El trono de las revistas científicas, por número de artículos publicados al año, lo corona la revista PLoS ONE. Pero Scientific Reports está subiendo como la espuma y en los próximos años parece que la destronará. Destaco dos razones. Por un lado, el índice de impacto de PLoS ONE está bajando, mientras que el de Scientific Reports es mayor y se mantiene constante. Y por otro lado, hubo un cambio en la línea editorial de PLoS ONE a principios de 2015 que redujo su porcentaje de aceptación de artículos para subir su índice de impacto, pero todavía no ha dado sus frutos.
Por supuesto, pensarás que el tamaño no importa, lo importante es el prestigio. En la cumbre del prestigio la lucha está entre entre Nature y Science (en los últimos JCR ha vencido Nature). Pero el tamaño importa mucho cuando el negocio es cobrar dinero por artículo publicado. Ambas, PLoS ONE y Scientific Reports, cobran lo mismo, 1495 dólares por artículo. ¿Qué pasará en los próximos meses? ¿PLoS ONE seguirá con el objetivo de subir el índice de impacto? ¿Scientific Reports sufrirá una bajada de índice de impacto si sigue priorizando el tamaño en lugar del impacto?
Los tronos del tamaño y del prestigio que menciono se refieren a las revistas generalistas. En cada área específica hay los correspondientes tronos. Aún así, ¿quién no conoce a las cuatro revistas generalistas que he mencionado? Nos recuerda la contienda por el tamaño el siempre incisivo Phil Davis, «Scientific Reports on Track to Become Largest Journal in the World,» The Scholarly Kitchen, 23 Aug 2016. También recomiendo Bo-Christer Björk, «Have the “mega-journals” reached the limits to growth?» PeerJ 3: e981 (2015), doi: 10.7717/peerj.981.
Si la tendencia que muestra la figura que abre esta entrada se mantiene hasta finales de 2017, la revista PLoS ONE dejará de ser la revista más grande del mundo sustituida por su rival Scientific Reports. Ambas revistas nacieron con el mismo objetivo, publicar muchos artículos con una revisión por pares laxa. Nacida en 2011 al amparo del Grupo Editorial de Nature (Nature Publishing Group, NPG), muchos criticaron a Scientific Reports por llegar demasiado tarde para destronar a PLoS ONE, que nació en 2006.
El índice de impacto (impact factor en inglés) de la revista PLoS ONE no ha parado de caer desde el año 2010 conforme su tamaño ha ido subiendo. El último valor (JCR 2015) es de 3,057, muy por debajo del 5,228 de Scientific Reports. Esta revista ha logrado mantenerlo casi constante desde 2013 (lo obtuvo por primera vez en 2012). Sin lugar a dudas quienes buscan el mayor índice de impacto, siendo tan parecidas estas dos revistas, seguro que prefieren la segunda. Máxime cuando si el artículo fuese rechazado podría ser enviado a la otra sin que el impacto en el Curriculum Vitae cambie mucho; por cierto, el porcentaje de aceptación de los artículos enviados de PLoS ONE es del 69% (dato de 2013) y el de Scientific Reports es del 55% (dato de 2012).
Phil Davis destaca otros dos factores a tener en cuenta. Por un lado, la política de liberación de datos (open data policy) de la editorial PLoS que obliga a todos los autores a firmar que harán públicos los datos de su investigación (nadie comprueba después que lo hayan hecho); NPG lo recomienda, pero no obliga a firmar ningún compromiso. Parece una tontería pero muchos autores se resisten a liberar sus datos y a la hora de elegir entre dos revistas similares prefieren la que no les obliga.
Por otro lado, Scientific Reports publica más rápido que PLoS ONE. Davis ha tomado al azar 100 artículos de cada revista y ha comprobado que la primera acepta un mes más rápido, aunque publica online la versión final una semana más tarde. La diferencia son tres semanas de ventaja para la primera (el tiempo promedio estimado por Davis es de 126 días para Scientific Reports frente a 151 días para PLoS ONE). En una encuesta de 2016 a científicos chinos los factores más relevantes a la hora de elegir una revista son el índice de impacto y el tiempo de publicación (estimado por los propios autores); de hecho, el 39% de los artículos de Scientific Reports publicados en 2015 tienen coautores chinos, mientras que solo el 18% de los de PLoS ONE.
