Se discuten con cierto detalle dos casos concretos, titulando «Sharápova y el Meldonium», para evitar titular «Sharápova y Contador». Supongo que recordarás lo que pasó con los famosos 50 picogramos de clembuterol por cada mililitro de orina del famoso ciclista español.
La ciencia de los nuevos materiales, incluido el grafeno y el siliceno, está entre la física y la química. Por ello no puede faltar en un libro de química cotidiana, aunque ninguno de estos dos materiales bidimensionales, a día de hoy, formen parte nuestra vida diaria. El quinto capítulo, «Mitos y realidades de famosos compuestos químicos» [pp. 101-116], nos habla de esas «moléculas que están de moda [y] que tanto están dando que hablar». La primera sección «Los «nuevos» ácidos grasos omega 3″, da paso a «¿Grafeno o siliceno?», que a mí me ha gustado más, por motivos obvios.
«En esta lucha fraticida [entre grafeno y siliceno] ha aparecido en 2016 un nuevo material que aporta propiedades tanto del grafeno como del siliceno. Me refiero al siligrafeno, un híbrido entre el grafeno y el siliceno donde, a diferencia del grafeno, los anillos hexagonales no serían regulares». En realidad todavía se trata de una propuesta teórica y aún no ha sido sintetizado. Por cierto, el siligrafeno SiC2, con un átomo de silicio por cada átomo de carbono fue propuesto en 2013. José Manuel cita el siligrafeno SiC7, propuesto en 2016, que tiene un átomo de silicio por cada siete átomos de carbono y que tampoco ha sido sintetizado.
Las tres últimas secciones del quinto capítulo nos hablan de la «Taurina: ¿beneficiosa o peligrosa?», un «derivado del aminoácido cisteína contiene un grupo tiol», de «El misterio de las isoflavonas de soja», estos «compuestos de naturaleza polifenólica que forman parte de los flavonoides», y de «La milagrosa carnitina», que el autor aprovecha para hablar de los estereoisómeros, «aquellos isómeros que solamente difieren en la orientación tridimensional de sus átomos en el espacio».
No podía faltar en un libro de López Nicolás un capítulo dedicado a la «Quimiofobia y pseudociencia» [pp. 117-131], en este caso es el último. «La mayoría de la población rechaza los productos químicos por considerarlos de alto riesgo. [Obviando que] vivimos la etapa de la historia con la mayor esperanza de vida, menor índice de enfermedades y mayor control sanitario. ¿Es esto gracias a la química? En parte, sí. Sin embargo, este aspecto no ha sabido comunicarse correctamente y los miedos a los químicos siempre van por delante de sus ventajas».
La primera sección se dedica a los «Aditivos alimentarios», para recordarnos que «la concesión del famoso número E garantiza que el aditivo ha superado satisfactoriamente el minucioso examen por parte de los reguladores europeos, [pero además] puede ser revocada si hay algún problema. Entonces, ¿son seguros los aditivos? A pesar de que el «riesgo cero» no existe, la respuesta debe ser contundente: sí, no existe ningún riesgo al consumir alimentos que presenten aditivos».
«Productos ecológicos y plaguicidas» es la segunda sección, que nos lleva a la tercera, «Principios activos, productos naturales y homeopatía». José Manuel hace una pregunta retórica: «¿Por qué les hablo de pseudociencias en un libro destinado a la divulgación científica de la química?» Usando el ejemplo de la cafeína como principio activo se nos habla de homeopatía («Café crudo homeopático»), productos naturales («Café expreso») y toxicidad («Cafeína pura»).
Finaliza el libro por todo lo grande con un «Epílogo» [pp. 133-138], que nos presenta una historia que conecta gran número de áreas científicas (física, química, matemáticas, biología, etc.) alrededor del caso de una niña murciana, Natalia, que padece una enfermedad rara. Una historia bien conocida para los aficionados a la divulgación de Scientia, pero que conforma el epílogo ideal para el libro que estoy reseñando.
En resumen, los lectores habituales del blog Scientia reconocerán todos las historias que aparecen en el libro. Todas han sido reeditadas, actualizadas y engranadas para el disfrute de los buenos aficionados a la divulgación. Los libros, al contrario que los blogs, sustituyen la inmediatez por el reposo. Leer a gusta un blog es muy difícil, pues está pensado para ser degustado a porciones. Un libro permite un disfrute integral.
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