Hace años yo estaba subscrito a dos revistas de divulgación científica en castellano, Mundo Científico, ya desaparecida, era traducción libre de la francesa La Recherche, aún viva, e Investigación y Ciencia, traducción libre de Scientific American. Era curioso observar que muchos temas eran tratados en ambas revistas, de forma independiente, en el número del mismo mes o en meses consecutivos. Lo mismo ocurre con revistas del prestigio de Nature (británica) y Science (americana). Más aún, a veces, en Nature se comenta un artículo aceptado en Science pero que todavía no ha sido publicado y a la inversa. Es una competencia «sana» y ver desde dos puntos de vista lo mismo siempre ayuda al lector.
¿Que qué tiene que ver Elsa Pataky con esta entrada? Buena pregunta.
El artículo de Science, aceptado, disponible online pero aún sin publicar, que comentamos en la entrada anterior a ésta, me llamó la atención (por eso escribí la entrada) y también lo hizo a uno de los periodistas científicos colaboradores en Nature. Hoy toca revisar de forma resumida y libre lo que cuenta en su artículo.
¡Oído cocina!
Es verdad, hay que arrejuntarse con investigadores de otras universidades para garantizar, estadísticamente, un mayor índice de impacto en nuestras publicaciones y con él mejores fondos que nos financien. ¿Pero cómo hacerlo? ¿Cómo lograr que un equipo de investigación así funcione como una máquina bien engrasada? John Whitfield, «Collaboration: Group theory,» Nature, 455: 720-723, 8 October 2008 , trata de contestar estas preguntas presentando algunas reglas útiles para una colaboración productiva. Resumamos algunas de sus ideas (filtradas por mí, claro).
Al grano. Un ejemplo. En la revista Nature durante el año 2008 se han publicado unos 700 artículos de investigación y sólo 6 tiene un único autor. El número de artículos escritos por un único autor está en claro descenso (como demuestran el Dr. Uzzi y su grupo). Todo investigador se preguntará ¿debo colaborar con otros? o ¿debo trabajar solo? Quizás los artículos con un único autor tengan un índice de impacto mayor.
El sociólogo Brian Uzzi, de la Northwestern University, en Evanston, Illinois, y sus colaboradores, buscando la respuesta, han analizado más de 2 millones de patentes y unos 20 millones de artículos publicados desde 1955. A principios de los 1950s, los artículos más citados solían ser los escritos por un único autor, pero esto ha cambiado hace décadas. «La imagen del investigador trabajando sólo prácticamente ha desaparecido tras la Segunda Guerra Mundial,» afirma Uzzi, quien además confiesa «no sé el porqué.» No influye que los equipos tengan más impacto por las autocitas, ya que si se eliminan éstas también se observa lo mismo. Quizás la culpa la tenga la gran especialización que ha sufrido la ciencia en la segunda mitad del siglo XX.
¿Con qué científicos tenemos que «arrejuntarnos»? ¿De nuestra disciplina o de otras? ¿Debemos mantener relaciones de larga duración o sólo esporádicas? Estas preguntas deben ser contestadas sopesando los costes y los beneficios de la relación.
Pietro Panzarasa, de la Queen Mary University de Londres, ha encontrado que los más citados son los investigadores ultraespecializados o extremadamente multidisciplinares, siendo el resto mucho menos citados. Su resultados indican que «salvo que seas capaz de soportar niveles muy altos de interdisciplinaridad, es mejor que te especialices mucho en tu propia disciplina.»
Por supuesto, los resultados de Panzarasa se basan en las publicaciones, es decir, en las colaboraciones que han tenido éxito. Pero no todas las colaboraciones acaban conduciando a publicaciones.
Jonathon Cummings, de la Duke University en Durham, North Carolina, por cierto, un campus muy bonito, ha observado, en un estudio de 500 proyectos de investigación financiados por la National Science Foundation (NSF) de EEUU, que «los proyectos que involucran más universidades o más disciplinas diferentes tienen un mayor riesgo de no publicar nada en absoluto.» La línea que separa una colaboración exitosa de un fracaso total es muy fina.
¿Cómo asegurarse que un grupo interuniversitario tiene éxito? Es difícil, pero un estudio de Gergely Palla, de la Academia de Ciencias Húngara, Budapest, ha mostrado que los equipos con unos 20 miembros tienen más exito si tienen una alta tasa de movilidad (entrada y salida de colaboradores). Sin embargo, para grupos pequeños, de 3 o 4 personas, ocurre lo contrario, el éxito requiere buena estabilidad. Aún así, los grupos pequeños requieren cierta «sabia nueva». Luis Amaral, especialista en redes de Northwestern, ha realizado un estudio que muestra que las colaboraciones de grupos que publican en revistas de alto impacto tienen mucha más movilidad que las que resultan en publicaciones en revistas de bajo impacto. En sus palabras «en revistas de bajo impacto, la gente casi siempre repite colaboraciones» pero para publicar en revistas de alto impacto cambian.
¿Qué debe hacer un científico joven que quiera aprovechar lo mejor de sí mismo? Amaral, como especialista en análisis de redes sociales, recomienda que se olvide de acercarse a los grandes «poppes» (que publican en revistas de gran índice de impacto) y que busque otros grupos, que aunque publiquen menos o en revistas de menor impacto, presenten una mezcla más equilibrada y «saludable» de viejas glorias y veteranos (investigadores senior). Un grupo que garantice que la colaboración será duradera y fructífera, y que al mismo tiempo abra las puertas de colaboraciones esporádicas con grupos de «poppes».
En el equilibrio está la virtud.