El índice de impacto de PLoS ONE bajó cuando su tamaño creció. ¿Pasará lo mismo con Scientific Reports? Recuerda que correlación no implica causalidad. ¿Tomará medidas PLoS ONE para evitar que Scientific Reports la destrone? Hay que recordar que la editorial PLoS tiene pocas revistas y vive sobre todo de PLoS ONE. Sin embargo, la editorial NPG es enorme y vive de revistas como Scientific American y Nature, que incluso de venden en quioscos, siendo Scientific Reports sólo una pequeña parte de sus ingresos.
Se llaman megarrevistas (mega-journals) a las revistas con tasas de aceptación más grandes de lo normal (entre el 50% y el 70%), que publican artículos de acceso gratuito (open access) y tienen una revisión por pares laxa (la parte del proceso se revisión por pares relativa a la novedad, calidad y relevancia se delega a los comentarios de los lectores tras la publicación). La madre de todas las megarrevistas ha sido PLoS ONE y todas las demás han nacido a su estela de éxito. Un negocio muy lucrativo para las editoriales de revistas científicas.
Imagina un futuro no muy lejano, con decenas de megarrevistas publicando cientos de miles de artículos al año. Imagina un futuro en el que los precios por publicar en estas megarrevistas estén muy ajustados por la competencia mutua, pongamos cien euros por artículo. Imagina el efecto de este futuro distópico en la ciencia. Nuestra ciencia. Imagínalo ya, porque quizás acabe siendo el nuestro.
PLOSone y La Doctora de Brest
Esta semana se está proyectando en las salas comerciales una película francesa, La Fille de Brest, cuyo título ha sido traducido al español como La Doctora de Brest, que recientemente había sido exhibida en el Festival de Cine de San Sebastián.
El tema del que trata es una historia real, aún pendiente de juicio, por la cual una médico de un hospital bretón descubre la posible asociación patológica entre un medicamento muy usado contra la obesidad y la producción anomalías valvulares cardíacas inflamatorias o degenerativas que, con frecuencia, conducían a una insuficiencia de consecuencias letales. A partir de aquí, la doctora inicia una investigación estadística, ayudada por un investigador del INSERM (Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale) de una Unidad de Investigación hospitalaria -que acaba despedido por ello- en pacientes de la Seguridad Social de toda Francia con las mismas características y obtienen, aparentemente, resultados que confirman su intuición inicial. Así, lo pretenden publicar en una revista científica acreditada para dar valor a sus pesquisas, aunque con malos resultados, pues su artículo es reiteradamente rechazado por las mismas.
Pero, hete aquí, que acuden a la revista PLOSone que se los publica inmediatamente y, a partir de ello, intentan conseguir sus objetivos ante la empresa farmacéutica fabricante de los productos investigados. Lo que no se dice en el film es que la citada revista se ha especializado en captar artículos rechazados por otras publicaciones serias, con ganancias millonarias y discutible proceder editorial. Dado que llevo varios años criticando el estilo y el funcionamiento de la citada revista (ver J. Aréchaga, Open Access, un arma de doble filo para las revistas científicas, SEBBM 177: 16-20, Septiembre 2013) me he sentido dolido porque sea ensalzada en la película citada como bienhechora del buen hacer científico cuando, en realidad, es todo lo contrario. Por otra parte, las revistas que actuaron con integridad rechazando el artículo –y, normalmente, sin cobrar por ello- aparecen como malhechoras en esta historia o movidas por algún oscuro interés.
Juan Aréchaga
Catedrático de Biología Celular de la Universidad del País Vasco
Director de la revista española The International Journal of Developmental Biology